Cuando se registró para competir por la presidencia mexicana, Xóchitl Gálvez provocó una gran excitación en la oposición, al grado de olvidar algunas cosas: las lamentables divisiones del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que no debe ser confundido con el seductor de la patria y sus seguidores; la inteligencia de algunas observaciones del candidato del PRI, Enrique de la Madrid, que como sea no podrá quitarse lo junior, aunque niegue serlo; y la candidatura perredista de Miguel Angel Mancera, que no es exactamente un cero a la izquierda, hasta donde busca acabar con el presidencialismo en México, aunque de todos modos el ex jefe de gobierno capitalino es demasiado coach y poco político. Las salidas del PRI no lamentables fueron en su momento las de gente como José Narro Robles, un gran corruptor, o de Beatriz Pagés Rebollar, la clase de priísta -también podría ser del Instituto de Estudios para la Transición Democrática- que obliga a callar para no caer acusado de maltrato a animal.
Xóchitl Gálvez le vino como anillo al dedo a la oposición: nacida en "Tepa", un pueblo perdido del estado de Hidalgo, de ancestros indígenas, con dos cuartos por vivienda, una madre golpeada por un padre alcohólico, una hermana en la cárcel, vendedora de gelatinas y luego de tamales, habitante de un cuarto de azotea en Iztapalapa y dependiente de una beca para sobrevivir, se convirtió en ingeniera y empresaria que circula en bicicleta, sacó adelante a su madre y a dos hijas de su hermana, también ingenieras, antes de ser candidata a la gubernatura del estado de Hidalgo y jefa delegacional de Miguel Hidalgo, en la capital. A decir verdad, no le falta simpatía. El cálculo es que una parte del pueblo podría irse con ella, al compartir su historia.
El programa de gobierno de la oposición lo hará José Angel Gurría, criatura del seductor de la patria y que estuvo años al frente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sin la cual más de un profesionista y clasemediero no puede dar un paso, porque es lo máximo de "expertís", un grupo selecto. No es lo más importante: Gálvez y su entrevistador, Carlos Loret de Mola, estuvieron a punto de una excitación imparable cuando se habló del nearshoring (relocalización de empresas) en el futuro de México. Es el mismo proyecto estrella de algunos candidatos y candidatas del oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa).
Para más señas, se trata de que muchas empresas extranjeras se instalen en México para aprovechar la cercanía del "mercado más grande del mundo" (lo que es falso), el estadounidense, luego de los problemas constatados con las "cadenas de suministro y de valor" con China durante la crisis sanitaria de la Covid-19. La idea es que, instalándose en México, esas empresas creen un boom de empleos e ingresos y una "derrama" inigualable.
Queda por saber si es la historia verdadera. Gracias a una economía pujante y a un gran aumento de la productividad, resulta que los salarios en China han subido mucho, aunque todavía estén por debajo de países desarrollados. Hay empresas que se están yendo de China no por "cadenas" de nada, sino porque es más barato producir con salarios más bajos, por ejemplo en Vietnam, Camboya o Bangladesh. En estas circunstancias, resulta más atractivo producir cerca del mercado y con salarios bajos, al menos más bajos que los de China. En concreto, es las dos cosas que vendrían a aprovechar las empresas extranjeras: después de los banderillazos del Tratado de Libre Comercio, no se le ocurre nada mejor a una parte de la sociedad mexicana que la estocada con el nearshoring, para aprovecharse sin verguenza de las condiciones laborales en que se vive en México. La apuesta vuelve a ser el extranjero y el suministro de mano de obra barata. ¿Es posible difundir que el salario mexicano es 38 % más barato que el chino? Es ignorancia -las leyes de la economía dicen que un país débil se desintegra si se integra a otro más poderoso- o imposibilidad para ver en la gente de abajo y de trabajo otra cosa que ganado, creyendo al mismo tiempo que todo lo de afuera es, por definición, mejor, salvo en el consuelo de la "grandeza milenaria de México", que sirve para sugerir que la gente se tiene que aguantar de todo. No cambia mucho que se diga en MoReNa o que lo diga la empleada doméstica hñahñú, mujer, etcétera, puesto que es la hora de las complacencias a los Demócratas estadounidenses. Es una pena tener que citar al junior: el "súperpeso" mexicano es para beneficiar importaciones del extranjero, y no está de más agregar que se subió en México el salario mínimo en gran medida por presión estadounidense en el marco del TMEC (Tratado Mexico-Estados Unidos-Canadá), dejando luego el asunto en el olvido pese a una fuerte inflación. Tal vez sea tiempo de mujeres. Sin madre. De cuando cantaba el padre (da click en el botón de reproducción).