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martes, 19 de septiembre de 2023

NO ES POR AHÍ

 Es todo un estilo, y va más allá del tipo de invitaciones a comer o a cenar -menos, a desayunar- de intelectuales y universitarios: "ojalá puedas venir, porque van a estar X y Y", etcétera, operación de relaciones públicas y seducción como la que probablemente hizo caer al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, para pasarle luego la cuenta de la señora.

     Es, más bien, lo que se coloca al borde de la fiesta. En el periodo de entreguerras, en México, un gran líder sindicalista hacía parte de su carrera política desde Tlalpan, al sur de la Ciudad de México, con bacanales: los invitados eran convidados a intimar con muchachas del Teatro Lírico. Luego se volvió más frecuente: en la Ciudad de México con "La bandida", o en la de Guadalajara con "La comanche": "amistades", alcohol y mujeres, en apariencia de magnanimidad, pero también para sellar un poco más que amistades; complicidades. El jede de la policía capitalina en la segunda mitad de los años '70, Arturo Durazo, lo hacía a su manera. En otros países, como algunos andinos, es cuestión de saber no irse de la "farra" (la parranda), y de saber caerse -literalmente- de borracho con los "amigos". Hasta hace algún tiempo, también era cosa de saber iniciarse: con los "amigos" que invitaban las prostitutas. En Guatemala era irse a "los tamales": iniciarse entre varios con jovencitas indígenas.

      Cabe decir que son tentaciones: se puede entrar con todo cinismo, o "caer", pero el mensaje difícilmente pasa desapercibido en la mente: la invitación es a reconocerse entre iguales, al menos por un rato (o un buen rato), pero iguales en la "caída" y/o el cinismo, es decir, en la bajeza, de tal modo que la gente se "tenga agarrada". Se le puede preguntar al "periodista donde los haya" Carlos Marín sobre sus fiestas con Bernardo Gómez, de Televisa, en Valle de Bravo, o a Carlos Loret de Mola. Lo interesante es que es imposible que sea gente que salga a decir "me tienen agarrado": sale más bien a ver a quien reduce a la bajeza, llegando a creer que es parte de "la naturaleza humana", si algo hay que contarse. No es nada más cuestión de dinero o "chayote", como se le llama en México: no es simple cosa de venderse, sino de saber agregarle el ingrediente nacional-popular, que consiste en que "todos" sean "iguales" en la bajeza, si no real, fabricada. A falta de decir "me tienen agarrado", y como no es propio de la religión latinoamericana el arrepentimiento (no es América Latina tierra de Dostoievskis, pese a que uno que otro lo pretenda), sale la moral -entendida como la del "grupo"- por delante para no hacer en el fondo más que golpear, chantajear o extorsionar. Es la herencia de una parte del PRI (Partido Revolucionario Institucional), o en otros países, de hábitos de bonanzas petroleras en las que el crudo se convierte no en caudalosos ríos de leche y miel, sino de whisky: rebajar, denigrar, convencer de que hay una "naturaleza" caída y corrupta en todo el mundo, y que no espera más que una ocasión para salir, así sea en el relajo. Un anzuelo bien colocado, o alguien que, para retomar la expresión mexicana erróneamente atribuída a un presidente, "le sepa llegar al precio" (es cierto que otro decía: "ese gallo quiere maiz"). Así que la idea es que todo el mundo aspira a los placeres: mujeres, alcohol, y esa sensación señorial de "podérselas todas". Es posible de combinar con una moral de primera, así esté ausente la ética: bien observada, dicha moral sirve para destruir, no para construir nada, y para exhibir a todos en bajezas reales o supuestas, más cuando la calumnia no quema, pero tizna. Ni siquiera es moderno (en Estados Unidos u otros países centrales suele pasarse por los juicios en tribunales): es el arte militar de buscarle al otro el menor flanco débil, "darle donde más le duela".

     El resultado es la altura "moral" de darse el lujo de la agresión impune: el fuero, otra lindura del antiguo régimen en México y sus "charolazos". Ahora se puede hacer en nombre de "las libertades" -en particular, las de que todo el mundo haga lo que se le dé la gana- y "los derechos": "libertad de expresión" se entiende como fuero, también, es decir, en nombre de una supuesta "crítica al poder" (el ajeno, no el propio), libertad de darle al "público" -es más bien audiencia- un producto adulterado, es decir, la bajeza en nombre de la altura.

     No se está lejos de las encerronas de dos o tres días de un Beltrán Leyva en Tepoztlán con música, mujeres, alcohol y droga. La "idea", lo que algunos llaman "el concepto", es el mismo: tener "agarrados" a los asistentes, convertidos en cómplices, y arriesgar a uno que otro músico incauto no avisado de mayor cosa sobre el organizador de la parranda. Tal vez cierto mundo político, del espectáculo y de la policía sea muy en grande la aspiración de algún intelectual o universitario. Tampoco fueron mucha sorpresa las revelaciones de hace algún tiempo de la hija de Carlos Fuentes sobre éste.

      Todo termina en quién ha obtenido licencia y quién no para carecer de escrúpulos. No los tiene quien está "agarrado" por el grupo de tal forma que ni siquiera hay que dictarle qué hacer. Darse la autorización de agredir es, también, lo que más de un mexicano practica por ya casi 24 años al son de la banda sinaloense, u ocasionalmente, de algún grupo texano: se ostenta el mal gusto, la pésima voz, la peor música, el berrido, con el mismo propósito del periodista que encuentra todas las bajezas, creyendo que, por tener la moral por delante, la suya no se nota. ¿Es degradante? Sin fuerza para rechazarlo, la propuesta es "degradémosnos todos", hagamos de la patología lo normal, al grado de que se goce sin que se note la degradación. Es la antigua bravuconada nacional-popular ya en decadencia, pero cuya oferta implícita de impunidad sigue atrayendo para quien quiera ser "alguien". El producto es de las pocas diferencias entre el Beltrán Leyva y Marín, Loret de Mola u otros, aunque traficar con conciencias no es tan inocuo, al menos hasta el día del cansancio. Ay de las señoras: creen que hay que darle a la gente esta mezcla de oligarca y popular que es el antiguo régimen en picada, como fenómeno morboso. He aquí uno más (da click en el botón de reproducción).




FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...