Parte de la eficacia de la ideología está en operar lo que se conoce como "desplazamiento": algo secundario o de detalle cobra la mayor relevancia y lo importante queda relegado a segundo plano. Algunos se quedaron en México en Pancho Villa burlándose de los americanos, y ahora las cosas se presentan así: en Estados Unidos, el mexicano aparece como el villano que envenena a los jóvenes víctimas de la droga; en México, el mismo villano se convierte en héroe que se burla del gobierno y de la migra y otros estadounidenses, a modo de revancha. Es lo que "dicen" y lo que "se mira", porque en los medios de comunicación todo el mundo "lo vio clarito". Luego se enredan las cosas y cualquier verdad queda como asunto de detalle, nimio y sin relevancia, algo que no se razona. El narco acaba casi como el último reducto del nacionalismo. Lástima, porque no es así.
Desde mediados de los años '80, en medio de lo que descubrió el periodista Manuel Buendía antes de ser asesinado, parte del pacto fue que el Cártel de Guadalajara -de sinaloenses- permitiera llevar armas a la contra nicaraguense a cambio de que aquél pudiera meter droga a Estados Unidos, arreglo en el que tomó parte la Central de Inteligencia Americana (CIA): esto quiere decir, simplemente, que narcos mexicanos trabajaban para una agencia de espionaje estadounidense, a cambio de impunidad. Desafortunadamente para él, Enrique "Kiki" Camarena lo descubrió o estuvo cerca de hacerlo, y lo pagó con su vida cuando a los "descubiertos" se les pasó la mano en la tortura. Camarena era de otra agencia, la DEA (Drug Enforcement Agency, o Agencia para el Control de Drogas). Desde entonces, queriendo controlarlo, los estadounidenses se disputaban entre sí el control, así que Camarena fue víctima, en buena medida, de este relajo entre estadounidenses.
Nunca hubo en México con el presidente Felipe Calderón ninguna "guerra contra las drogas", sino un acuerdo con el Cártel de Sinaloa para privilegiarlo contra otros, por distintos motivos, a lo que se dedicó el mandatario y le entró con muchas ganas el secretario de Seguridad, Genaro García Luna, hoy preso en el lugar en el que se fue a hacer negocios: Estados Unidos. Como jefe del Cártel, el Mayo Ismael Zambada -que tenía su espacio en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) -daba información a la DEA, y estos vínculos quedaron plasmados en El traidor, libro de Anabel Hernández en el que "canta" un hijo de Zambada. Dicho de otro modo, Zambada fue largamente tolerado y cooperaba con los estadounidenses, nada más que no quedó finalmente en manos de la DEA, sino del FBI (Federal Bureau of Investigation). Fue detenido con Joaquín Guzmán López, un "Chapito", hijo de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Resulta que ese "Chapito", como su hermano Ovidio Guzmán López, no son claves en el actual tráfico de droga, sino que lo son los Guzmán Salazar, la otra rama de descendientes de Guzmán Loera (Iván Archivaldo y Jesús Alfredo). Es al punto que, cuando lo detuvieron, Ovidio Guzmán casi salió en el estilo de "Lupita" d'Alessio: "yo no soy el que creen". Tampoco lo era Edgar Valdéz Villareal, La Barbie, muerto de risa cuando supuestamente lo capturaron: era un infiltrado de la DEA. Los contactos de los héroes nacionales con Estados Unidos no son pocos, en particular con agencias estadounidenses, como la DEA. Cuando cayó Joaquín El Chapo Guzmán, queda por saber si no con un anzuelo a través del actor estadounidense Sean Penn, fue extraditado a toda velocidad y metido en la congeladora para silenciarlo, como García Luna. Campeones de la maña, los narcos mexicanos son utilizados y desechados según lo requiera Estados Unidos, según las circunstancias y la orientación del negocio. A veces, el gobierno mexicano ni se entera y no puede explicar cómo de una avioneta con un pasajero que sube se bajan tres, o cómo El Chapo cae de manera tan chusca entre una coladera de Los Mochis y un motel de mala muerte. Lo más hermoso es que las cosas se presentan como "la caída del villano que enfrentará a la Justicia", es decir que Estados Unidos es el "señor Justicia", cuando en realidad tiene las manos metidas hasta las cachas en el negocio para "regentearlo", y los héroes del nacionalismo mexicano no son ni tan héroes, ni tan patrióticos. Simplemente, se optó por la jubilación del Mayo, cualquiera haya sido la forma, si voluntaria o con anzuelo, por si Guzmán López hubiera sido informante del FBI. Si es el caso, da igual entrega que "secuestro", puesto que, de no querer pasar al Mayo a retiro, Estados Unidos habría seguido haciéndose de la vista gorda con el viejón. Fuerte habría sido que hubiera caído algún Guzmán Salazar, porque entonces habría querido decir que alguna mosca le picó al gringo y optó por ponerle límites, entre otras cosas, al negocio del fentanilo. Por lo pronto, ahora resulta que hasta un "Chapito" se arregla con Estados Unidos y el FBI. Y luego se sale a declarar que México es un país soberano. Con la pena con quienes presumen al "México bronco", se hacen de la vista gorda con "los pesados", y adoptan a Jesús Malverde o a la Santa Muerte. Volviendo sobre lo sugerido por Carlos Ramírez en El Independiente, Estados Unidos tiene sus primacías geopolíticas para decidir lo que le conviene o no a México, y con quién.
Si en algún momento la periodista Anabel Hernández hizo un trabajo importante, después cuando menos no tuvo problema en creerse cualquier cosa que le "filtraran" los estadounidenses, como si fueran gente de un formidable apego a la ley y valiera lo que dice cualquier testigo protegido, lo que no impide que Chiapas, con gobierno oficialista, se haya salido de control: el "Comandante Tacho", una de las glorias de la izquierda neozapatista y de anuncios de muebles, terminó ganándose la vida traficando con migrantes, al tiempo que una parte del "pueblo" optó por el franco aplauso al Cártel-que-todos-quieren, de la misma manera en que en Sonora se le quitó al mismo grupo el estorbo del Cártel de Caborca, hasta donde Rafael Caro Quintero no había entendido bien el asunto de su jubilación y roto las reglas que privilegian a una parte de "los Chapitos", cuyas andanzas no son muy secretas, como tampoco los lugares donde ponen sus retenes
Si parte de la llegada a Chiapas fue para control de la frontera, hace rato que quien fuera secretaria de Gobernación al principio del sexenio, Olga Sánchez Cordero, "medio" dijo tímidamente lo que era posible saber averiguando un poco: las "caravanas de migrantes" estaban financiadas por magnates desde Estados Unidos, sin nada de espontáneas, para crearle problemas a México con el presidente Donald J. Trump, y sin que el gobierno mexicano reclamara gran cosa, más allá de algo al "líder" Irineo Mújica Alzate. Encima, la presidente electa de México, Claudia Sheinbaum, hará caso del asunto de "los 43" de Ayotzinapa sin siquiera fijarse, sino por demagogia: es el mismo magnate que mete las manos, sin que a nadie se le ocurra pedir de ciertas "organizaciones de la sociedad civil" u "organismos no gubernamentales" que transparenten el origen de sus recursos. Es que, incluyendo a Sánchez Cordero y al ex presidente Ernesto Zedillo, la Open Society (junto con Human Rights Watch) se agencia gente -incluido el feminismo en la universidad pública- para liberalizar las drogas (además del aborto) y, en otras ocasiones, para andar molestando al ejército mexicano, lo que por lo demás puede ir junto. No está reñido molestar así y al mismo tiempo manipular para controlar el negocio de toda droga: si Don Ismael (!), con un curriculum de 60 años sin ser molestado, pasa a ser congelado y silenciado y los Guzmán Salazar siguen, mientras los otros "Chapitos" cooperan con el FBI, que después no se diga que México es soberano y no una versión de Puerto Rico. Para el caso, el tema no es con quién le irá menos mal al país, a menos que a algunos...les esté yendo bien a costa del país y agarrados de años de predominio Demócrata (unas tres décadas o poco más). Deben ser parte de los que creen que es México que, por sus migrantes y por el libre comercio, tiene a Estados Unidos agarrado de donde les platiqué. Parte de la ideología es también presentar las cosas al revés: o sea, equivocarse de cojones, creyendo que los propios son los del socio más grande del mundo (da click en el botón de reproducción). Ahorita nos devuelven Dallas y Colorado, porque mandamos "nosotros". O sea: Colorín Colorado.