A raíz de la publicación de un libro suyo, Francisco Labastida Ochoa, ex gobernador de Sinaloa y ex candidato a la presidencia, ha vuelto a algunas declaraciones. Nadie ha podido probar colusión alguna de Labastida Ochoa con el narcotráfico, ni ha sido desmentida la información del ex gobernador, en el sentido de que, dentro de ciertos límites, combatió al crimen organizado, hasta un "hasta aquí" que lo obligó a irse de embajador en Portugal, en tiempos del presidente Carlos Salinas de Gortari. Queda, eso sí, el asunto de tomar fondos del Estado para intereses personalistas, lo que tal vez pudo llegar hasta un hermano de Labastida Ochoa, erróneamente acusado de "narco" en el mismo mundillo intelectual del que se fue finalmente a pegar. Francisco Labastida no siempre tuvo las mejores ""conexiones" en política, ni la mejor visión, y no dejó de ser alguien cercano al mundo empresarial. No es seguro que emplee las mejores palabras para referirse al actual gobierno, aunque hay elementos para pensar que el hoy gobernador sinaloense, Rubén Rocha Moya, no debió ser arropado por clientelismo del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa), dadas las contradicciones sobre la captura de Ismael "El Mayo" Zambada. Como sea, los intereses personalistas de Labastida Ochoa fueron "de partido", no para beneficio personal, ya que no se trata de alguien enriquecido, punto a favor que tampoco tuvo algún desmentido. Ni colusión con el narco, ni enriquecimiento, ni visión simplista del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el pasado.
Lo que llama la atención en lo contado recientemente por Labastida Ochoa es que, aún sin que hubiera animadversión personal, hay fuertes indicios de que el presidente Ernesto Zedillo (1994-2000) quería a como diera lugar deshacerse del PRI. No sólo no hubo recursos, sino que se dejó al PRI prácticamente en la quiebra; se le cerraron espacios publicitarios, y en varias ocasiones, una de ellas muy notoria en Chihuahua, Zedillo dió la orden de dejar a Labastida a su suerte. Pongamos, tal vez, nada de acarreados o de recursos del Estado, pero otra cosa es que Zedillo tuviera algo más en mente que la tan llevada y traída democracia. El día de las elecciones, Zedillo se adelantó a anunciar resultados antes de que Labastida reconociera, como estaba listo para hacerlo, la derrota; Zedillo se adelantó a las autoridades electorales. Hay más: ante pedidos de Labastida, Zedillo se negó una y otra vez a poner ciertos logros del gobierno por delante so pretexto de no parecer que "favorecía a Labastida". Una cosa era que Zedillo quisiera imparcialidad del Estado, y otra que se rehuyera a actuar como hombre de partido, no queda claro si para separar Estado y partido o, más bien, para demeritar al PRI. En suma, "transición a la democracia" se volvió "antiautoritarismo" para retratar un pasado sin contradicciones en el antiguo régimen. Labastida piensa que Zedillo era honesto pero, de todos modos, lo "honesto" se había vuelto "deshacerse del PRI", y en este caso Zedillo contribuía, al no actuar como hombre de gobierno, a ir sacando al PRI. No que debiera acarrear o dar recursos indebidos, pero sí que era, en principio, un gobierno del PRI, que como tal podía poner uno que otro logro por delante. Con indicios, no menores, y pese a una antigua visión de "la cargada", Francisco Labastida Ochoa llegó a decir que la elección del 2000 no la ganó Vicente Fox, de Acción Nacional, sino el interés de Zedillo en hacer perder al PRI.
El problema de esta idea es que embona muy bien con el papel jugado por el mismo Zedillo en 1994: era el candidato de Joseph Marie Córdoba Montoya, hombre clave del gobierno y de vínculos de seguridad con Estados Unidos, que no negó, y que diera a conocer Jorge G. Castañeda. Fue el "ala" que vió con malos ojos que Salinas se decantara para sucederlo por Luis Donaldo Colosio. No está de más recordar que Colosio había levantado en mucho el PRI, luego del fraude de 1988, sin que sea claro por qué no es algo que se recuerda. Dicho sea de paso, Salinas, como Enrique Peña Nieto, se atuvo a las reglas de un sistema que fue apareciendo desde antes del PRI: quedarse callado sobre presidentes posteriores, lo que Zedillo no hizo, enfrascado por lo demás en el mar de mentiras que le reveló la analista Viridiana Ríos. Lo que ofrecía Colosio, cuya campaña iba repuntando, era una reforma del Estado que, de lograrse, sí fuera parcialmente, hubiera favorecido al PRI. Resultó que un "asesino solitario" objetivamente le abrió el camino a Zedillo, gran beneficiario de la muerte de Colosio, a quien no sólo nunca honró, sino que terminó de tratar de "sepultar" con un expediente que fue ajeno a los mínimos requisitos de una verdadera indagación. Al rato resulta que "la vida es sueño", que no es más que ir de "casualidad en casualidad" y que no hay más que coincidencias entre las cuales no es posible establecer ninguna relación. No hubo más que la equivocación de un presidente y la de un candidato que no supo hacerse a un lado. El resto consiste en parecer "lógico". Lo ocurrido en el 2000 fue el "gran deseo de la sociedad mexicana" de llegar a un "mundo maravilloso": no que fuera el del crimen organizado, sino el de la "gente con bienestar", si se trataba de "bienestar para tu familia". Como a su modo Manlio Fabio Beltrones, Francisco Labastida Ochoa no es hermana de la caridad, pero sí el tipo de personas que, aún en la confusión entre gobierno y Estado, consideraron ciertas reglas del juego. Zedillo, en cambio, fue el que obedeció. En nombre de la democracia, si acaso, formó parte de quienes contribuyeron a la demolición tecnocrática del Estado mexicano, para ahora que, sin demérito de lo que llegue a hacerse en seguridad o en uno que otro aspecto más, finalmente pueda compartirse prosperidad con Estados Unidos, de lo que pueden eventualmente sentirse de lo más felices, haciendo por lo demás creer, al lanzar la propina, que es mutuo y nos están compartiendo su prosperidad, es decir que 240 empresarios gringos y los que se sumen no vienen a hacer negocios y ganancias, sino muy de amiguis a llevarnos a la prosperidad. (da click en el botón de reproducción)