Como Marx, Engels y Lenin trabajaron en sociedades de despegue industrial (de "maquinaria y gran industria") y parcialmente agrarias (o muy agrarias, como en el caso de Rusia), la historia del socialismo quedó en buena medida ligada a la creencia de que el sujeto del cambio era la "clase obrera", aunque la Unión Soviética no se lo creyó tanto (durante un tramo incluyó a obreros, campesinos...y trabajadores intelectuales, antes de ir a dar en vaguedades sobre el "pueblo"). La Revolución China de 1949 dió en la creencia en un papel importante de los campesinos, aunque éstos incluyen desde propietarios privados de medios de producción hasta jornaleros agrícolas. La palabra "proletariado" se ganó su equivalencia de broma con "pobretariado": se dió en plena creencia de que el sujeto del cambio era el trabajador manual y el hombre de manos callosas, hasta llegar hasta cierto punto al miserabilismo. El cambio debía venir del harapo y la mesa sin mantel. Al poco rato ya se estaba en los "condenados de la Tierra" de Fanon, hasta dar en una mescolanza sin trabajadores, pero con "masas", "pobres", "excluídos" y todo lo que el capitalismo consiguió recuperar. En el camino de quedó la idea de que, en realidad, era el trabajo el que estaba en el centro de la teoría de Marx. Se vulgarizó tanto la "causa" que la derecha sugiere que, palabras más, palabras menos, el socialismo es cosa de "pobres" (muy de José Martí: "con los pobres de la Tierra/quiero mi suerte echar") y de que el poder lo tome una horda digna de las "Urdes" de Luis Buñuel. Es asunto de lo que quedó de la izquierda -en particular, la no comunista- si a estas alturas el "proletariado" de antaño -que designaba en realidad el mundo del trabajo- se quedó en una ensalada como la indicada más arriba, y que se resume en algo así como la "filosofía Azcárraga": para los "jodidos". Que se haya hablado de trabajadores de la ciudad y del campo, además de trabajadores intelectuales, no tiene que ver con la ensalada descrita que, a fin de cuentas, se quedó sin sujeto propio -en la izquierda-, como a fin de cuentas lo reconocen por ejemplo Jorge G. Castañeda y Joel Ortega sobre México en Las dos izquierdas, de publicación reciente. Si acaso, la Revolución Cubana nunca escondió demasiado que el lugar lo tenía "la clase media", que ya iba de moda. Hasta los '70 u '80 había gente que iba a agitar en fábricas creyendo estar al borde de la toma de Palacio, para no hablar de creencias más brutales como las de Sendero Luminoso en Perú, que logró que fueran identificados "izquierdista" y "terruco" (terrorista). Así que lo radical es mezcla de hambreado y terrorista, como alguien de Hamás, y no faltará quien se ponga la pashmina o se deje la barba estilo islámico creyendo sumar a lo hambreado un toque "rebelde" y "combatiente", hay que agregar que ajeno al mundo del trabajo y como deformación del guerrillero de antaño. Para más señas, los últimos líderes obreros, salvo excepciones, estaban en México a finales de los '50 (!casi un siglo atrás!), tipo Demetrio Vallejo o Valentín Campa, y los últimos campesinos a la vuelta de esos años (como Rubén Jaramillo). Si acaso, quedó la vaguedad del "amor al pueblo", entre peña de música folclórica y demagogia para los llamados eufemísticamente "vulnerables".
Lo anterior viene a cuento en parte porque la Internacional Progresista de Bernie Sanders propone un "postcapitalismo" en el que, dice, "valgan todas las formas laborales" y se elimine el "culto al trabajo". Cierto que no se trata de culto al trabajo porque sí. No queda claro si es una referencia al "stajanovismo" soviético, que premiaba al mejor trabajador sobre todo en cantidad. También puede ser referencia a ciertas creencias del autodenominado "neoliberalismo": el ex presidente Vicente Fox, sin tener en cuenta el grado de explotación brutal por pago bajo que hay en México, considera que es "trabajando duro" (¿para vender gelatinas?) que se sale de pobre, como si el mexicano promedio estuviera durmiendo con un sarape bajo un cáctus o meciéndose en una hamaca en el trópico. Sucede en realidad que México es de los países del mundo donde más se trabaja por menos, y con unos empresarios inconscientes (El empresario inconsciente, de Hernán Gómez Bruera, es un muy buen estudio sobre el tema), al grado que es visible cómo dichos empresarios no se molestan ni en una capacitación mínima. El culto al trabajo debe ser la creencia de que todo está en "echarle muchas ganas" y en éso de "no recibir pescado, sino caña de pescar".
Lo de "todas las formas laborales" es de lo más impreciso, hoy que "trabajo" se confunde con "empleo" y "ocupación" y que no pareciera haber forma clara de determinar la utilidad social, porque sería tal vez "autoritario". A este ritmo, son "formas laborales" (!!!) desde una comida de negocios hasta un show de payasito en una esquina para ganarse unas monedas. "Todas las formas laborales" querría decir "todo lo que deja dinero", tal vez, para lo cual tan útil es ser lanchero en el puerto de Acapulco que tener un "postdoc", sin que se tome en cuenta toda una herencia de debate sobre trabajo manual y trabajo intelectual y otras: el empleo u ocupación que consiste en meter las maletas en la cajuela de un taxi es lo mismo que el de un ingeniero o que el "trabajo" de un político y sus asesores, que puede ser oratoria y desfile de acto protocolario en acto protocolario para en realidad no hacer estrictamente nada. Se dirá también que la prostitución es una "forma laboral" (un sexoservicio) y que lo es el trabajo de un actor o una actriz porno.
Suena en la Internacional Progresista a otro "paso a la acción" sin ningún esfuerzo teórico de nada, porque el pragmatismo estadounidense con pizca de Heidegger lo detesta. Como Marx dijo que "los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, y que de lo que se trata es de transformarlo" (la tesis XI sobre Feuerbach), mayor teoría no hay. Y resulta que no hay mayor teoría ni verdadera capacidad para identificar algún sujeto sólido del cambio (no "significantes volando" en el estilo de Ernesto Laclau, quien quiso inventarse un nuevo populismo): después de todo, el capitalismo es el que mejor vende la idea del cambio y de que "tú haces el cambio", para lo que no se necesita ninguna concepción sino make it, tener "el modo" o "el instrumento" para "hacerlo", técnica. Just do it, "sólo hazlo". Y no "le" pienses, no "lo" pienses, "ni" le pienses, deja de pensarlo tanto, hay que estar siempre en acción -salvo que se escoja la meditación para limitarse a un haiku. También le pasa a algunos comunistas: sujeto o teoría, ni idea. Renunciar a prácticamente todo puede parecer conveniente para el acomodo -no perder electores ni "oferta electoral", y en esta medida exento de consecuencias, algo extraño en una sociedad en la que se trabaja y mucho, pero también se rivaliza demasiado. El último apaga la luz. (viejos tiempos de derechos civiles: da click en el botón de reproducción).