Habrá quien siga creyendo que hubo "dedazo" del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en la designación de Claudia Sheinbaum como candidata presidencial, pero no es seguro, ni tampoco que el actual mandatario vaya a hacer otra cosa que retirarse, Hasta cierto punto, ciertos rituales del antiguo régimen persisten, así que López Obrador mejor se fue de gira al exterior, algo ajeno a sus costumbres. Entretanto, Sheinbaum anunció más giras por el país, a riesgo de que entre ella y Xóchitl Gálvez lo que queda de política se convierta en una versión peculiar del ballet folklórico de Amalia Hernández. Al coincidir en la alabanza de una canción de Juan Gabriel que tiende a decir mucho de lo que en realidad no es México, Sheinbaum y Gálvez se colocaron en el terreno de masas. Al poco tiempo de ser ungida, Sheinbaum hizo un llamado significativo: se le olvidó la palabra "pueblo" tan querida de López Obrador, que, pese a la vaguedad, parecía entenderla como "gente común y humilde" (es una de las definiciones posibles), lo que exasperó a muchos en un país donde se lucha duro por no ser "del común" y "ser alguien", que "se las pueda", a diferencia del humilde. Sheinbaum, hay que hacerlo notar, se dirigió a la "población" en su mensaje, algo que jamás hubiera hecho López Obrador, e incluso a los "ciudadanos" -tampoco lo habría hecho el mandatario actual. Para variar, como se dice, Sheinbaum se enredó: llamó a una "prosperidad compartida" justificándola con "por el bien de todos, primero los pobres", sin que pueda haber al mismo tiempo algo compartido y una preferencia (¿te comparto pero "yo primero"?. Sheinbaum comenzó a enrumbar hacia lo que esperan de ella esos "electores" que son los medios de comunicación masiva: "prosperidad compartida" es prácticamente el lema del ala izquierda del partido Demócrata estadounidense (la Internacional Progresista), y tal vez tampoco sea casual el énfasis, en el anuncio de la candidata, en los jóvenes, las mujeres y las "diversidades", otro asunto de la Internacional mencionada. La idea de "compartida" tal vez suene atractiva a los arribistas que hacen carrera por la izquierda ("carril izquierdo para rebasar", como se conocía en el Partido Revolucionario Institucional- PRI), y otra vez a quienes creen en el país como Divina Providencia (Juanga entre otros). De remate, Sheinbaum prometió hacer pasar la autodenominada "Cuarta Transformación" a un "segundo piso", a lo mejor por consejo de publicidad (la candidata estuvo involucrada en la construcción de segundos pisos en la capital mexicana, cuando era López Obrador el jefe de gobierno). Siempre falta por hacer, efectivamente: cuando no se baja el parque vehicular y se construye al mismo tiempo infraestructura "voladora" (como los segundos pisos), proliferan las vías -con metrobuses y, también por los aires, cablebuses- sin que se remedien en lo más mínimo los atascones de tráfico. Es la gracia de la "prosperidad compartida": un coche para cada uno supondría un grado de "desarrollo y bienestar" que desembocaría en un infierno de embotellamientos, pero no es Sheinbaum que va a hacer algo contra la "anarquía de la producción" -no lo hizo en los coches en la Ciudad de México- o para educar mínimamente a la "población". Sheinbaum no tolerará corrupción y es honesta, pero responde a lo que, en un mal momento, López Obrador definió como algo de 90 % de honestidad y 10 % de capacidad, aproximadamente. Para retomar al presidente, no es lo mismo tener educación que cultura: la doctora, justamente, carece de cultura, de lo que dan cuenta sus espantosos espectáculos en el zócalo capitalino. Es pura demagogia. La "universidad" capitalina Rosario Castellanos, por ejemplo, es un monumento a la incultura, y no es de "maneras refinadas" que se habla aquí, ni de distribuir masivamente el Manual de Carreño. Es de una forma de saber que, en medio de una ignorancia a veces para pifias, tiene López Obrador, que por este mismo motivo se dirigió al "pueblo" y no a la "población" ni a la "ciudadanía", intuyendo por ejemplo que si algo llega a estar ausente en las clases medias locales es el sentido de "ciudadanía", e incluso de "urbanidad".
En su llamado a la unidad, Sheinbaum deseó incluir a todos, incluso de distintas afiliaciones políticas, y de todas las clases sociales, ni más ni menos, como si no hubiera entre ellas intereses encontrados. Como no llega a populismo (tampoco fue el caso de López Obrador), es demagogia en medio de otro movimiento contradictorio: apelar a quién sabe qué "grandeza del país" ("engrandecimiento de la patria") cuando, por lo dicho hasta ahora, Sheinbaum comparte con Xóchitl Gálvez la voluntad de rematarlo con el nearshoring para el que ya están en fila centenares de empresas extranjeras.
La idea de alguna "grandeza" especial y la creencia en el equivalente de la Divina Providencia, de tal modo que según Sheinbaum "cabemos todos", es propia del antiguo régimen y no muy diferente del añejo "la solución somos todos". Tampoco está ausente otro rasgo del antiguo régimen: cabemos todos mientras no discutamos y hagamos oídos sordos. Lo que dijo el candidato Marcelo Ebrard queda en suspenso, pero, a su vez, a Ricardo Monreal, que ya conoce a Sheinbaum (alguna vez se disputaron la jefatura de gobierno de la Ciudad de México), no le quedó más que bajarse por anticipado: otra vez a manera de consigna y con madruguete, "se" da a entender que "la ruta es Clara", es decir que, hasta nuevo aviso, el próximo gobierno de la capital debiera corresponderle a Clara Brugada (hasta hace poco alcaldesa de Iztapalapa). Error, haber manejado las cosas así: un policía es ideal para la policía, si es lo que sabe hacer, pero no forzosamente para la política (Omar García Harfuch). Aquí tampoco es "el dedito" del presidente, sino lo que pasa por la cabeza a la vez de los medios y del aparato del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa), que apunta a su reproducción como nuevo aparato de gobierno: lo que está a prueba es su capacidad para tolerar y procesar desaveniencias, al menos que, como en el antiguo régimen, se prefiera el monolitismo y los arreglos en el "se".
Así, por más "histórico" que se diga, el lópezobradorismo, que mañana puede olvidarse de López Obrador (de la misma manera en que no le hace el menor caso en propuestas importantes), no está del todo distanciado del antiguo régimen, sino más bien del hecho de que, a partir de cierto momento, enfático entre 1988 y 1994 con el seductor de la patria, haya dejado de "rotar", queriendo perpetuarse (por décadas, se presumía). Quedan incógnitas con Sheinbaum: equipo, precisiones del "proyecto", más allá de pararse en la contradicción a "hacerle a todo", es decir, a cada cosa y su contrario. ¿Se puede, o la última gracejada del "sistema" es que lo administren en crisis quienes se le opusieron, con aparente radicalismo?!A triunfar! (da click en el botón de reproducción).
?