La gente en México tiende a veces a creerse que es el país de la fiesta por excelencia, pero en todo caso hay muchas formas de entenderla. Una es la fiesta de pueblo, y otra la fiesta en casa de alguna persona de dinero. Lo que en el pueblo es andar "perdido de borracho" o ""hasta las manitas" puede ser entre gente acomodada "tener mucha chispa". Desde los años '70, tiempo de John Travolta, en ciertos sectores la "fiestecilla" puede ser sobre todo algo de entretenimiento. No es la fiesta de algún barrio de Iztapalapa que no puede pasarse de tiros al aire. Como sea, fiesta hay en muchas partes del mundo, así se considere que, más allá de México, ser fiestero es cosa muy de latinos. Los cubanos o los brasileños, por ejemplo, son bastante fiesteros. En otras latitudes también hay formas de fiesta: si es de parranda, un ruso puede agarrarla sin problema. Tal vez para un haitiano el vudú tenga algo de festivo. Todo depende de lo que se entienda por fiesta: para más de uno, si la cosa es de entretenimiento y dinero, Las Vegas en Estados Unidos resulta un fiestononón. Hay variantes: la pachanga, la parranda...En México puede tener un sesgo de lo que se conoce como "echar desmadre", en aparente caos, o "armar relajo", al grado que se han escrito libros sobre el tema y, además, sobre una supuesta proclividad del mexicano a la risa. O a "tomarlo todo a chunga", como se dice a veces coloquialmente. El escritor mexicano Juan Rulfo decía que "la vida no es muy seria en sus cosas". Y en el mundo latino la gente seria no es demasiado bien vista. Serio puede ser adusto, pero también con decoro, y aquí empiezan los problemas.
Desde los años '20/30, una parte del oficialismo mexicano creó -con antecedentes en el Porfiriato- la "pachanga" como forma de corromper, llevando a perder el decoro. El líder sindical Luis N. Morones tenía mala fama por sus "bacanales" en su casa de Tlalpan, ofreciendo muchachas del Teatro Iris. No fue muy lejos. Ya después, con el PRI (Partido Revolucionario Instituciona), el fiestononón se perfeccionó con "La bandida", en la Ciudad de México, y con "La comanche", en Guadalajara. Eran casas en las cuales se bebía -y otras cosas más- y se armaban encuentros con mujeres: no tan nuevo, desde los años '20 Francisco Serrano sabía de esta forma de "hacer amistades". Más que amistades, son cómplices: queda en deuda quien ha estado donde se lo agasaja e incluso se le presentan mujeres, de la buena o mala vida. No era generalizado, pero existía en el PRI y se reprodujo con José López Portillo (1976-1982) a través de Arturo Durazo. No es la fiesta inocua de la discoteca. Es la parranda "que va para largo" en tal o cual casa donde se aparece tal o cual influyente: un político, alguien del espectáculo, un escritor, pero también un policía... La socialización es la de un aparente "relajo", pero está en realidad muy codificada pese al caos aparente. El arte de "La bandida" o de "La comanche" consistía en saber a quién hacer socializar con quién para "conectes", relaciones que pudieran ir más allá del momento.
Como en otros países de América Latina, la confianza en la fiesta es aparente: se mide al otro, utilizando por ejemplo la capacidad de aguante para beber. El asunto crucial es el de la omnipresente maniobra: maniobrar al otro para ver si "presta el blanco", mostrando alguna debilidad o vulnerabilidad, cuidando de no exponerse y no mostrar el flanco propio. El que no se "raja" y el que se "raja" y, como decía un campesino citado por Octavio Paz, termina con que, al "abrirse"", se "vendió" ("me vendí con fulano"). Es el lugar de los "piques" para ver si el otro abre su juego antes que el que "pica" lo haga con el propio. La corrupción está en la habilidad para "hacer caer" al otro, dejándolo en deuda: "hacerlo caer" si habla de más, si cae en brazos de alguna invitada, o de un invitado. Ya "se le sabe" o, como se dice también coloquialmente, se lo puede agarrar porque se ha dado a conocer ""de que pie cojea", o porque ya se sabe de una u otra manera que "tiene cola que le pisen". No nada más es complicidad, sino verticalidad entre quienes "le saben algo a uno" y el que temerá que, si no cumple con lo impuesto, "le saquen los trapitos al sol". No es lo único que creó el PRI, puesto que también hubo políticos que se atuvieron al decoro y a esquivar estas formas de socialización, pero de todos modos se arraigaron como parte de la corrupción. El que muestra su "flanco débil" se arriesga a ser extorsionado. A la larga, puede ser una cadena infernal e invivible cuando la socialización se basa en tráficos de favores e influencias. Insistamos, no es tanto cosa de "la chingada", sino de maniobras, ardides, estratagemas, madruguetes, para "tener agarrado" al otro como forma de dominación. Con el inconveniente latino de ponerse al sentimiento: siempre cae frente al estadounidense que calcula sin embarazarse del menor sentimiento si es necesario.
En medio del principio de la obligación de "ser feliz", "pasarla bien", "no pensarlo", no "tomárselo tan en serio", de "divertirse", "pasar el rato" y "entretenerse con algo", se fue cayendo en la confusión de fiesta y "desmadre" o "relajo" permanente, al grado del relajo como forma de disolver toda seriedad y dejar a cada quien, de un histrionismo a otro, en libertad de moverse a pura conveniencia, sin prestar el menor flanco y buscando insistentemente el débil del otro. Salvo excepciones decorosas, así se fue extraviando a gran parte de México en el autodenigramiento al mismo tiempo que se ensalzó cada vez más lo estadounidense, no sin esa ayuda del PRI que fue Televisa. Si el pueblo fue alguna vez revolucionario, fue llevado a convertirse en caricatura de sí mismo y en la fiesta como "chacoteo", vulgaridad y ostentación de la misma. El asunto no terminó con el descalabro de un PRI cada vez más corrupto y relegando a su gente decorosa. Siguió a partir del año 2000 en la degeneración del narcomoney y hasta llegar a la majadería más completa y desparpajada de banda sinaloense. Habiendo quedado atrás la Revolución desde que los "pirrurris" tomaron la calle en el Mundial de Fútbol de 1986, el pueblo, entre sueños de opio creyendo llegar a ser de Primer Mundo, fue a dar en lo lumpen, junto a parte de la "clase" media. No hay manera de parar esta degradación pese al rescate buscado por el hoy ex presidente Andrés Manuel López Obrador, quien buscó restituir valores, de distintas maneras, sin ser mayormente escuchado: ni cartillas morales, ni guías éticas, ni verdadera definición de algún humanismo mexicano, sino más banda en el Zócalo capitalino y Taylor Swift. Además de una oposición con una candidata, Xóchitl Gálvez, que mostró cómo para algunos "lo popular" es "el derecho y la libertad" de estar en alguna parte entre el lépero y el pelado, al igual que Atypical TV con Carlos Alazraki o Javier Lozano, confundiendo lo popular y lo que se cree que da popularidad. La grosería, la ostentación de la mala educación y la insolencia, como si fuera lo propio del pueblo. Es más bien lo propio de Brozo o de un empresario como Ricardo Salinas Pliego: la competencia por el pueblo como competencia por ver quien puede volar más bajo, como manera de enlodar y hacer que "todos caigan", atribuyéndoselo a un López Obrador que nunca se asomó al público para hablar de "mamadas", de si tal o cual "la cagó" o para decirle a Alazraki "no manches". No quedó de la oposición más que lo soez, como degeneración de la antigua maniobra en circo: la corrupción como franco espectáculo para permitirse a la vez ser majadero y denigrar, sin lograrlo, y éso que la autodenominada Cuarta Transformación no carece de alguna gente "corriente" y que fue muy cercana al presidente.
El péndulo quiso que medios y mercadotecnia le dieran ahora a México una gobernadora Timbiriche con pueblo de boutique, gabinete de supuesta alcurnia y un nuevo intento, bajo presión mediática, por excluir al pueblo. Si la gobernadora no es vulgar, ciertamente, ni deshonesta, no es seguro que la nueva jefe de gobierno del "momento chilango", Clara Brugada, no sea la siguiente presentación de Los Ángeles Azules. Salvo en López Obrador, el pueblo es pretexto para que lo maniobren, buscándole el flanco débil, o fabricándoselo para corromperlo y cooptarlo. La maniobra es un viejo asunto, es algo violento y se hace pasar por "cultura" y por el típico ánimo festivo que tiene la persona que no se da cuenta de que la están "bolseando". Si en el PRI quedó a veces un poco de decoro (siendo Acción Nacional el partido experto en perderlo por completo, en desfiguros como los del "comandante Borolas" o Vicente Fox), no es lo que va a sobrevivir; quedó lo otro, en más de un medio de comunicación, para rebajar como si hubiera que convencer de que, supuestamente, "la corrupción somos todos". EL PRIAN se hundió. La gobernadora Ilse, Ivonne y Mimí, a diferencia de López Obrador, ve al pueblo por encima del hombro, aunque tenga una que otra virtud: honestidad, pero no valiente. Faltará ver si de otros sectores "medios" -hay gente joven para ello, ligada al MoReNa- puede salir una visión del pueblo -ya muy lejos de Dios y muy cerca de Estados Unidos- que cuando menos lo acerque del trabajo digno, de valores y lo aleje de la creencia de que en la vida se trata de ser pasota y andar en la fiesta. No se corrompe a la propia gente, ni por cierto que tampoco desde abajo votando por las mil y un becas del bienestar. La maniobra ha hecho creer desde hace mucho, desde tiempos del PRI y Televisa, que lo que necesitan los "jodidos" de Emilio Azcárraga es que los tengan entretenidos y en la corrupción maniobrándolos con pan y circo.
Corrupción no es nada más soborno, cohecho, soltar dinero para obtener algo. Es también buscar obtener alguna ventaja, a través de una maniobra, del flanco débil o la vulnerabilidad de otro, una forma de extorsión: es para lo que llegan a servir ciertas modalidades de socialización hechas para que se tenga a uno agarrado, a otro "soltando la sopa" o "la papa", en fin, para sacar información que pueda ser utilizada para la maniobra misma. Parte del "marear" puede consistir en "sembrarle" al otro "unas amigas" para que "caiga en tentación". La atmósfera de relajo es ideal para confundir y "marear" y dar la apariencia de confianza, que no es sino "confiancita". La siguiente de los herederos de la descomposición del PRI y de los periodos de Acción Nacional consistirá en los medios en ir tratando de "marear" a la gobernadora Timbiriche para que termine de "recorrerse al centro". (da click en el botón de reproducción).