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lunes, 7 de octubre de 2024

URUGUAY, COSAS DE LA VIDA

 

Lo que sucede en el Uruguay muestran en gran medida al resto de América Latina, salvo excepciones: la derecha no es capaz de gobernar, aunque no deja de tener cierto poder. El Uruguay se caracteriza por una completa falta de visión teórica de la izquierda: hace rato que se prefirió, con anuencia transnacional, el "folclor de la filosofía" del ex guerrillero tupamaro y hoy ex presidente José Mujica, mezcla de aspirante a oficinista y de payador de estancia, el que "improvisa para ocultar su ignorancia", para más señas. El Uruguay no ha dado siempre lo mejor a la izquierda latinoamericana, pero sí a la "clase" media, "media clase", sobre la base de la creencia en una "Suiza de América" que no escapó a la dictadura en parte de los '70 y '80. Mario Benedetti y Eduardo Galeano son buenas muestras de lo que se puede hacer de América Latina para consumo de dicha "clase" y para desplazar a la tradición uruguaya de fuerte sindicalismo y de presencia comunista, que encarnara el líder Rodney Arismendi. Hace rato que en el izquierdista Frente Amplio las cosas se fueron por otro lado: parece difícil reconocer que tal vez el estilo de Mujica haya tenido que ver con el regreso de la derecha con Luis Lacalle Pou. Este tiene popularidad pese a que el Frente Amplio puede ganar la presidencia, tal vez sin contar con el Legislativo. La enésima situación de un país fuertemente dividido. Para el caso, 40 % es la popularidad de Lacalle y 40 % la intención de voto para el Frente Amplio, mientras en el Uruguay hay en principio un humor social "moderado". Debe tomarse en cuenta, dada la enfermedad de Mujica, que si falta lo llorarán por igual en la extrema izquierda que entre los cosmopolitas transnacionales, a quienes no molesta en lo más mínimo ningún folclor que sirva al mismo tiempo para vender dizque "cultura" y la ilusión de cambio: nada que se pueda cuestionar. Después de todo, con lo de que "si la vida te da limones, haz limonadas", Mujica resultó ser el campeón de las limonadas, es decir, del hablar en nombre de "la vida". No es una persona la que hace tal o cual cosa, con sus consecuencias: es "la vida". Con "la vida" andaba el líder soviético, Mijaíl Gorbachov, porque decía que "la vida castiga a quien se queda atrás". Ni atrás ni por delante: Gorbachov se quedó en "la vida", porque así lo quiso "la vida".

       Por más que abarque todo un espectro de izquierda, el Frente Amplio no se propone ninguna ruptura con el capitalismo y llega a deslizarse incluso hacia formulaciones programáticas que no están ni en español, sino en "spanglish". El problema de fondo no es ajeno al de muchos otros países de América Latina: como lo expresara el diplomático panameño Nils Castro, llegar al gobierno sin tener el poder; esto se ha agravado porque no hay manera de saber qué hacer en la relación "partido-gobierno"(lo que ha desembocado en una crisis muy grave por ejemplo en Bolivia), viejo problema de izquierda, incluso comunista, y porque una vez "arriba" se descuida el trabajo "abajo", en la sociedad (lo que el Movimiento de Regeneración Nacional en México, separado del Ejecutivo, parece querer enmendar con capacidad organizativa bajo el liderazgo de Luisa Alcalde y Andrés López Beltrán). El trabajo teórico es nulo y la izquierda avanza a tientas con nociones muy vagas, así haya buenas intenciones. Todas estas deficiencias explican la incapacidad para tener realmente poder, incluso en países como Venezuela. El precandidato del Frente Amplio, Yamandú Orsí, es de "abajo", pero no basta: el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, es un antiguo trabajador del transporte, pero en un proceso sin cabeza, sin que tampoco la tuviera realmente Hugo Chávez. Orsí está cerca de la antigua guerrilla pasada por lo "libertario". Tampoco se salva de errores Evo Morales en Bolivia. Orsí se encuentra en la estela de Mujica.

       Con la derecha, el nivel de vida general ha bajado en Uruguay, y la "Suiza de América", además de tener una gran pobreza infantil, se está llevando otra sorpresa creyendo ser una excepción, como lo creía antes de la dictadura: la inseguridad creciente, no desligada del tráfico de droga, y el muy poco feliz récord de tener el mayor número no sólo de suicidios, sino de presos por habitante en América Latina (485 por cada 100 mil habitantes). Nada más falta el asunto de "poderes y contrapoderes" -por ejemplo, ganar la presidencia sin tener el Congreso- para seguir en lo mismo, mientras cierto grado se lumpenización se hace sentir. ¿Cosas de "la vida" y no de alguna relación con la alianza entre libertarios e intereses transnacionales, para "libertad" para ambos? (da click en el botón de reproducción).



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