Si el actual secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU) conociera la ley del organismo, él ya habría hecho una de dos cosas: o renunciar, o armar una coalición para sancionar a Estados Unidos, Qatar, Arabia Saudita, Jordania, Turquía, Israel, Francia, Gran Bretaña, Marruecos, Túnez, Iraq y Libia, entre otros países. La lista se antoja demasiado larga, la verdad. Y el puesto del secretario Ban Ki-moon, tal vez demasiado bien remunerado. En ambos casos, sale demasiado caro ser congruente con la ley.
En efecto, Naciones Unidas condena por escrito en distintas resoluciones (incluyendo algunas sobre Derechos Humanos) el uso de mercenarios para intervenir en los asuntos de Estados soberanos. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha condenado (resolución de 1999, siguiendo a Naciones Unidas en resoluciones de 1998) esta utilización de bandas armadas. Normalmente, el secretario general de Naciones Unidas debe tomar cartas en el asunto.
Según la agencia rusa Ria Novosti, unos 10 mil mercenarios (es todo un ejército) combaten en Siria al lado de extremistas islámicos. Al mando de un contra ruso, el checheno Abu Omar al Chechen, combaten también (como parte del comando Jaish al Muhajirin al Ansar) iraquíes, saudiárabes, libios, marroquíes y tunecinos. Según el director del Servicio Federal de Seguridad ruso, FSB, Alexander Bórtnikov, unos 200 rusos combaten del lado terrorista.
De paso, existen denuncias de que estos contras llegan a ser entrenados por mercenarios irlandeses. Es algo contrario a la Constitución de Irlanda, que estipula la neutralidad militar de este país.
Occidente sigue apostando a la "yugoslavización" de Siria. Los extremistas del Islam ya la han emprendido contra la población kurda, que se ha visto obligada a buscar refugio en Iraq. Según Naciones Unidas (Alto Comisionado para los Refugiados, ACNUR), cerca de 17 mil kurdos han tenido que huir.
Si los terroristas van perdiendo, Occidente deja de dar noticias. Si el presidente sirio Bashar al-Asad va perdiendo, las noticias vuelven a fluir. El periodismo sigue así un criterio que le sale "económico": si hay ganancia, hago como que informo, y si hay pérdidas, no informo nada. En estas condiciones, ningún "relato" o "narrativa" puede prosperar.
Con la ley es lo mismo. Si permite obtener ganancias, se utiliza. Si no, es desconocida, en primer lugar por los encargados de velar por ella y ejecutarla. Las cosas marchan tan bien que aplicar la ley con rectitud -siguiendo lo estipulado por Naciones Unidas- le saldría demasiado caro a Yanki-moon. Ser perverso le sale más barato, así que es perverso -no es descalificación: a Ki-moon le gusta "como lo hace" Psy. El mercado le llama a este proceder "eficiencia", y el secretario general seguramente está siendo premiado por esta capacidad, aunque haga con la ley del organismo lo que un ex director del Fondo Monetario Internacional en sus fiestas: "sex soirées". Por cierto: en vidas, las de "Dominique" salen menos costosas.
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