Es frecuente hoy hablar de crisis de la educación. Parte de esta crisis se refleja en algunos lugares en el modo en que los padres de familia tratan a los maestros, como si fueran empleadas domésticas. También puede verse el pago, con frecuencia bajo para los maestros, en más de una ocasión obligados a trabajar en condiciones muy difíciles. Los medios de comunicación masiva, según puede verse por ejemplo en México, hace rato que denigran al maestro, como si fuera el "profesor Jirafales", la clase algo así como una fiesta y el "profe" digno de una comedia de Jorge Ortiz de Pinedo. No es un secreto que en la principal potencia del mundo, Estados Unidos, fuera de lugares de punta la educación no siempre es buena y la actitud de los estudiantes, menos todavía. En países como Francia, es una proeza mantenerse como maestro en los suburbios. En otros, como Colombia, algunos han renunciado al no poder con estudiantes llamados "nativos digitales". En Cuba, según reporta el portal Rebelión, no falta el maestro más preocupado por cumplir con indicadores que con el contenido de lo que enseña. Lo curioso es que se tiende a pedir mejores cualificaciones, pero al mismo tiempo las estructuras de poder en los centros de enseñanza no las garantizan. Los contenidos de la educación no se mueven según los requisitos de la educación misma y su función social, sino los dictados de organismos internacionales que emparejan todo, como si fuera lo mismo lo requerido en un país central que en uno periférico. Tampoco es un misterio la proliferación de centros de enseñanza fraudulentos, como en el Perú, con uno de los peores niveles educativos de América Latina. Más de un maestro se queja del bajo nivel del alumnado, pero más de un alumno se queja de que el maestro no se preocupa realmente por enseñar: no falta el que crea que maestro es un lugar de poder, ni el que haga demagogia complaciendo en todo al alumnado "cliente". Debería preocupar que, en México, la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, doctora, se rodee de gente como el ex rector universitario y "chapulín" Juan Ramón de la Fuente. Nadie se atreve a decirle a Sheinbaum que su "universidad" Rosario Castellanos no es tal, habida cuenta de su diseño de planes de estudio: a duras penas entró una Licenciatura en Filosofía e Historia que se propone "intervenir en procesos de innovación, ciencia y tecnología". La universidad pública misma, si bien tiene alguna tradición que subsiste, se orilla a convertirse en tecnológico.
Perdidos otros horizontes, no se trata de transformar el mundo sino de adaptarse a él, según el conformismo darwinista imperante. El desinterés por la Historia es creciente, porque parece no "servir para nada", lo que se reforzó con las creencias -no ideas- instaladas a raíz del desplome de la Unión Soviética en 1991. Por el futuro no conviene preocuparse en un mundo que no sale de la inmediatez y la coyuntura, no incita a prevér, no ofrece más que potenciales apocalipsis -climáticos, bélicos, etcétera- y llama a "vivir el momento" o cada instante como si fuera el último. La mercantilización se ceba en los jóvenes: se supone que son un ideal, ya que hay que "ser siempre joven" y prácticamente evitar la madurez e instalarse en la eterna adolescencia-. Son clientes predilectos y los mejor estafados: no se les ofrece ya educación, sino "formación", lo mínimo para desempeñarse en el mercado laboral. Y para ésto no necesitan saber del pasado ni prever: adelantar distintas formas de apocalipsis y andar en la escatología es una forma de fomentar el conformismo y el "sálvese quien pueda" (pero "yo primero").
En los países periféricos, la clase dominante, además de aliada con el extranjero, no ha sabido ser clase dirigente, que "dé una dirección", puesto que se trata de compartir lo que viene de afuera, no de hacer un camino propio, y se mantiene así a la población en la ignorancia, siendo que, por lo demás, las clases dominante y "media" suelen ser también bastante ignorantes y hasta ufanarse de ello (basta con ver el "nivel" de empresarios mexicanos como Ricardo Salinas Pliego o Carlos Slim, o el lenguaje y la actitud de la gente de la "marea rosa" y su incapacidad para generar ideas). Como lo explicara alguna ez el estudioso Jurgen Schuldt, en un país periférico la clase dominante puede conocer más del centro que del interior más cercano: más de Vail que de fuera de Interlomas. Así sea con veneno, en caso de coronavirus se corre a vacunarse en los Estados Unidos y el "paisito" de residencia, si no rinde para eneficio propio, no es más que una fuente de males. Así que, como se comparte ante todo con lo extranjero (en éso dan igual Sheinbaum que Xóchitl Gálvez), no hay mucho de compartido con lo interno y, por lo tanto, tampoco mayor razón para dirigir y, al hacer, educar, e-ducere, conducir.
El otro aspecto es que la educación, a diferencia de las maneras de Carreño o de la formación para el mercado laboral, estaba ligada a la idea de emancipación, cancelada, lo que sabía toda familia mexicana hasta hace algún tiempo, en estratos bajos: tener educación no era nada más asunto de movilidad social, sino de tener "clase", por así decirlo, porque educarse significaba esfuerzo y, por ende, trabajo. Ahora se pasa por el dinero y el consumo de marcas, y no hay mayor cosa de la cual emanciparse, sino que hay que arreglárselas para competir por encontrar un lugar bajo el sol que, se supone, sale ya para todos, salvo quienes se "autoexcluyen": para jóvenes, mujeres, minorías, todas las razas, los discapacitados, los veganos y los amantes de los animales. ¿Liberarse de qué si desde hace un buen rato hay una naturaleza humana dada y es normal competir contra otro? No se habla ya de género humano, sino de especie, o de animales humanos o no humanos: lo demás es la sobrevivencia del más apto, o el que cree serlo. Por lo demás, más de un asunto está automatizado. Ya no es necesario educar y, para el resto, hace rato que se cree posible vivir sin pensar (el libro de Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento, es de décadas atrás). La cosa, como hay siempre algo de fiesta de masas, es participar, "tomar parte", y no hacerse de criterio propio a través del aprendizaje. Dos cosas, entonces, en contra del futuro de la educación, que no interesa mucho, a diferencia de la formación para competir: un viejo desinterés en el país periférico, para el cual lo extranjero es siempre mejor; y un nuevo desinterés por nihilismo, es decir, porque ya no hay la creencia de que la educación y el aprendizaje sirvan para emanciparse, puesto que no hay de qué y, si acaso, el futuro no es más que una catástrofe (con lo reconfortante que tiene para competir sin luchar, y ser conformista). Otra cosa de tantas perdida sin que se quieran abordar las consecuencias: ¿las libertades, de qué?¿De exhibirse como ignorante de manera desacomplejada, como Xóchitl Gálvez y los de la "marea rosa", o creyendo como Sheinbaum que la Historia se hace por decreto y desde 1968? (da click en el botón de reproducción).