Socorro Díaz es una periodista y política mexicana que fue priísta (del oficialista PRI- Partido Revolucionario Institucional) durante un buen tiempo, antes de irse al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Díaz consiguió que el periódico El Día tuviera un papel decoroso y que, entre otras cosas, recibiera a exiliados latinoamericanos que un buen día se olvidaron de dar las gracias por las oportunidades recibidas (precisamente con uno de esos exiliados en El Día Latinoamericano, muy al final, echó las cosas a perder "encargando" lo que había que decir; Socorro Díaz, en cambio, dejaba bastante libertad para escribir, ni se diga sobre asuntos internacionales, publicando incluso documentos clave como los de Santa Fe II). Escribía entre otros un gran ejemplo de periodismo, Gregorio Selser, de origen argentino, cuya modestia -que no fue heredada, como tampoco su honestidad- contrastaba con las pretensiones de sacar ventaja existente entre tantos exiliados. Lo dicho viene a cuento porque Díaz transmitió el mando presidencial mexicano en 1988, y debía decir: "y ahora, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos hará uso de la palabra". Hubo un lapsus gracioso: "el presidente de los Estados Unidos de la palabra..."; Díaz corrigió enseguida, aunque no se hubiera equivocado para nada si hubiera proseguido con "hará uso de los mexicanos".
Hay distintos fines para los que se habla y uno de ellos, en un intercambio de ideas, puede ser encontrar la verdad, así sea relativa. Antes, en la cultura señorial, la palabra era un artificio, con frecuencia retórico, para engañar y maniobrar, sin renunciar a una careta religiosa. Hoy predomina en cambio la visión pragmática de la verdad: en la palabra, es verdadero lo que es útil. Puede ser útil para obtener o mantener una ventaja, o para otros fines: es así que no importa faltar a la lógica, no ser coherente, no saber el significado de las palabras con tal de que lo dicho o escrito sea útil, en primer lugar para quien lo dice o lo escribe. Se vale de todo si con la palabra se hace negocio -se obtiene rating- o se mantiene una ventaja real o supuesta, la de ser "alguien". Si la verdad es lo verificable, no se verifica nada: se puede calumniar, difamar, dedicarse a la maledicencia, golpear sistemáticamente (y con saña), esparcir rumores, adulterar, falsear, etcétera, con la creencia de que, si resulta útil, así sea para quedar bien, luego entonces es lo verdadero. Algunos son hábiles para fórmulas -nótese que no se hace aquí uso de ellas- del estilo "como todo el mundo sabe", "es irrefutable", "es evidente", y así, sin menor asomo de duda. La gente que procede así puede usar verdades a medias, servirse de montajes, y en algún momento escogió alguna forma de "sentido común" para resguardarse en el "todo el mundo lo hace", para lo que hay que atacar con denuedo a quien, justamente, no lo hace. El problema de inundar los medios de comunicación masiva con este tipo de gente es que, para muchos, se termina por no discernir lo verdadero de lo falso, puesto que algo falso se presenta como verdad si es útil.
Queda por saber si quien hace caso, más allá de buscar contrarrestar (lo que seguramente no sirva de mucho), no lo hace porque, también, le parece útil creerlo, e importa más "para qué sirve" repetir lo escuchado o lo leído que saber si es verdadero o no, es decir, verificable o no. Dicho de otro modo, tampoco importa mucho no probar e incluso hacer pasar por "evidente" al margen de un criterio de verdad especificado. Repetir sin verificar puede ser una manera de buscar alguna ventaja, de creerse "alguien" -así se diga "lo que todo el mundo sabe"-, de hacerse el interesante o de aferrarse, a fin de cuentas, a algún "interés". Otra vez, el riesgo está en no tener medios para discernir lo verdadero de lo falso. A final de cuentas, en conjunto, se pierde la capacidad de discernimiento y hasta de saber lo que está realmente en juego: golpear o maniobrar se vuelven fines en sí mismos, como el de "vender tal o cual idea" sin que importe su valor y así sea fraude. ¿y no hay pandemia de sofistas, la clase de gente que hace pasar por verdadera cualquier falsedad? El problema está en el mecanismo: no sirve de nada oponerle alguna supuesta "verdad revelada", un sermón, un intento de catequizar o retórica, en buena medida porque el sofista es como el teflón. Como ya se había dicho, al Homo Sapiens le tomó mucho tiempo llegar a un intercambio de ideas que hoy no es tal, salvo excepciones, sino que es lo que resulte de dos o más monólogos en una "guerrita" de adjetivaciones y descalificaciones. ¿Para qué, salvo para ser un aprovechado o hacer negocios, es útil palabrear así?¿Para que quien se cree el dueño de los Estados Unidos de la palabra -y es que hay competencia por serlo- haga uso de los mexicanos? (da click en el botón de reproducción)