El Uruguay es un país que fue llamado por mucho tiempo "la Suiza de América", poco antes de convertirse en una Suiza con guerrilla urbana y luego en una Suiza con militares y represión.
Difícilmente se dice, pero la contracara del Uruguay más bien sencillo en comparación con la Argentina fue el país fabricante de figuras clasemedieras como Mario Benedetti o Eduardo Galeano. En esta longitud de onda, hubo que tragarse el último tiempo del izquierdista Frente Amplio, con José Mujica, gurú estanciero y próximo del libro de autoayuda y de la tontería en nombre de "la vida". Con Mujica se legalizó la marihuana y se dejó de atender uno que otro signo precursor de problemas, como el lavado de dinero.
Luego regresó la derecha, sin que se conozca la menor autocrítica del Frente Amplio, ni se diga de Mujica, que siguió con las "cosas de la vida". No era nada más cuestión de una pequeña dosis de marihuana para fines lúdicos. En el Uruguay se fue incrementando la rivalidad entre bandas por el trasiego y también el consumo de cocaína y metanfetaminas. Se pasó así del lavado al país de tránsito al de consumo de drogas duras. No fue todo: con la derecha se afianzaron narcotraficantes locales, algo de lo que no se hablaba, y desde luego que el derechista gobierno de Luis Lacalle Pou, del partido Nacional, llegó a confirmar que rara vez gobierna la derecha sin el crimen organizado. La droga empezó a llegar con más fuerza vía el Paraguay y la hidrovía Paraguay-Paraná, pasando por Rosario, importante ciudad argentina, para salir a Europa vía Montevideo, capital uruguaya. Así anda la otrora "Suiza de América", aunque tal vez sea excesivo el mote de "Narcoguay".
Los vínculos con parte de Bolivia -otra vez Santa Cruz- se evidenciaron con la captura en este país de Julio Luis Deal Barrios, narco con abierto apoyo a Lacalle y el partido Nacional. También fue capturado Jorge Pérez Betancor, narco de la alta sociedad uruguaya. Ambos han estado ligados al más importante, el también narco uruguayo Sebastián Marset. Hay más: gracias a gente como la mencionada, Uruguay está convirtiéndose también en fabricante de drogas sintéticas. Los criminales uruguayos trabajan en asociación con brasileños y argentinos. El problema está en las autoridades uruguayas: algo pasa que crece la descomposición y es desde Uruguay que empieza a llegar droga incautada en Alemania.
Que sea gente asociada con la derecha es menos extraño de lo que parece. El dictador chileno Augusto Pinochet fue uno de los pioneros del narcotráfico en el Cono Sur, al mismo tiempo que en Bolivia fue en los años '70, bajo la dictadura de Hugo Bánzer, que la muy blanca y decente Santa Cruz se fue enriqueciendo con actividades no tan decentes, pero a la vista de quien quisiera verlo. Luego hubo que disimular un poco más, después de la abierta narcodictadura de Luis García Meza. Pareció que debía atenderse la ruta hacia el norte, Colombia, desde Bolivia y Perú, pero se olvidó la salida hacia Europa, a través del poco disimulado narco Estado paraguayo, y resulta ahora que con crecimiento del tránsito a través de Chile y del Uruguay, por mencionar las recientes novedades -y por cierto que uno de los retos para el presidente chileno, Gabriel Boric, junto con el crecimiento del consumo y la distribución internas. Las "dictaduras" que detesta Boric -como la nicaraguense- no tienen estos problemas. En general, hasta ahora con la excepción del brasileño Jair Bolsonaro y del chileno José Antonio Kast, prácticamente no hay gobierno de derecha en Latinoamérica que no esté firmemente amarrado a la delincuencia. Lacalle Pou en el Uruguay no es la excepción. El problema estuvo en que la alternativa parecía ser sentarse en la estancia a hablar de "cosas de la vida". Deben ser típicas de la vida en Suiza y los libros de Mujica, como La felicidad al poder. Dados sus lujos, sus escalas en Dubai y sus cuentas, Sebastián Marset debe creer algo similar que el otro con su vochito y su casita. Antes no era exactamente así (da click en el botón de reproducción).