El presidente venezolano, Nicolás Maduro, es una muestra de la patética falta de cuadros políticos que existe en procesos como el de Venezuela y en otros. A falta de cuadros, lo que hay es un injerto mental estadounidense que extiende a medio mundo el principio constitucional de Estados Unidos, "the pursuit of happiness" (la búsqueda de la felicidad). El último invento bolivariano ha sido crear un viceministerio para la Suprema Felicidad Social -expresión que se le atribuye a Simón Bolívar. El difunto Hugo Chávez ya había salido con ésto hace varios años, y la verdad es que no se les había ocurrido ni a los soviéticos tener a cada quien "bien happy" (al fin y al cabo, el alcohol también se justifica como parte de alguna "Hora Feliz", entiéndase que Happy Hour).
En rigor, no es nada malintencionado. El viceministerio en cuestión quiere atender a personas con discapacidad (misión José Gregorio Hernández), a quienes están en la calle (misión Negra Hipólita), a adolescentes embarazadas e hijos menores de 18 años (Hijos de Venezuela) y a personas de la tercera edad (Amor Mayor). Se trata de reducir la miseria a cero y, en ésto, Venezuela empieza a parecerse a Cuba, un Estado de Bienestar exitoso en lo elemental, la cobertura de las necesidades básicas para el grueso de la población.
Lo que no consigue Venezuela es convertirse en Estado laico -tanto Maduro como su esposa, Cilia Flores, viven "juntitos los dos, cerquita de Dios"-, ajeno al paternalismo (ahora el mérito es "ser hijo de Chávez") y tolerante con la discrepancia (cualquiera que discrepa es potencial "imperialista", lo que obstruye el debate). Se sigue premiando con frecuencia la obediencia, no el mérito.
En cambio, se toleran cosas que poco tienen que ver con el protocolo en una República. Si la felicidad es asunto de cada quien (privado), Maduro no tiene por qué hacer del festejo de sus 51 años un pequeño evento casi oficial al que va a cantar el cantante mexicano y Divo de Juárez, Juan Gabriel, como sucedió hace pocos días. Juanga le cantó "Las Mañanitas" a Maduro y tal vez ni éste ni su señora hayan captado las sutilezas del mexicano. No queda claro si al estar cantando "de las estrellas del cielo/quisiera bajarte dos", el Divo se dirigía a Maduro o a la esposa de éste.
Si mañana Maduro sale a decir "Hugo Chávez está siempre en mi mente", acostumbrémonos a que la derecha se burle, no sin razón, de una masa que, cuando llora a su difunto líder, vocifera:
-Yo no puedo ni te quiero olvidar !ay!
Total, cada venezolano, en lo más íntimo de su ser, podrá -sin los errores del totalitarismo, claro- rezarle al comandante:
-!Tú, ven a mi soledad!
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lunes, 25 de noviembre de 2013
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