Una de las mejores cosas de la actualidad es que cada quien es libre de hacer su "cortar y pegar" (copypaste) para ver si, como se dice en México, "es chicle y pega", y satisface sabrá Dios qué deseo y qué fantasía.
El gobierno mexicano pactó en los '80 con el narcotráfico, queda por saber si por "razón de Estado", es decir, para que "circulara dinero" y se evitara una crisis mayor de la que había por los llamados "ajustes estructurales". El riesgo del pacto era que las cosas se salieran de control. Como sea, el periodista Manuel Buendía y el agente estadounidense Enrique "Kiki" Camarena se acercaron a lo mismo: un pacto con el beneplácito estadounidense y en particular, con una agencia de inteligencia, justo al mismo tiempo que se desmoronaba y se corrompía la inteligencia mexicana. Nada que no se sepa. Para los '80, la Revolución Mexicana no era referente y desde la Copa Mundial de Fútbol de 1986 los ricos se habían tomado la calle. Tan no era referente que al poco tiempo empezó a verse de otro modo, idealizado, a Porfirio Díaz, y hasta a rumorearse sobre el regreso de sus restos.
El seductor de la patria no fue un estadista: le creó a México una segunda gran complicación, al firmar en 1994 un acuerdo de libre comercio que prosiguió con el desmantelamiento de la economía nacional, ya iniciado en 1986 con la entrada al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, antecedente de la OMC, Organización Mundial de Comercio). El acuerdo de libre comercio fue el modo en que se decapitó al Estado, puesto que no podía contar con un mínimo (que tampoco era tan grande) de soberanía económica. Sin ésta, la soberanía política se ve muy reducida: ningún secreto, puesto que los "demócratas liberales" y otros se apasionaron con la globalización y el cosmopolitismo, o hasta por la "postmexicanidad" (para conversos como Roger Bartra). La creencia era que, después de todo, don Porfirio no lo había hecho tan mal: había abierto en grande la economía sin perder el control político. Sin cuestionar esa apertura, otros creyeron que era necesario también abrir la política (muchos amigos de Camacho). El riesgo, luego de la decapitación del Estado, era que la nación se dividiera. Para entonces, el narcotráfico era un auténtico dolor de cabeza. Optando por abrir la política, no es seguro que Ernesto Zedillo calculara el efecto sobre la nación, a la que tan mal que bien cohesionaba en buen grado el PRI (Partido Revolucionario Institucional). Tampoco es secreto: desde finales de los '80, cuando se iban agotando los últimos elementos nacionalistas del PRI, Estados Unidos era favorable a "la alternancia". Zedillo tampoco fue estadista. Tal vez quiera contarse entre los adalides de la democracia. Cosa curiosa, Estados Unidos jugaba dos cartas a la vez: la "política"-estilo Camacho- y la tecnocrática (estilo Zedillo), para un doble movimiento: dividir y controlar. Desde los '90, ya iba en ascenso Genaro García Luna en el aparato de seguridad mexicano.
El presidente Vicente Fox expresó no nada más la carencia de un estadista -terminó diciendo que manejaba los asuntos del país como gerencia de Coca-Cola-, sino la profundización de la integración con Estados Unidos, salvo que no se recuerde cuál era el objetivo de seguridad del Plan Puebla-Panamá, lo que tampoco es ningún secreto. Como Fox no se tomó las cosas demasiado en serio, al final de su sexenio, según confesión de Ernesto Cordero (secretario de Hacienda y luego de Desarrollo Social en la presidencia de Felipe Calderón, 2006-2012), ocurría que era tal la proliferación de grupos del crimen organizado que se perdía el control. Calderón no entró a ninguna "guerra contra el narco", sino a favorecer a un cartel contra los demás: en este sentido, ya sin Estado, no estaba reñida la seguridad con la asociación con uno o dos cárteles, por lo que se trató de restablecer el control, lo que hace que el encargado, García Luna, sienta que cumplió con la encomienda y sea "dos personas", según se lo dijo un juez estadounidense: un policía y un criminal. No tan nuevo, puesto que sucedía cuando menos desde Arturo Durazo en el sexenio de José López Portillo (1976-1982). Ningún secreto, a partir de la matanza del río Tula. Ahora se sabe, por el periódico mexicano El Independiente, que tanto Fox como Calderón sabían de esta doble faceta de García Luna, habiendo sido informados en varias ocasiones (desde Alejandro Gertz Manero hasta Tomás Ángeles Dauahare). Hay elementos para pensar que no actuaron como estadistas, habiendo quedado decapitado el Estado, sino al servicio de Estados Unidos. Ningún secreto tampoco, habida cuenta de la Iniciativa Mérida. La política de Calderón fue cuando menos asistida por Estados Unidos. En este marco actuó García Luna con Calderón, sin que hubiera ningún secreto. Calderón hizo lo mismo que Zedillo con el general Jesús Gutiérrez Rebollo: "enfrió" a Tomás Ángeles en la cárcel. Lo hecho por Calderón no fue para la seguridad de México, sino para la de Estados Unidos. Es por lo mismo que, terminada su encomienda, García Luna se fue muy tranquilamente a vivir en Estados Unidos. Antes de ser "enfriado", García Luna rindió un último servicio: ensuciar al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Es lastimosa la coincidencia con la periodista Anabel Hernández. Tampoco nuevo: desde Camarena, resulta que encima las agencias de seguridad estadounidenses se pelean donde operan. Es en este contexto que se capturó a Ismael "El Mayo Zambada". Tampoco es algo que no se sepa: basta con ver cómo se enreda el "Estado profundo" con Donald J. Trump, por ejemplo. García Luna fue detenido por la DEA (Agencia de Control de Drogas). También había sido el caso del general Salvador Cienfuegos. Este colaboró con la Central de Inteligencia Americana (CIA). En cambio, la familia Zambada tiene un largo historial de cooperación con Estados Unidos para el control del tráfico de droga, trátese del "Vicentillo" o de "Rey". "El Mayo" fue a dar con el FBI (Agencia Federal de Investigación), aunque con mano de la DEA.
¿Por qué no se tomó en cuenta lo dicho recientemente por la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez? Si participó en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994, como lo sostiene hoy la FGR (Fiscalía General de la República), Jorge Antonio Sánchez Ortega fue rescatado del lugar donde estaba detenido por García Luna, subdirector operativo del CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional). Establecer relaciones no indica suponer "conspiraciones", pero, como se trata de "cortar y editar", igual resulta que García Luna también se las gastaba "en solitario", y es por lo que Estados Unidos lo metió a la cárcel. Si hubiera algún tipo de relación de causa a efecto, y si García Luna, luego de responder no sólo a Fox y Calderón sino a Estados Unidos, al grado de ir a jubilarse con negocios allá, resulta parte del caso Colosio, a través de una agencia de seguridad, es legítimo preguntarse desde cuándo y para qué el mismo García Luna optó por servir a Estados Unidos, puesto que, a sabiendas de quién era, lo protegieron Fox y Calderón, también para beneficio de Estados Unidos. Tan es así que con Fox y Calderón proliferó la injerencia de agencias estadounidenses en México, al grado de tratar de "infiltrar cárteles" mediante el tráfico de armas en la Operación Rápido y Furioso. García Luna entró en 1989 al CISEN. No es que sea demasiado relevante en 1994, pero sí es que, como después, fue considerado confiable. Lo suficiente para sacar de aprietos a Sánchez Ortega. Luego fue considerado confiable para favorecer a un cártel contra otros, para seguridad de Estados Unidos, y confiable para retirarse a residir en Estados Unidos. García Luna fue "enfriado" y tenía un mal antecedente en medio de las diferencias entre agencias estadounidenses: en 2012 su "gente" la emprendió a balazos contra un automóvil diplomático estadounidense con agentes de la CIA adentro. Tal vez algo más: Edgar Valdéz Villareal, "La Barbie", fue arrestado en 2010: como agente de la DEA infiltrado en el narcotráfico, Valdéz sabía muy bien a qué se dedicaba García Luna. Se negó a tratos con Calderón y fue "enfriado". En México nunca se quiso poner atención al caso. Por pasos: si Gutiérrez Rebollo sabía demasiado (sobre la familia política de Zedillo y sobre su secretario Liébano Sáenz), fue "enfriado". Y los que sabían de las andanzas de García Luna, también: Tomás Ángeles y "La Barbie".
Hay elementos para pensar que Anabel Hernández desafortunadamente cree demasiado en Estados Unidos y sus "testigos protegidos". A reserva de lo que se decida, la periodista Maria Idalia Gómez sugiere que "El Mayo" fue "pasado a retiro", por decirlo de alguna manera, cualquiera que haya sido la forma, si por entrega o traición. Con "El Mayo"" se sabrá tan poco como con García Luna o con Joaquín "El Chapo" Guzmán en Estados Unidos. No se trata de que hablen, sino de silenciarlos. La intentona de vincular a López Obrador con el narco no funcionó. Sin embargo, María Idalia Gómez ha señalado las deficiencias de la FGR y el ex gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa (que no sabe qué es una dictadura), indicó que no es cuestión del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) decidir si el actual gobernador del estado, Rubén Rocha Moya, es inocente o no en el caso de "El Mayo", sino que le toca a la FGR. Como sea, en rigor no es si Rocha Moya sí o Rocha Moya no, o si un ex rector sinaloense sí o no, sino qué decidirá el dueño del negocio, si Mayiza o Chapiza. Los hermanos Guzmán López, ya fuera de la cárcel en Estados Unidos, están listos a colaborar y los Zambada también lo han hecho. Lo que indica la violencia en parte de Sinaloa es ausencia del Estado e ineptitud gubernamental, cuando no colusiones por determinar, si acaso la Fiscalía consigue actuar: los medios no se preguntan quién va a perseguir y capturar a los líderes de la Mayiza o la Chapiza, sino por quién se va a inclinar la balanza, y hasta dónde el asunto puede ser utilizado para "acalambrar" al gobierno entrante de México, mediante Rocha Moya. Como ya ha ocurrido anteriormente, pueden acentuarse divisiones entre antiguos aliados: en principio, de lo que se trata es, como en toda mafia que se respete, de guardar cierta honorabilidad, no hacer demasiado escándalo y, de ser posible, no olvidarse de la forma estadounidense de llevar el negocio; dárselas de puritano y arreglar en sigilo, puesto que, si es correcto lo señalado, la actual candidata a la presidencia de Estados Unidos, Kamala Harris, con tal de ganarse a la audiencia promete la guerra contra el cártel de Sinaloa y el fentanilo, pero Calderón y García Luna estuvieron en activo a la sombra del presidente Barack Obama, de lo más cercano a la CIA. Ni Estado ni gobierno pueden evitar en México que se compita por el negocio, hasta que se clarifique en Estados Unidos cómo y con quiénes se va a manejar, salvo sorpresas. Desafortunadamente, al cabo de algunas semanas de la visita del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, a Sinaloa, el vacío (mexicano y estadounidense) ya fue percibido como "margen de maniobra" para hacerse de la mejor posición, antes de que el dueño del negocio vuelva para lo de siempre: determinar de quién es el monopolio de entre los socios (el tipo de cosas que, por falta de formación en ciencia económica, no entendió Rafael Caro Quintero con su cártel de Caborca: !si en materia de balazos no es libre competencia!). Algo debe saber el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, mientras todo el mundo sabe dónde está la Chapiza: de lo que se trató es de quitarle de encima al cártel de Caborca, para no "calentar la plaza", ni la de Guaymas, aunque no haya mayores resultados en Ciudad Obregón. Y ni siquiera es asunto de que algo se haya pactado. Es simplemente de entenderle al "mercado" (da click en el botón de reproducción).