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lunes, 3 de julio de 2023

POR DIOS, PAREN ÉSTO

 La campaña presidencial mexicana para el 2024 tal vez quede convertida en cosa de viejas, dicho sea en lenguaje machista. Después de todo, más de un macho es muy defensor de las mujeres, lo que explicaría ciertos arranques actuales: ¿qué macho no idolatra a su madre?¿Qué macho no detesta que se metan con su hermana?¿Y qué macho no cuida a ultranza de su hija? Si el oficialismo del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) está no muy lejos de candidatear a Claudia Sheinbaum, ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, la oposición baraja entre sus nombres el de Xóchitl Gálvez,  de Acción Nacional (derecha), senadora y antigua jefe delegacional de Miguel Hidalgo, en la capital mexicana. A reserva de que algunos crean que Sheinbaum es la hija del presidente Andrés Manuel López Obrador -incluyendo a la propia Sheinbaum-, la gente puede encontrarse en el dilema de elegir entre la hermana y la madre de la nación.

      Xóchitl Gálvez ya se apresuró a jugar su papel: es la madre a la que nadie le ha regalado nada, según sus propias palabras, al haber salido de un pueblo perdido del estado de Hidalgo (Tepatepec) para pasar por un cuarto de azotea en Iztapalapa (nada más falta que para la capital compita Clara Brugada) para convertirse en ingeniera y empresaria. Gálvez acaba de acusar a López Obrador de "macho", por no tolerar a mujeres inteligentes e independientes y quererlas nada más sumisas, según la precandidata que ostenta un pasado otomí, que debe ser muy remoto. Al parecer, Gálvez no se ha dado cuenta de que si algo caracteriza a la señora es su total falta de sumisión, al grado de llegar al desparpajo -lo había notado Lilly Téllez.

     Como se trata de un asunto de viejas para machos, el tema de la mujer, más allá de la madre, la hermana y la hija, no pasa del engaño o fraude o, si se prefiere, la faramalla. Algo movió a MoReNa a incluir entre las 21 personalidades para elaborar un Plan de Nación 2024-2030 a Olga Sánchez Cordero, que de problemas nacionales sabe menos que de la manera de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de llenarse los bolsillos (se opuso a disminuir los salarios de los magistrados). Tan no importa, salvo para ganar en "hacer creer" al margen del mérito, que no se notó que el lugar de Marcelo Ebrard en la cancillería lo tomó una excelente diplomática, Alicia Bárcena, mejor que el mismo Ebrard para el cargo y que era de lo más apta (se puede comparar con la total ineptitud de Juan Ramón de la Fuente, representante de México ante Naciones Unidas y "chapulín") para participar en la elaboración de un proyecto nacional: Bárcena, sin mayor acogida en MoReNa (Sheinbaum la confundió con "Bárcenas"), pero que supo felicitar por su talento a Luisa Alcalde (y no por ser mujer), hoy secretaria de Gobernación, Bárcena, decimos, fue secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, una institución de lo más respetable y de tradición, sin que se tenga que concordar con ella) de 2008 a 2022, previa carrera diplomática en Naciones Unidas, pese a ser bióloga de formación. 

     El honor, en este caso, más que para Bárcena es para López Obrador, de nombramientos pésimos en Relaciones Exteriores, sin respeto para Ebrard: a la embajada en Honduras se fue la viuda de Gustavo Iruegas, a la de Ecuador, la de Bolívar Echeverría, y a la de Argentina, Lilia Rossbach, la de José María Pérez Gay, los dos segundos, amigos encargados de introducir a la señora cuando el hoy mandatario era viudo. La señora es pariente de Agustín Gutiérrez Canet, luego entonces tío político del presidente, y diplomático de carrera, embajador en Rumanía Finlandia e Irlanda. La señora es intocable.

     Con Bárcena, López Obrador consiguió conjugar lealtad y profesionalismo (también lo había con Ebrard). Así las cosas, no queda claro si los aparatos partidarios están creyendo que un pleito de viejas es lo que México necesita para refrendar sus arcaismos casi rulfianos creyendo estar a la moda cosmopolita y del último grito en Washington, capital estadounidense. En una pifia, ya previno Alcalde: cualquier discrepancia será un acto de misoginia. Es de esperar que las cosas no se pongan así de irrespirables, pero por lo pronto, si de equidad se trata, llega Bárcena, y De la Fuente está por irse. Enhorabuena. El debate que viene: nada más faltaría presentar a la mamá como hija de la cultura del esfuerzo y a la hermana, como la del privilegio (da click en el botón de reproducción).




LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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