Hay gente que muestra sus supuestos atributos democráticos de la misma manera en que los hooligans ingleses han acostumbrado mostrar el trasero: con un insolente rechazo a cualquier posibilidad de transformación social, puesto que ésta no interesa, sino que de lo que se trata es de "inclusión" a un estado de cosas dado.
En este orden de cosas, no faltan mujeres a las cuales felicitar: pudo haber sido ayer Jeanine Añez en Bolivia, y puede serlo ahora Dina Boluarte en el Perú.
Ciertas formas de indignación moral también tienen algo de vandálico. Si Alberto Fujimori dió un "autogolpe" en 1992 y disolvió el Congreso, no fue mayormente incomodado. Fujimori gobernó el Perú por un buen rato. Su hija es campeona de la democracia: acaba de hacer su respectivo "striptís" para mostrarnos sus atributos constitucionales, pese a estar metida en líos de corrupción, de lo que no se está hablando (por lo que no importa).
El depuesto presidente peruano, Pedro Castillo, intentó solicitar asilo en México. Lo que hay que castigar es que el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, haya decidido no chuparse el dedo. Es preferible una exhibición de democracia y gran apego a la Constitución que la posibilidad de hablar de frente. No: lo que se está pidiendo es la participación en un ritual contra Castillo que dura desde antes de que ganara la presidencia. El mejor teibolero para enseñarnos el tamaño de sus pelotas democráticas es Luiz Inácio Lula da Silva: "entiendo que todo fue remitido en el marco constitucional ", afirmó, para deshacerse de todas sus ropas populares y agregar que lo que se necesita es "diálogo, tolerancia y convivencia democrática" (no importa que así se semeje una invitación a una charla de café), además de una "senda de desarrollo y paz". Un poco más y se quita también la tanga. Digamos que no deja de tener algo de obsceno salir así a decir tamañas palabrotas que no tienen más significado que el de "mostrarse" a los ojos del público. Mesa que más aplauda.
Pedro Castillo dió un paso en falso, pero no es un secreto que ya lo estaban esperando. En su alocución, es Castillo quien acusó al Congreso de "destruir el estado de Derecho y la democracia". El asunto en ningún momento empezó ayer, sino que duró 16 meses en los cuales el Congreso peruano se dedicó prácticamente en exclusiva a buscar la vacancia presidencial, por lo demás fabricando pruebas a partir de lo que el presidente destituido llamó una prensa "corrupta y mercenaria que difama y calumnia con absoluto libertinaje". Metido en estos asuntos, el Congreso no hizo jamás el menor caso de unas 70 iniciativas de ley enviadas por el poder Ejecutivo para su deliberación. Esto sí se vale, como fabricar pruebas y no dedicarse más que a una sola cosa por más de un año, desconociendo la voluntad popular expresada en las urnas. No queda claro por qué haya que felicitar a los adalides de un "orden constitucional" en el que no se trabaja ni se vela por la mejora del país, sino que se ve únicamente por la división de las fuerzas del adversario hasta lograr su destrucción. ¿Alguien que conozca el contenido de las iniciativas de ley mencionadas? Puede que ni en el Congreso de vividores peruanos.
El progresista Grupo de Puebla no dijo ni pío, porque Castillo no es del "club", Pifias del tipo se acumulan: dicho Grupo es un grupo de amigotes capaz de buscar organizar un encuentro internacional de solidaridad con Cristina Fernández de Kirchner, pero de callar por completo sobre el hecho de que Castillo estaba siendo objeto de "criminalización" por un aparato de Justicia dudoso. Basta con ver distintos casos: América Latina está viviendo con aparatos de Justicia "a modo", y fallidos (hay casos escandalosos como el del Ecuador, dado el grado de desverguenza, pese a la celebrable vuelta a liberar de Jorge Glas), pero no parece que sean reformables, salvo excepciones muy decididas como la salvadoreña. Por cierto: Castillo se aprestaba a reformar el Poder Judicial cuando desde éste salió la declaratoria de inconstitucionalidad de sus medidas. Es decir: hay que celebrar que se mantenga un "orden constitucional" que no funciona más que para volver al Perú ingobernable, y que data, por cierto, de la Constitución fujimorista. Mejor algo alegre (da click en el botón de reproducción).