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domingo, 13 de octubre de 2024

CUANDO ESTÁ MUY EN CHINO

 No es exagerado decir que en Occidente o tal vez también en Japón se entiende poco de Rusia, y se cree además entender de China. Desafortunadamente, incluso el movimiento comunista internacional está dividido sobre estos dos países, considerados "imperialistas" por quienes enfilan detrás del partido comunista griego. Parte de la izquierda se agarra de China como de un clavo ardiendo, nada más porque este país asiático se autodenomina socialista, y a uno que otro quizás le parezca que en Rusia está la Unión Soviética, por la manera en que los rusos se enfrentan con Estados Unidos y la Unión Europea (UE). O "imperialista" es una vaguedad, o remite a características precisas: ni Rusia ni China se consideran superiores a nadie, ni se meten mayormente en política ajena, cualquiera sea la opinión que se tenga sobre el conflicto en Ucrania. No es raro que los mismos que critican a Rusia por su presencia militar en el Este "ucraniano" estén entre quienes encuentran de lo más normal la previa anexión de Crimea, sobre la que nadie dice mayor cosa. Ni siquiera hay expansionismo "panruso", o los rusos ya estuvieran en la frontera con Moldavia. Rusia es un país limitado en exportación de mercancías, salvo en algunos rubros como el petróleo, el gas y el trigo (nada característico de un país imperialista), y en exportación de capital (inversión en el exterior). China es distinta, puesto que es el gran socio comercial del mundo -Rusia incluida- y exporta capital, invirtiendo en el exterior. Al mismo tiempo, China por lo general evita meterse en política de otros países o intervenir militarmente, al igual que Rusia, excepción hecha de Ucrania, salvo que Rusia es la acosada. Salvo rasgos aíslados, ninguno de estos países reúne las características de un imperio, ni siquiera porque, poniéndose a tono, lleguen a remitir a antiguas tradiciones imperiales, como el confucianismo o la religión ortodoxa, en este segundo caso, bastante a medias. Lo que entre otras cosas reivindica Rusia del pasado zarista es el momento en que, a principios del siglo XX, se buscó fortalecer el capitalismo, y a lo sumo ambos países tienen cierto síndrome de "gran potencia".

      Los dos elementos que distinguen a Rusia y China para garantizar la cohesión de cada uno son un fuerte nacionalismo, o patriotismo, y un papel no desdeñable del Estado, si bien el papel del sector privado en China es enorme. La diferencia con Occidente radica en que, en éste, en muchos lugares el Estado se ha debilitado mucho, y de igual modo, el sentimiento de pertenencia nacional. Ya no es nada más en África que se habla de "Estados fallidos". A su vez, pese al keynesianismo militar, los estadounidenses están lejos de ser "estatistas", y en la Unión Europea (UE) más de un Estado se ha debilitado por el traslado de decisiones antes soberanas a "la gente de Bruselas". Así, quienes son dizque "liberales" y se asocian con los libertarios rara vez consideran al Estado, considerado un peligro de "obesidad" o de "autoritarismo", y tienen en la nación algo que han dejado con frecuencia de entender o de ver con patriotismo. Un rebrote de nacionalismo suele ser calificado casi de "fascista" por quienes, a estas alturas, son en gran medida cosmopolitas ante todo. Al mismo tiempo, dada esta tendencia, no debe extrañar que surjan fenómenos como el argentino de Javier Milei, "motosierra" contra el Estado. Parte de la diferencia está en que a Rusia y en cierta medida a China los acosan, no a Occidente o Japón, por lo que se mantienen cierto estatismo y un nacionalismo fuertes. Si hay otra diferencia, es que Occidente está en manos de la alta finanza y Rusia y China, en cambio, no, siendo más países productivos.

      Lo anterior no termina de explicar muchas cosas. Para quienes se agarran de China, la incógnita está en saber si es algún modelo de algo, porque mucho de lo chino es en realidad "extranjero en china", dada una muy fuerte apertura al exterior: China dirá lo que quiera, pero el estatismo y el nacionalismo tienen mucho de "política" y no tanto de economía, a tal grado que el país asiático es muy dependiente de los imperialismos estadounidense, japonés y de la UE, por lo que se trata de andarse con cuidado y no confrontar. Rusia, en cambio, es un país más soberano: dicho de otro modo, puede encontrar un "motor interno" que China no tiene tan seguro; Rusia es más independiente, China es muy dependiente. Se omite con frecuencia que Rusia, pese a sus limitaciones, es la quinta potencia mundial y, a diferencia de China, un país de ingreso medio alto (China es de ingreso medio mediano alto). Si Estados Unidos sigue siendo la gran potencia, y el mundo en general está bajo fuertísima influencia de la alianza Estados Unidos-UE-Japón, China es dependiente de ésta, no así Rusia. El problema está en saber si China puede llegar a un tipo de desenvolvimiento endógeno, o si el "modelo", más allá del comercio, es la apertura a lo que caiga. Si Estados Unidos sigue siendo la gran potencia, lo es de consumo y finanzas, como para parasitar a medio mundo, y extender lo propio del imperialismo, que es el parasitismo. Que se extienda es también a falta de Estado y nación, en particular en lo económico, lo que arroja por lo demás dudas sobre China. Lo paradójico es que una alternativa al capitalismo no es, según lo mostró el siglo XX, la "Estadolatría", ni el encierro en el nacionalismo. Paradójico porque, al mismo tiempo que cae en lo parasitario, Occidente está más adelantado si se trata de reducir el gigantismo estatal, así sea mediante formas de "medievalización"; y en este caso, Rusia y China están en un mayor atraso. Lo anterior no quiere decir que, para terminar de avanzar, haya que pasar forzosamente por el probable "caos controlado" occidental, dejándoselo todo a las gigantescas corporaciones. Lo seguro es que una contradicción actual, salvo error de cálculo de algún tonto, está en que el mundo está al mismo tiempo en too big to fail y en too big to survive (al mismo tiempo demasiado grande para caerse y demasiado grande para sobrevivir). Rusia y China no dejan mucho lugar a dudas, porque no son países divididos; muchos en Occidente, en cambio, están partidos a la mitad y, si no hay correctivos, en vías de descomponerse para que quienes "hicieron su apuesta" -sobre la base de lo que pareció "de lo más evidente"- se pongan, salvo excepciones (y se está terminando la hora de defender a Cuba, en cuyos aeropuertos como el de La Habana, la capital, no sale una maleta entera por el gran deporte del robo), a buscar en lo que es un laberinto de inseguridad y precariedad muy "medievalizante". Estados maltrechos, naciones a medias y divisiones sociales notorias: la bifurcación está, pero si no hay cómo leer las señales...(da click en el botón de reproducción).



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