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domingo, 14 de abril de 2024

LAS BUENAS CONCIENCIAS

 Dejemos de lado el legalismo formal para capear el temporal internacional y dar la apariencia de estado de derecho, procediendo a otro engaño con una finta: la Justicia ecuatoriana, o lo que parece tal,  resolvió a través de un tribunal que la detención del ex vicepresidente Jorge Glas en la embajada mexicana en el Ecuador fue "ilegal" y "arbitraria", y que correspondería la "inmediata libertad", si no fuera porque tiene otros procesos pendientes, por lo que debe continuar preso en la cárcel de La Roca. Se trata de procesos anteriores (casos "Odebrecht" y "Sobornos"), que ameritarían ocho años de cárcel, por lo que Glas, que ya tiene cinco, debe cumplir con todavía cerca de tres. Los casos mencionados tan no se sostienen que Glas ya estaba en libertad cuando se le fue a inventar el asunto del terremoto de Manabí. De alguna manera, se reconoce lo que está internacionalmente en el aire, en el sentido de que Glas debe volver a la situación previa a la de su captura en la sede diplomática mexicana, y se trata de salvar la cara (incluso ante el hecho de que la ley nacional ecuatoriana no permite el allanamiento de sedes diplomáticas), pero manteniendo una persecución absurda contra Glas, puesto que los dos casos mencionados se desvanecieron. Hace rato que los culpables de haber fabricado el caso -llegando a sembrar un pendrive - hablaron, como lo hizo Dalo Bucaram, por cierto que en un gesto raro para un latinoamericano, ya que en América Latina no suele darse el arrepentimiento, sino la creencia en el "genio y figura, hasta la sepultura".

       El resultado puede parecer contradictorio: Glas es inocente, por lo que debe seguir en prisión. Desde cierto punto de vista, es de lo más comprensible: Glas es tan inocente que se conduce con rectitud donde muchos consideran que es garantía de no llegar a ningún lado, por lo que es preferible "tener intereses" y no ver más que por uno mismo (y la familia y el grupo), así haya que pasar por encima del prójimo para obtener algún beneficio. Es el "sentido común", "folclore de la filosofía", que indica servir al poder, servirse del poder, tener su parte de reparto en "la patria del tongo" -como la llama Glas- y "hacer como todos": si la rectitud diera frutos, Glas no estaría en La Roca ni el ex presidente Rafael Correa asilado en Bélgica, por no perseguir "sus intereses personales" sino por creer en "abstracciones" características de gente "idealista", del tipo "la patria" o el "bien público", cosas de ilusos en el seguramente existente monólogo interior de más de uno. No se trata de gente improvisada, ni inexperta, ni inconsciente, sino que en algún momento decidió jugar a las escondidillas con su conciencia y creerse que el engaño es lo normal. En suma, es gente que se cree normal, que cuida sus intereses y las comodidades que resulten del reparto y de posicionarse adecuadamente, y que encuentra ocioso y pérdida de tiempo -o franco riesgo- valores como los de Glas o Correa, para el caso, "desviados" y que dudosamente escaparían a la "norma": posiblemente no sean más que gente ordinaria que también sigue "intereses" y busca beneficios personales, por lo que se está en plena disposición de creer que, después de todo, "ellos también", puesto que "son humanos" y "falibles". Si no estuvieran cuidando "intereses", no se asilarían en Bélgica o no buscarían asilo en la embajada mexicana. El poder no se equivoca, y tiene razón incluso cuando necesita fabricar algo para garantizar la normalidad: si Glas, por ser inocente, quedara libre, la norma sería otra y tendrían que ser socialmente señalados como "desviados" quienes se convencen o buscan convencer -desde el mundo mediático o desde el aparato Judicial- de que Glas o Correa son capaces de cualquier trapacería. Como somos "falibles" y "humanos", en realidad todos "lo" hacemos, porque es el camino señalado para "ser alguien" -en algo mediático, por ejemplo- o para "tener" -en las recompensas al mundo Judicial. No queda claro, si todos somos iguales en esta "naturaleza falible", en nombre de qué gente como Correa se toma la libertad de hacer ciertos juicios de lo más "tontos", propios de un "don nadie" que no sabe de realismo ni de "intereses".

       La nueva "idea" es que Glas debe seguir en prisión porque tiene dos casos por los cuales había conseguido libertad provisional. El asunto es, en primer lugar, de las buenas conciencias que tan bien retratara en una novela del mismo nombre el escritor mexicano Carlos Fuentes, así que vamos a "esconder el muertito"; no arrepentirse, aunque Abdalá "Dalo" Bucaram diga que es una forma de aprender, porque no interesa ningún aprendizaje sino cuidar intereses, manejar la imagen y no correr ni el más mínimo riesgo; y si de intereses se trata, además de los que tuvieron los Bucaram, utilizados contra Glas por el presidente Lenín Moreno (quien hizo fabricar el pendrive a ser sembrado), es normal que, en un asunto de petróleo, Estados Unidos los tenga en hundir a Glas, generador de una matriz energética ecuatoriana proclive a la soberanía e incómoda. La resolución más reciente sobre Glas es otra vez propia de la malicia para buscar un arreglo internacional "que satisfaga a las dos partes" (México y Ecuador), puesto que Naciones Unidas llamó como Estados Unidos a una conciliación que seguramente cuente con el olvido.

       De hecho, pese al ademán histriónico ecuatoriano de indignación por lo dicho por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, en el Ecuador no se ha hecho mayos esfuerzo por terminar de aclarar la ejecución del presidenciable Fernando Villavicencio, que presenta algunas similitudes con la del presidente haitiano Jovenel Moise: luego de que la mayoría de los sicarios participantes fueran asesinados, los policías que custodiaban al candidato temen por su vida y no han asistido a las citas con la Comisión de la Asamblea destinada a investigar el caso: "se está viendo poco interés en esta investigación de parte de toda la Policía Nacional", constató según el portal Primicias la asambleísta Viviana Zambrano. Y éso que presuntamente se conoce a los autores intelectuales. Nada que hacer si "los intereses", muy terrenales, dictan que es preferible no encarcelar culpables (tampoco Moreno ni Bucaram hijo, para no hablar del presidente Guillermo Lasso). El mensaje social es que la rectitud es una conducta punible y "tonta" y que delinquir puede resultar en impunidad y hasta en facilidades para fugarse, como las obtenidas por el narcotraficante Fito Macías.

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