Al momento de lanzarse la candidatura de la hoy ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, para la presidencia mexicana, algunos gobernadores corrieron a felicitarla: muchos lo hicieron en nombre de que Sheinbaum es mujer (las gobernadoras de Colima, Guerrero y Quintana Roo), pero también salieron gobernadores a ulular que es "tiempo de mujeres" (el de Tamaulipas y el de Oaxaca).
En esta carta del "feminismo" hay mucho de engaño o de fraude. El oficialismo decidió hacer precampañas con una falsedad, alegando que se trata de una elección para coordinar "Comités de Defensa" de la autodenominada Cuarta Transformación. Cuando la oposición decidió hacer algo similar, dos candidatas mujeres declinaron: Lilly Téllez y Claudia Ruiz Massieu, sin que nadie dijera nada, tal vez porque se trata de otra cosa (estar con el ganador, no con los perdedores, aunque en cierto modo no lo sean).
Hay también engaño en la propagación de la creencia de que el mandatario Andrés Manuel López Obrador es "el Gran Elector" -que a fin de cuentas moverá el "dedazo"-, o incluso, como lo sugieren algunos periodistas, el Campeón de la Maniobra: tiene supuestamente una favorita, Sheinbaum, pero al mismo tiempo dejará que "el pueblo decida", a sabiendas de que decidirá lo mismo. Es tanto como prestarle una gran capacidad de engaño al presidente, cuando es más probable que crea, efectivamente, que "el pueblo" debe decidir.
Queda por saber si el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) se moverá como acostumbraba el aparato político: con la "cargada" para "leerle la mente" al presidente por interés de quedar bien, no en beneficio del presidente, sino de lo que se pueda recibir. Es en este terreno que faltará por ver si las encuestas son lo más neutras posibles o si cargarán los dados, "orientando" al "pueblo". Aquí también hay forma de engañar o hacer fraude: haciendo pasar por consulta lo que por otro lado se predeterminaría, "moviendo" a la supuesta "opinión pública" en determinada dirección. Es lo que están aprovechando los medios de comunicación masiva para ver si el tema de discusión es el precio de los relojes de Adán Augusto López Hernández, el candidato más nacionalista, y por ende a abatir.
Casi no hay programa a debate: no cuenta mucho el know how, sino el know who, habida cuenta del sistema de reclutamiento en la administración pública, no nada más en los partidos oficialistas, contra lo que cree MoReNa, en cuyas filas hay personas engañando con "purismos" para deshacerse de adversarios políticos. MoReNa designó un conjunto de "personalidades" para elaborar un Plan de Gobierno 2024-2030: tanto las personalidades -los monopolios y las clientelas de siempre- como el Plan son bochornosos.
En las "cargadas", las "movidas" y las "jugadas", se llega a atropellar descaradamente la voluntad del presidente y la de candidatos. No hay nada sobre la reforma del Poder Judicial, tema sobre el que ha venido insistiendo López Obrador, y en el que López Hernández ha reiterado que, simplemente, en México no existe la justicia. Nada de la Fiscalía General de la República, pero tampoco del Consejo de la Judicatura Federal. "La reforma del Poder Judicial es un pendiente que ha admitido el presidente, porque no hay justicia en este país", acaba de declarar López Hernández. "En México hoy la justicia se vende al mejor postor", agregó. Sucede que la misma gente que no dice nada de la inoperancia total del aparato Judicial (y no es nada más el grueso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ni la Fiscalía General de la República) ni de la forma de reclutar en la administración pública no lo hace porque cree que, después de todo, el asunto es de "saber relacionarse", de personas (y dinero): de saber por dónde va la "cargada para no quedar fuera", de "movidas" y "jugadas" con toda impunidad. ¿En verdad le están "leyendo la mente" al presidente, o lo van a dejar colgado como en otros varios asuntos? Basta con ver el borrador de Proyecto de Nación 2024-2030. Es lamentable, como más de un candidato con aire en la cabeza (para emplear el neutro). No es atender las necesidades de la gente, sino imponerle de qué hablar. Así, sin tantita pena (y otra vez, click en el botón de reproducción).