Hace rato que ha comenzado en México la carrera por la sucesión presidencial, aunque ahora es con el banderazo de salida del oficialista MoReNa (Movimiento de Regeneración Nacional).
Tal vez alguien debiera decirles a los medios de comunicación masiva que ellos no son el elector, como tampoco son el poder del país, aunque crean serlo. Muchos no han cambiado desde la época del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y creen, pese a que el candidato de MoReNa se definirá por encuesta, que lo hará el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como si persistiera el "dedazo". Así, hasta una parte de MoReNa, incluyendo a gobernadores, parece haber creído leerle la mente al presidente, para lanzarse a ciegas al apoyo de Claudia Sheinbaum, hasta hace poco jefe de gobierno de la Ciudad de México. Mal comienzo: tiene algo de clientelista. Es añeja la tradición de anticiparse a los deseos del jefe para hacerse presente, "visible" -como se dice ahora- y ganarse tal vez algún favor a futuro. López Obrador paró el asunto. Como antecedente, otro candidato del oficialismo, Ricardo Monreal, alertó contra los riesgos de actitudes que favorecen el faccionalismo. Entre otros, los gobernadores se equivocaron: Sheinbaum ni siquiera ha presentado programa. El único que lo ha hecho, con un libro, es el hasta hace poco canciller Marcelo Ebrard, también candidato de MoReNa.
Para enredar más las cosas, y siempre como si se estuviera en los viejos tiempos, los medios se lanzaron a ciertas comparaciones: Ebrard pudiera ser el Manuel Avila Camacho del asunto, para calmar las aguas y despolarizar la situación social. Para que fuera así, AMLO tendría que ser Cárdenas y Sheinbaum, algo así como Francisco J. Múgica, nada más que no es el caso. López Obrador no es Cárdenas, El hecho es que habría que esperar a que se pronuncie la sociedad, en vez de "hacerla pronunciarse" con la "política de la pistola", que consiste en "madrugar". ¿Hasta dónde han cambiado los antiguos hábitos? Fabricarse un nuevo "Avila Camacho", orillando a Ebrard al "extremo centro", y aprovechando la predilección del ex canciller por las clases medias, es un "vente para acá" que también puede esperar de la invitación -que va hasta hacerlo correr por cuenta propia- alguna ventaja de grupo, el de los descontentos con el supuesto "radicalismo" de López Obrador y sus secuelas en la "austeridad republicana". Tampoco parece importar el riesgo del faccionalismo.
Monreal, Gerardo Fernández Noroña y la colada Yeidckol Povevnsky no tienen ninguna oportunidad real. La presencia mediática se ha decantado por Ebrard y Sheinbaum. AMLO hace rato que sugirió más nombres (Rocío Nahle, secretaria de Energía, y Rosa Icela Rodríguez, de Seguridad y Protección Ciudadana). Puede tener, como se dice, "su corazoncito", pero no es tan fácil pensar que el presidente "se decidió". Lo que sí hizo es colar en la carrera al hoy ex secretario de Gobernación, tabasqueño, Adán Augusto López Hernández, pero no fue el único invitado. Dada la advertencia que lanzó contra quienes quisieran irse "demasiado al centro", es posible pensar que la apuesta de López Obrador es la continuidad del proyecto, la autodemoninada "Cuarta Transformación". Es por la manera de presentarse de Sheinbaum que se dedujo que era "la consentida del profesor", sin que sea tan evidente. A partir de la apuesta por el nearshoring (relocalización de empresas cerca de los mercados), Ebrard y Sheinbaum -con muchos medios de respaldo- están creando las condiciones de un mayor entreguismo a Estados Unidos, si tal cosa es posible, a diferencia expresa de López Hernández. Ya hay, latentes, proyectos en sentidos diferentes y medios dispuestos desde hace rato a buscar inclinar la balanza.
Sheinbaum, por honesta que haya sido y por algunos buenos resultados que haya tenido en la Ciudad de México (no se ignora que el mérito en seguridad es del secretario de Seguridad capitalino, Omar García Harfuch), está haciendo trampa, quedaría por saber si ayudada por el asesor del presidente colombiano Gustavo Petro, al estar duro y dale insistiendo en su condición de mujer (¿es para atraerse a la mitad del país?), como si se tratara de un privilegio y de un medio de extorsión, que muchos en las redes sociales buscan capitalizar: oponerse al triunfo de Sheinbaum termina por ser "misoginia". Es de esperar que la candidata precise su programa y la manera de lograr los objetivos que se proponga, en vez de seguir una "cargada" que no es del supuesto Gran Elector, López Obrador, sino de quienes creen que México está maduro para una Hillary o algo así, para hacer "grupos de presión" -el feminismo actual es éso- (se sumarán científicos) y para forzar a Sheinbaum en determinada dirección, siempre de mayor americanización, pues al final es "chica de Berkeley", partidaria de las energías renovables y el tipo de discurso que agrada a los Demócratas estadounidenses, a los que también es cercano Ebrard.
La trayectoria de Annie Pardo, científica, madre de Sheinbaum, dice algo: originalmente comunista, pasó en el 68 al activismo e hizo luego toda su carrera en vinculación estrecha con instituciones educativas e intereses estadounidenses. Hay que agregar que, dejando de lado a García Harfuch, Sheinbaum no siempre tiene buen equipo (aunque Oliva López , de Salud capitalina,llevó mejor el problema de la Covid-19 que Hugo López-Gatell). Tampoco tiene buen gusto, a juzgar por la demagogia de los conciertos en el Zócalo capitalino, y presume de un activismo estudiantil que desembocó en un error costosísimo para la universidad pública. Lo de Sheinbaum son "derechos" sin la menor obligación -es otra forma de demagogia, en particular hacia los jóvenes- y un vago "bienestar", palabrita del presidente Ernesto Zedillo (1994-2000) que al parecer llegó para quedarse ("bienestar para tu familia"). Es la deriva hacia la demagogia y algo así como el coaching.
Los favoritos -de los medios- han dejado de lado el tema de la corrupción, que no se ha acabado, y de los valores que pudiera necesitar el país, frente a la reacción de quienes no quieren oír hablar de ellos para tener el cinismo y la búsqueda de hueso tranquilos: importó un carajo tratar de mejorar el civismo con la Cartilla Moral y luego la Guía Etica para la Transformación de México. Cuando López Obrador lanzó la idea de "Humanismo mexicano", ya no quedaba nadie para hacerle caso: salvo excepciones entre los candidatos, el problema está en saber dónde están los negocios y cómo mediar, arrojándole migajas a la gente, pata tenerla tranquila y creyendo que está invitada al fiestón, así sea a costa de la nación y del Estado (no están invitados, por "obsoletos"). Por cierto, Sheinbaum funda "universidades" que no son tales. Lo que lleva la señora al Zócalo (da click en el botón de reproducción):