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martes, 20 de febrero de 2024

PA PI MAL

 El 7 de febrero debía retirarse el "primer ministro" haitiano, Ariel Henry, pero no lo hizo, desatando una ola de protestas callejeras, de las que por cierto no se dijo prácticamente nada. La inseguridad es tal que hasta los policías que pueden tratan de abandonar el país. Lo han hecho casi tres mil policías, según The New York Times. No es mucho el seguimiento "intelectual" de la situación haitiana, más allá de la tendencia a repetir que es "el país más pobre del hemisferio occidental" (60 % de la población en la pobreza, según un documental de Chris Hedges para TRNN, con 30 % en inseguridad alimentaria y 50 % sin acceso a agua potable, pero también muy buena vida para el cinco por ciento que se lleva 85 % de la riqueza nacional) y el primero que logró su independencia en América Latina. La izquierda no quiso recoger nada del legado del asesinado presidente Jovenel Moise, que fue ultimado al buscar dar a Estados Unidos una lista de políticos haitianos ligados al narcotráfico. Estados Unidos parece haber optado más bien por permitir que Henry siga en el cargo y por hacer intervenir un pequeño grupo de policía de Kenia (unos mil efectivos), lo que con todo no se ha concretado.

     Parte de dicha inseguridad es debida a pandillas, sobre todo en buena parte de Puerto Príncipe. Sin embargo, se ha agregado una brigada armada en principio destinada a proteger de peligros ambientales (B-SAP, Brigada para la Seguridad de Áreas Protegidas). Ciertos miembros de estas brigadas son afines a Guy Philippe, antiguo comandante de la policía y golpista que depuso hace años al popular sacerdote de izquierda Jean-Bertrand Aristide, en 2004. Philippe estuvo preso en Estados Unidos acusado de tráfico de droga. Lo que está claro es que Haití cambió: dejó de ser pobre para ser en buena medida pobre y lumpen, lo que hace mucho se limitaba al paramilitarismo de la dictadura Duvalier. El tráfico de droga ha contribuido a la podredumbre. Donde hay este tráfico proliferan por lo demás las armas. México sabe algo de ésto, habiendo tenido que reclamarle a Estados Unidos que deje de meter armas en el país. Sea Henry o sea Philippe, Estados Unidos parece seguir apostando a la derecha haitiana sin que importe que el país se hunda.

      Philippe y algunos líderes de pandillas, como Jimmy Chérizier, "Barbecue", no quieren la injerencia externa directa y hablan de "revolución", para confundir las cosas. "Barbecue" dice tranquilamente que los políticos haitianos son "asesinos" y tiene "Fuerzas Revolucionarias de G9 La Familia". Henry había pactado una transición con el llamado "Pacto de Montana", pero no se cumplió el plazo y la oposición está bastante dispersa, pese a acuerdos generales. Chérizier está curiosamente en la mira de Open Society y National Endowment for Democracy, la segunda, tapadera de la Central de Inteligencia Americana (CIA), pero no es exactamente un "rebelde primitivo". Las condiciones están en una capital que, según el programa de Hedges, pasó en cuatro décadas de 500 mil habitantes a tres millones.

      La situación haitiana impide tratar ciertos hábitos psicosociales. El hombre haitiano tiende frecuentemente a hacer las veces de imbatible "Don Juan", arrasando con cuanta mujer se encuentra delante, de manera bastante tolerada en las costumbres, creyéndose un "reyecito". Al mismo tiempo, la familia haitiana tiende a ser matriarcal (con un fuerte peso de la madre en los hijos), a partir del ámbito doméstico y las relaciones familiares y otras, "desde la cocina", sin que sea vea mucho por las "andanzas" de marido e hijos. Es el tipo de estructura que reproduce al "reyecito" que cree que el mundo le pertenece. Si acaso se tratara de feminismo para cambiar las cosas, habría que empezar por las formas de socialización adquiridas en familia y que no exentan a las matriarcas. Este tipo de estructura existe en las familias negras de Estados Unidos y hace rato que se ha demostrado que no cambia con la "acción afirmativa", además de empujar a dos cosas: la delincuencia entre hombres y los hogares con mujer sola, si bien no es exactamente el caso de Haití. Más allá de "redes de solidaridad", la reproducción de hábitos viciados se juega en lo dicho y no puede hacerse pasar por "cultura", mucho menos por "resistencia". En años de intervención, Estados Unidos no cambió gran cosa y más bien fomentó el parasitismo, y al mismo tiempo el descontento con la injerencia externa. Ahora a ver quién para a los "reyecitos" que creen suyo lo ajeno y han obligado recientemente, siempre según datos de The New York Times, a la emigración de unas 150 mil personas, sobre todo a Estados Unidos. 

       Hatí fue ocupada de 1916 a 1934, sin demasiada resistencia, y después vivió las dictaduras de Duvalier, apoyadas por Estados Unidos, que volvió a ocupar indirectamente el país por años, a través de una fuerza multinacional, con tal de que Aristide no pudiera hacer gobierno (2004-2017). Como es fácil apreciar, la injerencia externa no arregló nada: instaló el "caos controlado", incluyendo una epidemia de cólera que costó 10 mil vidas. Las ONGs (organizaciones no gubernamentales) hicieron su negocio embolsándose dinero para "ayudar a Haití". Si Puerto Rico muestra la fachada de prosperidad en la asociación con Estados Unidos, Haití muestra lo que hace la potencia con los pobres.

(da click en el botón de reproducción). Cierto, las cosas siempre pueden estar peor, pero no es ninguna sabiduría (pa pi mal, "no está peor").









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