Dentro del "chavismo" hay distintos modos de entender el futuro de Venezuela.
El actual presidente venezolano, Nicolás Maduro, es sin duda chavista entre chavistas: cuesta trabajo evitarle el ridículo. A Maduro le habla Chávez a través de un pajarito, el mismo presidente se va a dormir con el muerto (en el mausoleo de Chávez, vaya) y, entretanto, este señor se pone a tuitear con Ricky Martin (diciéndole que Venezuela lo ama), como se puso a labores proselitistas afirmando que "le gustan las mujeres" para criticar a Capriles. Esa es la masa venezolana: el infantilismo reivindicado como "cultura". Y es que no se puede ser al mismo tiempo "hijo de Chávez" y muy Maduro.
Desde este punto de vista, el ensayista Enrique Krauze no se equivocaba al describir a Chávez como un tele-evangelista, y no se trataba de callar a Krauze. Chávez era un merolico que entendía la mitad de lo que decía, como Maduro ahora entiende la mitad de lo que hace. El asunto es que este "estilo" no lo creó el "socialismo" venezolano.
Es muy fácil de demostrar. Este "estilo" es parte de un populismo que se remonta por lo menos a la IV República, a los periodos de Caldera y "Carlos Andrés", cuando efectivamente fue desmantelada en Venezuela la cultura del trabajo, el campo se despobló, se cayó la incipiente industria y se instauró como modus vivendi la corrupción. Venezuela es hoy uno de los países más corruptos del mundo (noveno lugar del mundo, al menos según Transparency Internacional). Pero veamos: otros tres países que no son acusados de populistas no están muy bien que digamos en esta materia. La presidente brasileña Dilma Rousseff no ha ido hasta ahora muy lejos en el combate a este flagelo, aunque lo pidió la calle, la reina del mercado. Al gobierno argentino de Cristina Fernández de Kirchner tampoco le va de maravilla (y según Transparency International, Argentina es un país más corrupto que México). México tampoco progresa en este rubro.
La diferencia está en poder hablar del tema y enfrentarlo. Maduro en Venezuela se ha propuesto incluso una "emergencia nacional" contra la corrupción. El inspirador de esta política en ciernes es el abogado, político, periodista y ex vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, un hombre cercano a los cambios recientes en Venezuela, pero también de izquierda con independencia de criterio y menos "discurso redentor".
¿Qué ha dicho Rangel, nacido en 1929? Que la corrupción se crea por los vínculos "especiales" entre el sector privado y el público. Es un nexo que "opera en detrimento del Estado, por lo cual este se debilita y pierde el poder para administrar y dirigir la sociedad". Se crea así una cleptocracia en la cual, según Rangel, "los corruptos imponen las normas", y las complicidades protegen a cualquier sospechoso. La corrupción es para Rangel "un poder subrepticio que pasa a controlarlo todo y acaba con la capacidad de respuesta de las instituciones". Pues sí: a veces, es el sector privado que corrompe a las instituciones.
¿Qué ha dicho Rangel? En cierto modo, que las muy decentes oligarquías latinoamericanas han corrompido al Estado, desde lo privado, aunque, agregamos, luego tildan al Estado de "corrupto". ¿De cuándo acá las oligarquías latinoamericanas se han distanciado del robo?
Si lucha con resultados contra la corrupción y por la seguridad ciudadana, Venezuela se irá alejando del populismo y respondiendo a preocupaciones de buena parte de la sociedad, que no quiere ser "masa" y si quiere adecentamiento.
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martes, 13 de agosto de 2013
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