La oposición en México se caracteriza por la tendencia a sofismar, lo que vuelve prácticamente imposible hablar con ella y, en particular, con los grandes medios de comunicación masiva y sus "periodistas". Todo el arte del sofisma está en hacer aparecer una falsedad como una verdad. Ir a Badiraguato, en Sinaloa, como lo ha hecho el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, no significa ser cercano al narcotráfico, por más que esa localidad sea cuna de grandes narcos. Saludar a la madre de Joaquín Guzmán, El Chapo, no significa tampoco ser cercano al Cártel de Sinaloa, ni ver por el mismo Guzmán, preso en Estados Unidos, cuando es obligación de México velar por sus connacionales en el extranjero, que por lo demás, en cualquier condición, tienen derecho a asistencia consular. Evitar un baño de sangre con la captura de Ovidio Guzmán tampoco dice nada (menos si después fue capturado). No hay relación comprobable entre el Cártel de Sinaloa y los triunfos del oficialismo a todo lo largo de la costa del Pacífico. A lo sumo, lo que pudiera haber es una tendencia, pactada (para seguir con lo decidido desde hace años por Estados Unidos) a tocar menos al Cártel de Sinaloa que a sus rivales, como lo probaría en Sonora, por ejemplo, la afectación al Cártel de Caborca con la captura de Rafael Caro Quintero y con la de un líder de "Los Salazar". "Pactada" no forzosamente de manera abierta, sino tácita. Sin embargo, es, apenas, una hipótesis a partir de ciertos hechos, y no hay elementos que hagan de López Obrador algo así como un "narcopresidente".
Presuntas "investigaciones" recientes -en las cuales la periodista Anabel Hernández tal vez pudo ser más precavida- apresuraron a los medios a afirmar que, en 2006, la campaña de López Obrador pudo haber recibido financiamiento del narco. Un elemento a considerar son presuntas tratativas en Puerto Vallarta, Jalisco, con Edgar Valdez Villarreal para meter ese dinero. Si así hubiera sido, podría haber sido una provocación, puesto que resultó que Valdez Villarreal , La Barbie, era en realidad un topo de la DEA (Agencia para el Control de Drogas) estadounidense. Gracias a la información del programa SinCensura recogida en Estados Unidos por Vicente Serrano (quien ya parece haber encontrado un tono medido y un periodismo bastante eficaz), es posible saber que cárteles de la droga SÍ -atención- pensaron meter dinero en las campañas de 2006, en varios partidos políticos, aunque al final prefirieron no hacerlo. Es a partir de aquí que se soltó la especie de que sí entró dinero narco en la campaña de López Obrador, pero la DEA no siguió el caso y hay más: en varios países sudamericanos, en particular Ecuador y Perú, con casos como los de Jorge Glas y Ollanta Humala, se fincaron acusaciones y penas de cárcel a partir de prácticas dudosas de testigos protegidos, y resultaron ser falsas (eran asuntos de Odebrecht). De lo que hay elementos de prueba es de que Estados Unidos fabrica casos para "ablandar" a gobiernos progresistas. Desafortunadamente para la oposición mexicana, sus "evidencias" y además "irrefutables" no han terminado de cuajar, y SinCensura TV recordó que la DEA está de pocas migas con López Obrador desde que se le pusieron a aquélla ciertas reglas para operar en México.
Curiosamente, estas revelaciones coincidieron con la vistoa de la candidata opositora Xóchitl Gálvez a Estados Unidos, en plan francamente puertorriqueño, para entrevistarse con congresistas, funcionarios y académicos...en buena medida con el discurso de que López Obrador no ha conseguido luchar contra el crimen organizado, lo que no es inexacto, a lo que Gálvez agregó toda clase de ofrecimientos para seguir vendiendo el país a Estados Unidos. Hasta ahora, cerca de la mitad de los mexicanos (46 %, según la encuesta más reciente de Ceresearch reproducida por MVS Noticias se identifica con la autodenominada Cuarta Transformación, 22 % con el derechista Acción Nacional (PAN) y ocho por ciento con el Partido Revolucionario Institucional (PRI). La candidata Claudia Sheinbaum, oficialista, es clara favorita para las elecciones presidenciales: cabe adelantar la hipótesis de que, dada la proclividad de Sheinbaum al centro (de tal modo que 47 % de la gente "de derecha" votará por ella, según datos recientes de una muy buena estudiosa y no sesgada, Viridiana Ríos), Estados Unidos busca "ablandar" al centro-izquierda y acercar un poco a la oposición, conforme a una vieja idea: la de sacar al PRI (lo que quedó logrado) para crear una suerte de "alternancia controlable" que deje de lado toda veleidad nacionalista y mantenga la integración con Estados Unidos, en lo que convergen Sheinbaum y Gálvez, sobre todo que la primera, siendo honesta, carece de la "beligerancia" con colmillo de López Obrador, mucho más despierto sobre las mañas de la oposición. Es en Estados Unidos -a donde fue a peregrinar Gálvez- que debe buscarse, en lo fundamental, el estado de "caos controlado" que vive en más de un aspecto México.
Puerto Rico no es una colonia de Estados Unidos, sino un Estado Libre Asociado (ELA), lo que supone cierto grado de autonomía. Pocos son los que quieren la independencia (entre cinco y seis por ciento de la población, según el plebiscito de 2012). Lo que se dirime es si Puerto Rico debe seguir como ELA o anexarse a Estados Unidos. La proporción de quienes quieren lo segundo ha ido subiendo con el tiempo en los resultados de plebiscitos (se pueden consultar fácilmente en la Web), para pasar del 39 % en 1967 a poco más del 61 % en 2012. Es posible pensar, dada la "enchilada completa" del presidente mexicano Vicente Fox o las ideas del canciller Marcelo Ebrard de integración de toda América Latina con Estados Unidos- que, a la derecha como en el centro-izquierda de México, no haya inconveniente en profundizar la integración con Estados Unidos, por lo que ambas candidatas promueven el nearshoring. Hubo que frenar por ejemplo al gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, para que limitara sus planes de entregar lo que se pudiera del estado a Arizona. Hay más sobre el tema, pero es un poco penoso tener que recordar algo dicho por Manuel Bartlett, antiguo funcionario priísta y hoy parte de la 4T: la democratización de México, tal y como fue entendida, no fue idea de los mexicanos, sino de Estados Unidos, entiéndase que para eliminar todo vestigio de nacionalismo e independencia, así se tenga autonomía. López Obrador chocó en parte -y nada más en parte- con este proyecto, y, para decirlo sin ambages, hay todo un sector de la población mexicana que no tiene ni idea de qué es México, ni amor por el país. El problema es que, como para los puertorriqueños, nunca habrá aceptación plena de Estados Unidos. Lo que por lo pronto es conocido como ley económica es que un país que se integra con otro más poderoso tiende a desintegrarse, por lo que el "caos controlado" en México seguramente seguirá. No es López Obrador quien buscó la polarización: es el resultado del resquebrajamiento del PRI, garantía de unidad nacional por décadas - y que se estaba recuperando entre 1990 y 1992, antes de que se prepara sacarlo del poder y antes del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte)- y de la "alternancia" buscada por Estados Unidos. Como dice Juncal Solano graciosamente en su "Charro político": el que se sube se pasea (da click en el botón de reproducción).