Aprovechando un viaje del "primer ministro" Ariel Henry, las pandillas -calculadas en cerca de 200, y unificadas en dos grandes grupos- de la capital haitiana, Puerto Príncipe, asaltaron la penitenciaría local y liberaron a los presos, miles, aunque unos pocos se quedaron encarcelados. Henry había viajado a Kenia para asegurarse de que una fuerza de mil efectivos pudiera ayudar a los cerca de nueve mil policías que quedan en Haití. Estados Unidos y otros países sacaron a parte de su personal en Haití, pero lo cierto es que, a falta de elecciones -Henry había tratado de convocarlas para agosto de 2025-, en Haití no sólo no hay Estado, sino que no queda mucho de gobierno.
El diario El Comercio del Perú sostiene, con otros, que las pandillas "han estado presentes a lo largo de la historia de Haití", pero es falso. Durante la dictadura de los Duvalier, existía otra cosa: una formación paramilitar, los tonton macoutes, encargada de reprimir, pero sin que se tratara de "pandilleros". Tampoco parece demasiado cierto que el depuesto presidente izquierdista Jean Bertrand-Aristide tuviera a su servicio una legión de pandilleros, ni que cuente mucho otro factor mencionado por el diario aludido: el embargo a principios de los '90 que habría "afectado a la clase media". En cambio, como lo señala el mismo El Comercio, no es de descartar que medidas implantadas por el Banco Mundial para importar arroz estadounidense hayan afectado negativamente al campo haitiano obligando a muchos a migrar a una capital sin oportunidades.
Las pandillas fueron utilizadas por gobiernos de Tét Kalé, de derecha, para reprimir a la población civil descontenta, por más que ahora uno que otro líder quiera erigirse en "reyezuelo revolucionario". En algunos países de América Latina se han tenido o se tienen duras experiencias con el lumpen, suponiendo que sea sólo "de abajo". Las pandillas salvadoreñas, o maras, erradicadas hoy por el gobierno de Nayib Bukele, fueron toleradas por la oligarquía local, aliada con ellas (Alianza Republicana Nacionalista -ARENA), por Estados Unidos, que nunca dió la voz de alarma, e incluso por las "treguas" del izquierdista FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Para quienes propalan una supuesta "violación de Derechos Humanos", en El Salvador, de 75 mil detenidos, han sido liberados siete mil inocentes, por lo que no se trata de ir de cacería por las calles para agarrar a cualquiera y condenarlo sin causa a años de prisión. Siete mil no es una cifra baja. La situación en el Ecuador es extraña: los problemas con las "pandillas-franquicia" de cárteles de la droga se calmaron tan pronto como Estados Unidos obtuvo los derechos que quería recuperar en el país sudamericano. La pregunta que se abre es hasta donde el lumpen no es tolerado como elemento de "disuasión" de cualquier cambio que vaya en otra dirección que la esperada por la alianza entre Estados Unidos y la oligarquía local. Si bien la delincuencia se ha propagado en Puerto Príncipe, paralizando algunas actividades fundamentales, el mapa de presencia de las pandillas que presenta El Comercio muestra, pese a que se diga que el pandillerismo controla el 80 % de la capital, formas de presencia localizadas de las cuales una parte de la población parece haber creído salir indemne. Lo de las "solidaridades" está por verse, puesto que las pandillas proponen las suyas como forma extrema de existencia de la familia, fanmi, para "vivir juntos" (Vivre Ensemble). Ahora resulta que, como en el ghetto, todo el mundo "es familia". Aristide, a su manera, era "la familia Avalancha" (Fanmi Lavalás). Nunca está de más insistir en la importancia que tiene la familia para la mafia. No significa más que la familia es lo que queda cuando ya no hay sociedad, y a condición de estar en la familia correcta. Es para gente del subdesarrollo (a los salseros puertorriqueños les encanta hablar de "familia" para todo): parece el valor principal cuando todo se cae, siempre sin que quede claro de qué vive la familia, es decir, si acaso el trabajo no es más importante que la familia, aunque sea porque ésta tiene que reproducirse y asegurar necesidades básicas. La degeneración está en el modo "de abajo" de algunos de no ganarse la vida de manera honrada, sino como los "de arriba": con cualquier negocio, así sea el del secuestro que prolifera en Puerto Príncipe. Puede ser también tráfico de droga o de combustible, hasta que el lumpen llega por momentos a chantajear a quienes se sirvieron de él, como la derecha haitiana de Tét Kalé. Resulta que G-9 y G-Pép también quieren su parte de pastel (da click en el botón de reproducción).