Algunos procesos "progresistas" en América Latina no son fáciles de ubicar política e ideológicamente, salvo en cierta frecuencia con la que convergen con los Demócratas estadounidenses.
En el caso de México, en la autodenominada "Cuarta Transformación" se habla mucho de bienestar, sin demasiada claridad sobre lo que esta palabra significa, más allá de ayuda para los pobres. El último "priísta" (del PRI -Partido Revolucionario Institucional), el presidente Ernesto Zedillo, se promovió con el lema de "bienestar para tu familia". En Andrés Manuel López Obrador, el mandatario mexicano actual, parece haber cierta idealización de lo que en la segunda posguerra se conoció como "Estado de Bienestar", de tal modo que al presidente no le incomoda hablar bien de Franklin D. Roosevelt, autor del New Deal (Nuevo trato) estadounidense de los años '30, pero tampoco del presidente mexicano Adolfo López Mateos (1958-1964) o del autor de la estabilidad monetaria mexicana previa a los '70, Antonio Ortiz Mena. Tal vez se pueda reconocer en todo ésto algo de keynesianismo no confeso, pero limitado: no hay en la "4T" reivindicación abierta de la rectoría del Estado, y ni siquiera del Estado mismo. Tampoco en la candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum, que parece entender el bienestar como ciertos derechos básicos. Hasta ahora, el "Estado" mexicano no cumple con educación ni salud dignas, ni mucho menos con trabajo digno, ni siquiera por ciertos programas de ayuda social. A diferencia del pasado, cuando esos derechos resultaban de procesos sociales desde abajo, ahora, en más de un caso "progresista", México incluído, no están exentos de asistencialismo desde una parte de la clase media. No es nada más que sean "derechos": es que, por Constitución, son obligaciones del Estado, y no "preferencia" de gobiernos de turno.
Estos "progresismos" no precisan qué es "progreso", más allá de ciertas asociaciones, como "bienestar", sin que se trate tampoco de una calidad de vida poco mencionada. ¿Progreso hacia dónde, puesto que la palabra implica una dirección? Ni hacia el capitalismo ni mucho menos al socialismo, que no se mencionan. En este sentido, no hay ninguna socialdemocracia. Ni siquiera "tercera vía". Es "progresismo por el bienestar", y con frecuencia "bienestar" es agarrar lo que está indicado por organismos internacionales (empezando por la Agenda 2030 de Naciones Unidas). En rigor, sí existe nombre para ciertos "progresismos" carentes de toda orientación teórica -hoy en día se prefiere el pragmatismo y el socialconformismo-, con excepciones (Fernández de Kirchner, García Linera, Correa, Arévalo). Lo que se hace se llama "bienestarismo" (welfarism), no sin la creencia en la "inclusión" más o menos generalizada.
Hay variantes, pero lo ideal es que la gente "se sienta bien", por lo que no faltan las críticas a quienes sienten "odio" y las reiteraciones sobre la importancia del "amor": no es hedonismo (darse a los placeres), pero sí pareciera por momentos que algo cercano a la "teoría del deseo" (bienestar es tener lo que se desea). Lo que llama la atención es la insistencia en "seres sintientes" antes que en "seres pensantes". Antes, en el Distrito Federal (D.F., hoy Ciudad de México), Alejandra Barrales se presentaba con el D.F. como "Derecho a la Felicidad". El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ganó alguna vez presentándose como "paz y amor", que de ser al revés no pasaría de creencia simplemente hippie ("amor y paz"). Movimiento Ciudadano (MC), que se presenta en México como de "centro-izquierda", reivindica el "derecho a la alegría". López Obrador arrancó con una "república amorosa" y dice querer "estar bien con el prójimo". Alguno que otro pensador de izquierda llegó a sugerir que todo estaba en "perder el miedo a ser feliz". Digamos que "bienestar" se asocia con "felicidad" y "satisfacción del deseo": la única Constitución del mundo que, nótese bien, prácticamente obliga a buscar la felicidad es la estadounidense (the pursuit of happiness). Para decirlo de algún modo, de repente todo el mundo debe ponerse querendón, salvo que se trate de otra cosa: de agarrar un estilo muy estadounidense de seducir -sonrisa incluída, de preferencia Colgate y mostrando los dientes- para hacer negocio, cuando no fraude. "Bienestar", en todo caso, no remite a ningún concepto, diríase que a ninguna idea: ni a Estado, del que no se habla; ni a nación, salvo como "proyecto"; ni a independencia (más allá de cierta soberanía formal, que es algo así como "el derecho a decidir" en el mercado). Tampoco al sentido de una dimensión pública desconocida. Más bien se trata de que "alcance para todos" o, si acaso, "para la felicidad del mayor número", idea utilitaristsa de Bentham en el siglo XIX, y no disociada del liberalismo original. La diferencia está en cómo llegar a un mismo fin y cómo "poner parches" habiéndose abandonado por lo general toda capacidad de representarse algo general o abstracto.
Para ir clarificando las cosas, es la Internacional Socialista que agrupa a los partidos socialdemócratas, pese a los coqueteos del Grupo de Puebla, en el que se encuentra el ex primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero, del socialdemócrata PSOE (Partido Socialista Obrero Español), y conocido por lo que se ha llamado el "pensamiento Alicia" (en el país de las maravillas, para más señas). El Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) de México está afiliado a un tambaleante Foro de Sao Paulo, como el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil. El partido Justicialista argentino, además de ser, según Wikipedia, un peronismo afiliado al peronismo (!), es parte de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL), también en la inoperancia: fue en parte una creación del PRI mexicano, pero incluye al Partido Comunista de Cuba, al Partido del Trabajo (PT) mexicano y al PRD (Partido de la Revolución Democrática), también de México, al Frente Amplio uruguayo, y al Partido Colorado, igualmente de Uruguay. El Foro de Sao Paulo incluye al partido Pachakutik, el de los papelones indígenas en el Ecuador, y también al PT mexicano...y al PRD. El "progresismo" no es algo monolítico, pero tampoco equivalente de socialdemocracia, ni de "marea rosa". La diversidad de afiliaciones sugiere confusión, y tendencia a afiliarse al poder, con frecuencia, aún a riesgo de perderlo estrepitosamente, como el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) en El Salvador. Por lo demás, hay nombres tanto a la izquierda como a la derecha que no quieren decir mayor cosa. Si acaso, debe llamar la atención la cercanía de algunos "progresismos" con agrupaciones como Podemos en España o Syriza en Grecia: de Podemos, por ejemplo, el nombre ilustre de Juan Carlos Monedero asesora a distintos gobiernos latinoamericanos para asomarse a una marcha encabezada por López Obrador a decir que ve en ella "mucho amor", a diferencia del "odio" en los defensores a ultranza del INE (Instituto Nacional Electoral). López Obrador recibió hace algún tiempo al ex de Syriza, Yanis Varoufakis.
Salvo algunas excepciones, las simpatías de estos "progresismos" van a los Demócratas estadounidenses. No pierden el tiempo y han logrado atraer a varios líderes latinoamericanos y otros (como Varoufakis) en la Internacional Progresista, de Bernard Sanders. La congresista Demócrata Alexandria Ocasio Cortez, de ascendencia puertorriqueña, estuvo recientemente de visita en Brasil, Chile y Colombia. El presidente colombiano, Gustavo Petro, dijo haber sellado una "alianza estratégica" con Ocasio-Cortez, muy recientemente. Seguramente vale más ser mesera del Bronx que tener que vérselas con la retórica Patria Grande. El "bienestarismo" tal vez se asocie con el "bienestar" que se autoadjudican los Estados Unidos, donde no hay socialdemocracia, y por ende el "progresismo" es otra cosa (tipo Green New Deal), a lo que va derechito Claudia Sheinbaum. No es nada radical. Hace rato que ganó el síndrome TINA (there is no alternative), por lo que se elige entre promesa de inclusión y derecho a tirar al prójimo bajo el autobús, igual para quedar "adentro". Desafortunadamente, la Internacional Progresista consiguió atraer al actual candidato a la vicepresidencia ecuatoriana, Andrés Arauz, al ex mandatario Rafael Correa y al ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera. Si bien la Internacional Progresista alcanza a proponer un futuro "postcapitalista" (y hasta ahí), lo demás es propio de lo que se conoce como "sueño de opio": un mundo "próspero" que "invierta en un futuro dichoso de abundancia compartida", que "sirva los intereses de muchas y no sólo de pocas personas": de nuevo, la "felicidad del mayor número", aderezada de derechos a la diferencia, la proliferación de identidades, el "poder al pueblo" y un todo verde. Algo es de notar: la reivindicación de "todas las formas laborales" contra el "culto al trabajo". No tiene caso enredar en estos propósitos a socialistas ni a comunistas, favorables a los trabajadores explotados (no al "pueblo en general"), no a los improductivos, y contrarios a los explotadores y los parásitos, así parezcan asumir "formas laborales". Por lo demás, algunos comunistas son partidarios de conservar logros capitalistas, pero sin imperialismo, y sin algo así como "crear dos, tres, muchos Estados Unidos es la consigna". En el negocio de Sanders, cabe decirlo, está otro amigo de López Obrador, el laborista británico Jeremy Corbyn, y el presidente chileno Gabriel Boric.
La Internacional Socialista se dividió hace algún tiempo y surgió una Alianza Progresista en la que también está metido el Partido Demócrata, aunque aquella agrupación no tiene mucha fuerza. Así, en vez de socialdemocracia propiamente dicha (está de capa caída, incluso en los países escandinavos), el "progresismo" se ha acercado a los Demócratas estadounidenses, cuya "ala izquierda" no puede ignorar a quiénes sirve: el gran capital financiero, el negocio verde (corporate greenwashing), el grupo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) y los grandes medios de comunicación masiva. Queda la promesa de que conduzcan a un "futuro dichoso de abundancia compartida", en vez de esfuerzo y búsqueda de solución de problemas y creatividad a partir del trabajo y los trabajadores productivos. No es que los "progresismos latinoamericanos" no tengan nada de positivo, pero no están exentos de contradicciones: no las piensan, sino que "sienten venir" la dicha y la felicidad. Es, como dijo alguien del fascismo, un "estado mental": mucho ánimo y poco análisis, frecuente acomodo y la asociación de "ideas" con "idealismo" e incluso, muy a la estadounidense, "pérdida de tiempo" en "intelectualismos". Desde otro punto de vista, la Internacional Progresista, bien leída, es la venta del american way of life apenas disfrazado. Queda lo que sigue del "pensamiento Alicia" (da click y sé feliz):