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jueves, 14 de septiembre de 2023

AH, PUES QUÉ BUENO

 América Latina tiene, desde la Conquista, el don de la desmesura, que los griegos conocían a su modo como hibris.  Simón Bolívar soñó en grande una unidad latinoamericana inexistente hasta la fecha. Fidel Castro, el líder cubano, que además de histriónico tenía de quijotesco, podía hablar sin parar durante horas y estuvo medio siglo al mando, sin que incomode a los críticos de los cultos a la personalidad. No hay "pensamiento de Fidel Castro" que pueda ser recopilado: no fue ajeno a los errores, como el de pretender que en los '80 la deuda externa era impagable -fue pagada con creces, e incluso varias veces- y que los pueblos habrían de "hacer erupción como volcanes" (no sucedió). Castro previó "la llegada del comunismo en 20 años", y Cuba sigue esperando. El líder venezolano Hugo Chávez tampoco tenía mesura: quería desde un "eje México-Buenos Aires" hasta una "OTAN sudamericana" (Organización del Tratado del Atlántico Norte), sin que nada resultara. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador tampoco está exento de desmesura, pero no es algo ausente en "centro-izquierdistas" como el ex canciller Marcelo Ebrard, probablemente en el origen de unir a las Américas a la manera de la Unión Europea (UE), lo que no es factible.

     La desmesura descrita no es ajena al acaparamiento: Castro y Chávez, pero también el líder nicaraguense Daniel Ortega, con tendencia a eternizarse. No es propio de la izquierda. Es característico de una herencia colonial compartida. El "grupo Paz" en México llega a funcionar con voluntad de acaparamiento, al igual que Letras libres, del ensayista Enrique Krauze, y a su manera el grupo Nexos, de Héctor Aguilar Camín, que llegan a lo obsceno: pueden decir cualquier cosa, y equivocarse, sin la menor independencia de criterio dentro de las respectivas clientelas, y sin sentido del límite, al grado de entrometerse en asuntos que les deberían estar vedados, en particular en política, con el peruano Mario Vargas Llosa como modelo. La idea del acaparamiento es la de "copar" de tal manera que quienes sean ajenos a la incondicionalidad no tengan cabida ni forma de expresión. Ocurre de manera similar en el mundo universitario de las ciencias sociales y las Humanidades, de Jean Meyer en el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) a Roger Bartra en la universidad pública, luego de haber sido cooptado en Estados Unidos y de prestar como converso los servicios ideológicos esperados (sin mayor independencia). La clientela ayuda: con los "ademanes" del idolatrado, para dar a entender "grandeza", o endiosado y con la actitud de servidumbre de quienes quedan deslumbrados porque hay quienes pueden permitirse el abuso de poder. Por más que se haga alabanza del "mercado", no hay la menor competencia: si acaso, a la voluntad de acaparamiento se suma la posibilidad del "gran grupo" corporativo (Clío), monopolio, duopolio u oligopolio. La izquierda no opera de otra manera cuando Francisco Ignacio Taibo Mahojo (Paco Ignacio Taibo II) reaparece una y otra vez como el "imprescindible" del arte y la cultura de la autodenominada "Cuarta Transformación" mexicana, sin tener siquiera que rendir cuentas (por ejemplo, de la dirección del Fondo de Cultura Económica -FCE). Confluyen dos creencias: la religiosa en quienes "trascienden" -!decretándose la inmortalidad en vida!- y la de la "gloria" política. Se puede hacer incluso en nombre de la democracia, como con José Woldenberg (que la universidad pública premia por algo no hecho, investigación), para el funcionamiento clientelar del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, que toma por "feudo" propio un organismo descentralizado del Estado.

     En el origen está la mentalidad feudal/medieval que consiste en tener el máximo de tierras -y en dado caso, de dependientes-, en pura extensión, y sin el cuidado de los cultivos, porque es la "amplitud", el "tamaño", el símbolo de prestigio. No importa que la tierra acaparada no sea mayormente productiva o esté ociosa. Tampoco importa que los intelectuales o universitarios acaparadores se equivoquen o digan incluso incoherencias: lo que cuenta es "mostrarse" con ostentación de poder colectivo, cristalizado en un nombre o una "reputación" -esté o no amparada en trabajo. El vedettismo de los medios de comunicación masiva puede contribuir, cuando se trata, en nombre de que se es "experto", de convertirse no nada más en dueño, sino en "dueño en exclusiva" (a los medios les encantan las "exclusivas" con los "exclusivos").

     La actitud no es muy diferente del propietario rentista de una flotilla de microbuses interesado en todo, menos en mejorarlos o en capacitar a los choferes. O del migrante que envía remesas para construirse imitaciones de castillos medievales europeos en algún lugar visible del pueblo, desplazando a las "casuchas" tradicionales. La funcionalidad es lo de menos. Tampoco existe vocación formativa o de servicio. Lo que cuenta es extenderse en el espacio -y creer eternizarse en el tiempo- para ser imitado por el compadre y su familia extensa en el balneario público: cervezas, música a todo volumen y panza al aire "como si fuéramos únicos y estuviéramos solos". Todo, prominente, incluyendo el alarde de genitalidad (hasta llegar al cantante Carín León que "se corta uno" y se "corta el otro"). Si es herencia colonial común, es porque, por ejemplo, la mentalidad de "tierras extensas" ha sido detectada en el latifundista colombiano y la genitalidad en el hombre ecuatoriano. No es cosa del "mexicano feo", y feo es lo que hacen Meyer, Bartra, Aguilar Camín, Krauze y otros, aunque sea con palabras rimbombantes. Todo el tiempo "enseñándonosla", al igual que Taibo II.

      Es fantástico cuando se quiere llegar incluso al comunismo con mentalidad de hacendado, pero lo es también cuando se pretende ser "demócrata liberal" recogiendo los hábitos clientelares del antiguo régimen. El truco consiste en remitir lo que debiera ser modificado a un asunto "cultural" difícilmente modificable, al parecer cuestión de "gustos" entre supuestos iguales. Se complementa gracias a la clientela con la disposición a inquietar y agredir la independencia de criterio. No hay que observar demasiado para percatarse de que está ausente de los mencionados, en círculos intelectuales o en los universitarios, o incluso de pensamientos inexistentes (Chávez no tenía ninguno, y Castro no fue demasiado más allá de "La historia me absolverá"). No es capitalismo primigenio, tampoco, al no buscarse una mayor riqueza social con la diversificación de las individuaciones. Si acaso, es promesa de inclusión a cambio de...pues del criterio propio (lo que el capitalismo más reciente también sabe jugar).. Donde crean haberse comprado la eternidad y la indulgencia, no les queda más que tratar de detener el paso del tiempo y acaparar aún más. Qué bueno (da click en el botón de reproducción).



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...