La izquierda mexicana está imbuida de "cultura del privilegio", aunque diga representar a una mayoría que no tiene. No la tiene nadie, por cierto.
Uno es el privilegio de la Gran Causa Justa de Mi General, un orgullo y un honor, mientras ningún intelectual defiende la verdad de lo sucedido entre los años '20 y '30 del siglo XX mexicano: Mi General fue el Gran Cooptador, así que parece que no importa mucho dejarse cooptar si Mi General nos hace "justicia" con una "redistribución" y un cargo, de lo que caiga. A todos nos debe tocar algo, aunque sea la dirección de un kinder o un lugar en el sorteo Melate.
Otro privilegio es el de los Líderes que Nos Dieron Causa: son los sesentayocheros con los que codearse es un orgullo y un honor, sobre todo cuando están en algún puesto público, si educativo, mejor.
También está el privilegio de repetir el discurso de la nueva península, Estados Unidos, con sus campus, sus invitados de lujo y la "agenda" de la que hay que colgarse para estar -aquí también- en la "redistribución": es un orgullo y un honor ser mujer, gay, lesbiana, migrante, joven o indio, como lo es ser un intelectual portavoz de todos estos condenados de la Tierra -con derecho a resarcirse mediante el presupuesto público y un puesto, si es posible.
En suma, por ser heredero legítimo de la Revolución (si los priístas son los ilegítimos), por ser "testimonio vivo" de la Causa Antiautoritaria que Cambió al Mundo o por ser Becario Empoderado en el Campus del Mañana, lo que cuenta es servirse, no servir. Podemos también servirnos del discurso antiautoritario aunque hagamos lo mismo que el Partido Revolucionario Internacional, que acostumbra servirse. La Revolución se hizo para que nos sirvamos todos.
Al mismo tiempo, el actual gobierno de México no parece ver que la reforma energética, aunque presentada como un privilegio, el de competir con los Grandes de la Globalización que están Forjando el Futuro (es un honor y un orgullo, el de la gente emprendedora), puede terminar de instalar los recursos en una dinámica de renta, con la producción más o menos abandonada, y la ganancia en manos de transnacionales intocables y dedicadas a especular.
Tiene razón el líder Andrés Manuel López Obrador cuando afirma que se ganaría más -en contante y sonante- combatiendo la corrupción y limitando los sueldos de los altos funcionarios....caray, los privilegios que a tantos les hacen sentir llenos de orgullo y de un grandísimo honor. El problema es que en la misma izquierda suele existir el hábito priísta de servirse del cargo o la representación que para tener un privilegio, que se haga chiquito o que se haga grandote. A este ritmo, como en el documental de Alejandra Moreno Toscano sobre la Revolución (Memorias de un mexicano), importa más meterse al banquete donde se están sorteando privilegios que asistir a la -menos rendidora- quiebra de la República.
Y éso sí: al que considere que no estaría mal servir y esforzarse, hay que hacerle la vida de cuadritos. ¿Los meritocráticos? !No pasarán! Aquí es merito-Cracia ("ya merito te toca", o "espera un poco, un poquito más", etcétera), no cultura del esfuerzo. Ni que fuéramos indios o blanquitos mediocres.
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lunes, 18 de noviembre de 2013
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