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domingo, 30 de noviembre de 2025

QUÉ TANTO ES TANTITO

 Seguramente suene extraño decir que la globalización no existe. En algunos países europeos se prefiere hablar de mundialización, pero tal vez tampoco sea la solución. La creencia para algunos grupos de la población se parece a la de algunos habitantes de países europeos que a finales del siglo XIX tenían tiendas -con mucho de "especies"- que, sin que fuera exacto, presumían "productos del mundo entero", como parte del éxito colonial. La otra creencia de origen es en parte estadounidense, ya que Estados Unidos en un Estado llamado a veces "protomundial", porque tiene inmigrantes de muchísimas partes, y da la impresión de cosmopolitismo, al menos en algunas grandes ciudades, como acaba de demostrarlo la elección del alcalde de Nueva York, nacido en Uganda, de padres indios (de India) y ancestros de Tanzania, etcétera. Es el tipo de cosas que gustan a los Demócratas, como la mesera puertorriqueña llegada a política o la congresista somalí. Es la creencia de que cualquiera que se lo proponga, puede llegar a la tierra prometida y tener éxito.

         Para ciertos sectores de la población, un poco por doquier y con recursos, global es poder viajar como signo de estatus, a los lugares más exóticos, con frecuencia en Asia, incluyendo ir a Balí, a ver elefantes en Tailandia, a deambular por Dubai o Hong-Kong si lo que se quiere es lo aséptico, o a seguirle con cierto gusto por India inaugurado entre otros por algunos de los Beatles. Tampoco es la última novedad, si se recuerda como el pintor Paul Gauguin fue a dar en Tahití a finales del siglo XIX. Puede haber un efecto de masa, por la cantidad de personas con ciertas prácticas y creencias, debido al crecimiento poblacional, pero no todo es novedad, salvo el peso de la alta finanza y los medios de comunicación: la exportación de mercancías de los lugares más distantes no data de ayer, ni la exportación de capitales, entendida como flujos de inversiones por aquí y por allá. El cosmopolitismo no es nuevo: ni la búsqueda de lo "exótico" para el habitante de un país central, ni la creencia de más de un habitante de un país periférico que el consumo de lo extranjero le da estatus. La novedad e incógnita es en parte China, país semi-periférico.

       México puede coleccionar los tratados comerciales, no por ello está en algo global. El 80 % de las exportaciones mexicanas no va "al mundo", ni es "de México para el mundo", sino para Estados Unidos. En la estructura del comercio exterior, no hay "comercio global", sino básicamente con la Tríada central (Estados Unidos- Unión Europea-Japón). Después de Canadá, el cuarto socio comercial de México es Alemania, y el quinto, sin sorpresa, es Japón. Queda algo de neocolonialismo español, nunca mencionado como tal, y Brasil como primer socio en América Latina. España es parte de la UE. Salvo por la manera de haberse ido a tirar en brazos estadounidenses, México no se diferencía mucho del resto del Sur, que no es "global", entre otras cosas porque el intercambio Sur-Sur es ralo como siempre. Tampoco es diferente del resto del Sur que China se haya colado hasta hace poco como el segundo país de origen de importaciones de México. China es además el segundo destino de las exportaciones mexicanas. Para más señas, ocupa un cierto lugar en exportaciones e importaciones Corea del Sur (y Taiwán en importaciones). Lo demás es residual: los flujos de mercancías y capital van y vienen, como desde hace décadas, de la Tríada, con la salvedad de la llegada de China, aunque queda por saber contablemente qué es chino y qué es de una empresa de algún país de la Tríada instalado en China. Gran parte de la "grandeza" no es tan nueva: el mapa de México y sus riquezas como cornucopio volteado hacia Estados Unidos. Tan poco es tan secreto "pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos". No ha habido apertura de hecho a nada global, sino a una penetración económica estadounidense mayúscula, y que mientras exista creará tendencias centrífugas en México.

       Fuera de esta grandeza, de tamaño mayúsculo, México tiene estructura económica de país centroamericano, por el peso de las remesas, la industria maquiladora y el turismo, que tampoco son globales. Las remesas vienen de Estados Unidos, y el 80 % del turismo, también.

       Las distorsiones se saben: las remesas, por ejemplo, se concentran en el Bajío, nada nuevo, y parte en el sur. Con el peso de la maquila, la inversión extranjera se concentra en la franja fronteriza, parte del Bajío (Jalisco y Guanajuato, Querétaro) y el estado de México.  Dentro de estas mismas entidades federativas, las tendencias a la concentración y las diferencias regionales son llamativas.

       Fuera de hacer no se sabe qué en un aparato de Justicia que no funciona, la educación está orientada a nivel superior a los negocios y las ingenierías, ligadas con frecuencia a manufacturas y construcción. La ciencia básica y las artes y Humanidades tienen muy poco peso, pero también la agronomía o las tecnologías de la información y la comunicación. Queda el interés por las ciencias de la salud, sobre todo en enfermería y, por abajo, en medicina general. Tampoco es que México se distinga del resto del mundo por la vocación de negocios en detrimento de lo que no lo sea, salvo que resta saber para qué negocios, si nacionales o extranjeros.

       Una estructura tan distorsionada no puede ser cambiada en uno o dos sexenios, así se atienda mejor al sur-sureste o se haga un Plan México. El problema está en saber si las deformaciones se entienden como lo propio de lo nacional, y no como resultado, en gran parte, de la integración con el exterior, entiéndase Estados Unidos, que comenzó por lo demás tibiamente en los años '50 para acelerarse en los '60, por lo que no hay que idealizar el "milagro mexicano" o el "desarrollo estabilizador", considerando que las empresas transnacionales estadounidenses ya estaban bien adentradas en México a la sombra de la industrialización por sustitución de importaciones. Salvo demostración en contrario, lo que hizo finalmente desde los '80 el empresariado mexicano es darse un balazo en la sien, con ayuda de un asesino solitario, girar y recibir un segundo balazo en el abdomen, para, salvo excepciones, reorientarse al mercado estadounidense. Si parte del problema es visto como la solución, nada más queda por ver dentro de qué límites pueden darse paliativos sin que a la gran antipatria de arriba le parezca que encima se le crean molestias. México no crece desde la integración con Estados Unidos, aunque en materia de paliativos tiene de los mejores resultados de América Latina, en reducción de la pobreza y la desigualdad. Seguirá probablemente entre los peores en crecimiento y con los empresarios, ellos sí, con un sentido agudo de la grandeza del país: permite ganancias bastante por encima del promedio internacional. Como a empresas que no son globales y que buscan servirse de que se está cerca de Estados Unidos, para la Tríada y lo que sea que resulte realmente chino o nada más lo parezca. (da click en el botón de reproducción).




QUÉ TANTO ES TANTITO

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