Los elementos disponibles hasta ahora hacen pensar que el depuesto presidente peruano, Pedro Castillo, cayó en una trampa y cometió un error garrafal. Al parecer, Castillo llegó a creer que el Congreso del Perú declararía la vacancia, aunque mucho parecía indicar que no sería así. la hoy ex primera ministra Betssy Chávez y el ex primer ministro Aníbal Torres habrían jugado un papel en la decisión errónea de Castillo. Queda por dilucidar el papel del ministro del Interior y de el de Defensa, Gustavo Bobbio, quien, recién nombrado, había corrido ya a entrevistarse con la embajada de Estados Unidos en Lima, capital peruana.
Todo lo anterior no es motivo para exhibir una constitucionalidad que parece bastante dudosa. Puede tomarse como ejemplo lo ocurrido cuando fue destituido el presidente Martín Vizcarra: para ese momento, en 2020, 68 congresistas estaban siendo investigados por el Ministerio público debido a diversos delitos, sin contar a otros 13 cuyos casos acababan de ser archivados. Para noviembre de 2022, poco antes de que cayera Castillo, más de 27 congresistas peruanos estaban siendo investigados, condenados o prófugos de la Justicia, pero sin ser tocados y "trabajando" -es un decir. Ya existía el antecedente de los llamados "Mamanivideos", cuando Kenji Fujimori, hijo de Alberto Fujimori, y congresistas de Fuerza Popular (fujimorista) buscaron comprar a otros congresistas al tratarse la vacancia del presidente Pedro Pablo Kuczynski. En estas circunstancias, habida cuenta del silencio sobre esta problemática, el Congreso peruano no tiene gran credibilidad que digamos, y no queda claro lo que se entiende por "establecimiento de la legalidad" si una parte del Legislativo se encuentra tranquilamente al margen de ella.
No es la primera vez que en líder de origen popular cae en una trampa. Ya le había sucedido al mandatario boliviano Evo Morales al persistir en la voluntad de reelección: por referéndum en 2016, ciertamente apretado y en el cual los medios de comunicación jugaron un papel nefasto, Morales quedó impedido de volver a un mandato más y debía terminar en 2020. No era necesario ir a buscar una resolución del Tribunal Constitucional que le permitiera al líder boliviano presentarse de nuevo "para no atentar contra sus derechos políticos". Lo dicho no quita que Morales no hizo trampa cuando le fue robado el triunfo en 2019, algo de lo que hay pruebas contundentes aportadas, para más señas, desde Estados Unidos e instancias no especialmente izquierdistas.
El problema llega más lejos, puesto que el líder brasileño Luiz Inácio Lula da Silva criticó a Morales por haber buscado la reelección a toda costa. Esta visión de las cosas no le impidió a Lula lanzarse otra vez como el "hombre imprescindible" a ganar las más recientes elecciones de Brasil, de manera muy apretada, algo que sus partidarios no habían previsto.
Esta colección de errores no significa que la derecha juegue limpio, hasta donde aprovecha su posición predominante en los medios de comunicación masiva para fabricar lo que sea, como le venía ocurriendo a Castillo, como le ocurrió a Morales en el referéndum mencionado y como trató de hacérsele a Lula.
Son, entonces, dos ingredientes que se encuentran por ejemplo en México: no le faltan errores y recurrentes caídas en trampas al presidente Andrés Manuel López Obrador, el más reciente con la candidatura de la ministra Yasmin Esquivel, por lo demás esposa de un empresario favorito del actual gobierno, José María Rioboó. Es igualmente cierto que López Obrador dista de estar bien rodeado: no hubo prácticamente ni un alma para recoger su idea de hacer germinar un humanismo mexicano. Cero. Pero tampoco se puede desconocer que el grueso de los medios de comunicación masiva se encuentra en el límite entre el engaño -de graves repercusiones- y la estafa. Como lo decía palabras más, palabras menos recientemente Pedro Miguel, periodista de vez en cuando atinado en su apoyo al lópezobradorismo, el pedido de los medios al presidente es el siguiente: "permítanos que lo difamemos, lo calumniemos y lo insultemos, y permanezca con la boca callada". Los medios, en todos los casos mencionados, han estando ocupando el espacio en principio público de tal modo que no hay debate posible de programas, ni sobre el Estado nación que se quiere a futuro, ni sobre los problemas sociales. Se trata más bien de entretener a la gente en dimes y diretes -sin negar los múltiples errores mencionados- hasta "marear el punto", como se dice en México, de tal modo que el punto en cuestión quede desplazado hacia donde lo quieren colocar los medios en cuestión, y los intereses que representan. Es un riesgo si no hay cómo contrarrestar esta privatización del espacio público. Como atinadamente lo señaló hace poco en México la escritora Sabina Berman, toca a la ley y no a la horda decidir sobre determinados casos: los linchamientos están de más, incluso cuando lo hace por ejemplo la izquierda contra un presidente como el brasileño saliente Jair Bolsonaro, por no decir que contra el mandatario salvadoreño Nayib Bukele, quien encontró un resquicio dudoso para reelegirse, por mucho que tenga a su favor, por lo demás. También serían las cosas más diáfanas si no hubiera un uso de la Ley tan endeble en América Latina, al grado que en más de un caso parezca que son los medios mencionados los que se han tomado la atribución de "hacer la ley", entiéndase que "su ley". Como sea: del Perú (da click en el botón de reproducción).
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