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domingo, 16 de julio de 2023

LA CALABAZA

 Maniobrar puede convertirse en un fin en sí mismo, si da la sensación de que al hacerlo "se es alguien", con poder (!el de maniobrar, por ejemplo). Es típico de sociedades de origen feudal y militar.

      La cosa va más o menos así. El periodista mazatleco (sinaloense) Jorge Zepeda Patterson, del periódico mexicano Milenio y el español El País, decidió que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tenía una favorita para la sucesión, la jefa de gobierno (o ex jefa) capitalina, Claudia Sheinbaum. En esta perspectiva, Zepeda se convenció de que el mandatario hacía una maniobra magnífica: llegar a encuestas que dictaran que la gente quiere que sea Sheinbaum. La preferencia de arriba podía aparecer como voluntad de abajo. No queda claro por cuánto tiempo hay que devanarse los sesos para algo así, pero el asunto en la cabeza de Zepeda Patterson no terminó ahí.

     Al poco rato, era más o menos así. López Obrador metió a Adán Augusto López Hernández, originalmente con pocas posibilidades, para hacerlo subir, al grado de pisarle los talones a la escogida de antemano. Como no puede tratarse de una idiotez, cabe pensar si no fue otra maniobra, para "bajar" a otro candidato, el ex canciller Marcelo Ebrard, hasta el tercer lugar. Puede ser, a riesgo de que la favorita se fuera quedando atrás, aunque hay que decir que el paisanaje (López Obrador y López Hernández son ambos tabasqueños, y por cierto que frontales en el hablar) no forzosamente implica favoritismo, al menos que, previamente, el presidente no haya designado a "Augustitito" por sus cualidades para la secretaría de Gobernación.

     En la cabeza de Zepeda Patterson, la maniobra se puso mejor, a reserva de saber si López Obrador es el Gran Maestro Maniobrero o un tonto. El presidente "infló" a Xóchitl Gálvez, de la oposición, pero según el periodista podría ser otra maniobra: "inflarla" un rato como candidata a la presidencia para "desinflarla" como candidata a la jefatura de la Ciudad de México y lograr así hacer pasar a Clara Brugrada, alcalde de Iztapalapa y cercana a Sheinbaum. De este modo, Gálvez terminaría "desinflándose" cuando otro candidato de la oposición, Santiago Creel, tenía tal vez más "aire". Para que López Obrador haya hecho todas estas maniobras, no sin arriesgar, que desembocarían en una mancuerna Sheinbaum-Brugada, habría desde tiempo antes hecho la maniobra de hacer creer en Rocío Nahle o Rosa Icela Rodríguez como posibles candidatas (ambas declinaron, Rodríguez abiertamente), y de haber aceptado meter en la contienda a Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña. López Obrador no tendría nada mejor que hacer que utilizar a todo el mundo para garantizar, si no un proyecto transexenal, sí por lo menos ser el Rey de todo el Mundo. Desde luego que también cabe llevar a examen la cabeza de Zepeda Patterson, digna de un general revolucionario o de esas columnas periodísticas de triangulaciones y carambolas políticas que entretienen en México a más de uno. El supuesto es que López Obrador no tiene escrúpulos y que hace "como todo el mundo": o, en todo caso, como lo hace la cabeza de Zepeda Patterson. En perspectivas así, no caben mucho los errores humanos: por ejemplo, que el presidente se equivoque a veces por necio, lo que lo llevó a entablar combate con Xóchitl Gálvez.

      No es que Gálvez carezca de atributos, pero, ya que cabe la posibilidad de que hasta ahora las cosas se estén moviendo en la ficción, no hay que olvidar que, como Rosa Salvaje, en las telenovelas es siempre alguien valeroso de abajo que salva a los patrones en decadencia. Aunque nadie esté hablando demasiado de programas (salvo Ebrard y López Hernández), porque hasta ahora se trata de personalismos, Gálvez ya dijo lo suficiente para darse cuenta de que lo suyo es lo del patrón: nearshoring, pero también energías renovables, educación con computación e inglés y más allá con ese desastre que es la "educación por competencias". Sin ideas propias, pero habiendo logrado convertirse en lo que es, una empresaria (así pruebe todos los huipiles del país), la "señora de los tamales" quiere vender la creencia de que "sí se puede" -pasar de "Tepa" a dueña de empresa-, a lo Kiyosaki. Madre pobre, hija rica, o algo así.

     La oposición, arcaica casi siempre, se pasó todo el sexenio en la maniobra más conocida: buscarle al presidente los flancos débiles para golpearlo, por cierto que con saña, día tras día, sin soltarlo. Xóchitl Gálvez es una maniobra -la de "pueblo" contra quien cree que tiene consigo al pueblo, otra vez el flanco débil-, y, como en realidad es probable que no hubiera maniobra de por medio, contra lo que supone mi general Zepeda Patterson, el lópezobradorismo se asustó, dedicándose también a golpear a Gálvez. Hasta ahora, no cuenta mucho la gente. No está de más decir que buena parte del pueblo repite desde hace muchísimo tiempo el mismo papelón: hacerle fiesta a cualquiera que pase a prometer algo, a ver si mañana se acuerda y "hace el favor". Hasta ahora, y a reserva de que las cosas se pongan más serias, como quiera que se quiera entender ésto, es la pachanga y la creencia de más de uno -seguramente, al calor de la misma pachanga- de que se trata de abrirse paso maniobrando. Le dejamos algo a la candidota Gálvez (da click en el botón de reproducción).



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