La manera que tienen los medios de comunicación masiva "globalistas" y parte de la izquierda de atacar por cualquier cosa al presidente estadounidense Donald J. Trump impide saber qué está en juego, con el agravante de una suplantación: la dizque "opinión pública" -en realidad creada por intereses privados- hace aparecer como rechazo mayoritario lo que no forzosamente lo es, aunque sea porque no todo es inteligible ni previsible. En estos momentos, no puede adelantarse que la política económica escogida por Trump vaya a dar buenos resultados o no.
Aunque tenía antecedentes en la segunda posguerra (por ejemplo, en Puerto Rico), la política de deslocalización de empresas se fue acentuando desde los '80, a lo que entre otras cosas fue contribuyendo la gran apertura de la zona costera china o la de la franja fronteriza del norte mexicano para las maquiladoras, que ya empezaban a estar de moda. Lo señalado precipitó la salida de empresas estadounidenses al exterior en busca de mayor rentabilidad, acentuando el declive de las regiones industriales de Estados Unidos, las clásicas, de la costa Este, con frecuencia siderúrgica (Pittsburgh y sus "acereros", por ejemplo, pero también ciudades como Cleveland, Baltimore, Cincinnati y otras). También se vió afectada la industria automotriz, para dar lugar al deterioro de ciudades como Detroit. Este descalabro estadounidense por desindustrialización y deslocalización de empresas al Sur fue retratado por el hoy olvidado realizador estadounidense Michael Moore a propósito de un lugar como Flint, en el estado de Michigan. Parte de lo que empezó a producirse fuera regresó a Estados Unidos a precios más baratos -junto a productos de empresas industriales asiáticas y europeas-, contribuyendo a aumentar las importaciones, al mismo tiempo que, en ciertos sectores, las exportaciones industriales estadounidenses perdieron competitividad. Esto fue ocurriendo desde los '70, cuando a propósito de la costa Este y parte de la región de los Grandes Lagos se hablaba de rust belt ("cinturón del óxido" o "cinturón de la herrumbre"). Los sectores nuevos y competitivos aparecieron en el "cinturón del sol" (sun belt), en particular Texas y California, este último estado sede de Silicon Valley. Con la pérdida de empleos, la creciente desigualdad y la dificultad para dejar el consumismo, en varias regiones se deterioró el nivel de vida estadounidense, junto a la capacidad de ahorro.
Como compensación de algo que desde finales de los '60 se hizo crónico, el déficit comercial (más importaciones, así sea comercio intrafirma, y menos capacidad para exportar, salvo en el sector primario, por productos agrícolas y petróleo), Estados Unidos, convertido para medio mundo en "comprador de última instancia", hasta de cualquier baratija, logró atraer el dinero de buena parte del resto del mundo a través de las finanzas: por tener ese "comprador", con tal de que no se cayera, y una moneda especial, "los demás", en vez de utilizar lo ahorrado para fines internos, fueron a "invertir" en Estados Unidos, que atrae de todo, desde compra de bonos hasta dinero de especulación, toda clase de "tráficos" -lavado incluido, estimado hasta en un 15 % del PIB (producto interior bruto) de Estados Unidos, la mitad del promedio latinoamericano-, fugas de capitales, etcétera. Pareciera que es en parte asunto de "finanzas"" contra "producción", sobre todo por el voto Demócrata, fuerte en las dos grandes plazas financieras estadounidenses, Nueva York (Wall Street) y Chicago, pero hay que contar de este lado las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft). Así, lo que parece estar desfilando con Trump, más allá de los advenedizos Demócratas, es el Estados Unidos que perdió con la llamada "globalización". Lo que los aranceles han buscado, a reserva de saber si pueden lograrlo, es revertir hasta donde se pueda el deterioro industrial, aunque no deba confundirse "industria" y "sector productivo", dadas las GAFAM, por ejemplo. Al mismo tiempo, Estados Unidos se fue rezagando en una parte de la innovación tecnológica, incluso frente a China, por lo que el conflicto comercial ya estaba con el presidente estadounidense Demócrata Joseph Biden. Faltaba que China se volviera capaz de lanzar al mercado internacional, como sucedió, computadoras, teléfonos celulares, 5G, automóviles eléctricos o energías renovables de relativa buena calidad y buen precio. No tiene mayor secreto que Estados Unidos no quiera perder en la competencia, no sólo por una cuestión de ganancias, sino también de empleos e ingresos para buena parte de la población, hoy lejos del "alma de la clase media" (Biden) de la segunda posguerra. Como lo muestra la votación Demócrata, no es la mayoría de la población estadounidense que se ha beneficiado de la "globalización". Se han beneficiado las finanzas, algunos sectores ligados a nueva tecnología y ricos de antología.
Lo que ha sucedido, baratijas aparte, es que en los propios Estados Unidos se ha deteriorado la calidad de vida de buena parte de la población, como se han deteriorado los servicios de educación y salud y las infraestructuras, lo que los Demócratas prometían remediar y no hicieron. El "modelo" se ha expandido, bajo la mirada "acreditadora" de quienes se benefician de la gran libertad de movimiento de los capitales: el sacrificio del nivel y la calidad de vida de la mayoría porque, después de todo, parches aparte, "competitividad" quiere decir reducir de distintos modos los salarios y precarizar el empleo. Que Estados Unidos se mantenga por nivel de vida y consumo como "comprador de última instancia" no es nada más por el llamado "privilegio exorbitante del dólar" o, como se dice, "es mi moneda, y tú problema": es también que muchos otros exportan sus ahorros a Estados Unidos fortaleciendo a las finanzas que lo captan e imponiendo al mercado nacional estadounidense lo que es considerado "una carga exorbitante", incluida la de absorber el exceso de producción de "los demás". Las clases dominantes de "los demás" han tenido la seguridad de poder vender siempre sus mercancías y "aparcar sus ahorros" en Estados Unidos. Por lo pronto, el abordaje de Trump es parcial, y está por verse si puede recomponer un sistema productivo interno resquebrajado o no. Cada país tiene opción de ocuparse de sus propios asuntos y de no andar aventando sus desajustes al exterior, para lo que habría que dejar a la vez privilegios exorbitantes -de una minoría de la población- y mayores cargas sobre la mayoría en nombre de algo que no es ningún "ganar-ganar", sino un comercio de "arruina a tu vecino". (da click en el botón de reproducción).