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miércoles, 9 de abril de 2025

O SEA SÍ, PERO NO

 Alguna vez, el "halcón" Demócrata estadounidense, Zbigniew Brzezinski, el mismo que planeó integrar a Ucrania a una seguridad europea dirigida contra Rusia, expresó: "no queremos un Japón al sur de nuestra frontera".

       Sexenio tras sexenio, desde José López Portillo (1976-1982) y con la excepción de Miguel de la Madrid (1982-1988), en México se apuesta a lo grande. Y sexenio tras sexenio se termina en lo chiquito. No ha faltado quien dida que "México será una potencia", para no decir que "el mejor país del mundo". Se trata cada vez no de algo que dependa de México, sino de algún milagro exterior, llámese precio del petróleo, libre comercio, "enchilada completa" o nearshoring, por lo que no hay responsables de nada si se cae el barril de crudo, si aumentan los intereses de la deuda, si el libre comercio depende de la salud económica de Estados Unidos y Canadá o si las empresas llegan o no en tropel mientras se atraviesa el mandatario estadounidense Donald J. Trump. No se confía en fuerzas propias que se desconocen o se menosprecian, como si sobre la gente del país no cupieran más que prejuicios ("es que el mexicano es..."), hace rato que hay clase dominante pero no dirigente (para lo que basta ver lo poco que valoran la educación los empresarios monopólicos u oligopólicos del país), y se cree que el mercado exterior en sus distintas formas es la fuente de la eterna riqueza, ante la cual no se hace más que de intermediario. No es tan de broma hablar de "neoporfirismo", y no se ha ido ni en algunos sectores de la autodenominada "Cuarta Transformación", cerca de Estados Unidos y algo lejos de Dios, salvo para medidas caritativas (aunque sean de utilidad para redondear ingresos). El de los economistas no deja de ser el mundo de "los científicos"", "neoliberales" o con toques de Keynes, pero convencidos de que sus creencias son "leyes de la Historia" al estilo positivista.

        No hay país que se haya convertido en potencia sin pasar por el proteccionismo, sobre todo a finales del siglo XIX (Estados Unidos, Alemania y Japón), pero además, no hubo potencia del siglo XX (dejando de lado en algunos aspectos "de potencia"" a la Unión Soviética) que se haya levantado sola. En América Latina existe el mito de Alemania y Japón, los humillados y ofendidos que se levantaron. Alemania se levantó después de la Segunda Guerra Mundial en buena medida gracias a ser la gran beneficiaria del Plan Marshall; la RFA (República Federal Alemana), Berlín Oeste incluido, debía ser la vitrina del consumo frente a la escasez y el descontento en el bloque soviético. Japón, como lo consagró la doctrina Yoshida, se volvió a levantar en parte con el plan McArthur y dedicándose a la economía bajo el paraguas militar estadounidense, que subsiste, como en parte en Alemania. Corea del Sur y Taiwán también se beneficiaron de una generosa ayuda estadounidense, frente a Norcorea y a China. Y, sin que se diga, China desde 1972 se ahorró una carrera armamentista como la soviética pactando con el presidente estadounidense Richard Nixon, Henry Kissinger y amistades por el estilo, por lo que la rivalidad entre China y Estados Unidos tardó en aparecer y no es como la existente entre las potencias de Occidente y Rusia, pese a los mega-aranceles de Trump. En general, las potencias del siglo XX pudieron serlo en un contexto específico, el de la Guerra Fría, porque Estados Unidos lo toleraba o lo necesitaba. El siglo XXI es otro, aunque con China no hay que apresurarse demasiado: en algunas cosas "hace en grande", desde que es más capitalista, pero basta con ver el IDH (Indice de Desarrollo Humano) para dejarse de idealizaciones y percatarse de que el nivel de vida es mucho más alto en Sudcorea y Japón que en China. Sudcorea ocupa el lugar 19, Japón el 24, China el 75...y México el 77 (2023) La Federación Rusa está en el lugar 56. Lo que algunos creen que es China es el altísimo nivel de vida de Hong Kong (4o lugar, siendo como Singapur una ciudad-Estado, 9o lugar). Ser potencia no es nada más cosa de salir una y otra vez a "echarle ganas". Y Estados Unidos no quiere que México sea potencia, lo que nada más ocurre en los "sueños más salvajes" de integración del actual secretario de Economía mexicano, Marcelo Ebrard. "Ser potencia" tampoco se hace en un sexenio: se trata de largos procesos de maduración que toman algunas décadas, cuando menos de dos a tres, según la experiencia de los "tigres" o "dragones" asiáticos, pero también de Alemania, Japón y Estados Unidos a finales del siglo XIX. No es cosa de "milagro". Ni de "ganas". Ni de megalomanía. Ni es seguro que todo el mundo pueda o deba ser potencia: hay países que no lo son y viven medianamente bien, como Costa Rica o hasta Botsuana (desarrollo humano alto, en África...) o Bielorrusia.

       No es raro que, para ser potencia -si acaso China lo es, más allá de ciertos aspectos- haya que pasar por la "mano dura", como ocurrió en todas partes, menos en Estados Unidos. Aunque sea para disciplinar a la mano de obra en el arranque.

     Como ya se ha señalado, las potencias gastan mucho en I&D (investigación y desarrollo) como porcentaje del PIB (producto interno bruto). China lo hace (lugar no. 14), aunque va por detrás de Japón (no. 7) o Sudcorea (no. 2) México está en el lugar 58. Y sin mayor crecimiento: más bien la tendencia notoria es a la baja, en particular  desde 2008-2009. Para no decir que se logra a veces presencia en rankings por maquillaje de cifras. No existe el menor interés en la educación ni en la investigación, porque entre quienes debieran dirigir no se toma en cuenta el potencial del país y su gente y nada más se tiene la "neoporfirista" vista colocada en dos cosas: los títulos estadounidenses, sin atención siquiera a lo que quieran decir de real, junto con la importación de modas del otro lado; y la modernización pasiva de fachada, para que una parte de la población pueda vivir en una burbuja ya sin la menor idea de nación, sino en pleno cosmopolitismo.

       Dos cosas más han sido propias de las potencias: aunque ya no es exactamente así, desde la "economía de la oferta" de los '80, los ricos acostumbraban tener que pagar impuestos altos, mientras que en países como México son gente intocable; por otra parte, cualquiera sea su preferencia, los economistas creen que el gasto público no debe ser alto, cuando en las potencias lo es : si en México es de poco más del 28 %, en Estados Unidos es de 36 %, en Japón de casi 42 % , en Alemania de más de 48 % y en China de 33 % (2023). En México, el gasto público en salud es del 10%; en Alemania del 20 %, en Estados Unidos del 24 %, en Japón del 23 %  y en China...casi del 9%. En lo que destaca México es en un gasto en educación que se desperdicia, aunque hasta los 70 u 80 no fue así. Frente a la discriminación socio-racial, el sistema educativo era visto -pese a sus deficiencias- por la gente de abajo honrada como una forma de movilidad y de respetabilidad, con las antiguas profesiones. De todos modos, en muchas potencias el gasto en educación como porcentaje del gasto de gobierno es más elevado que en México (4,2): 5,4 en Estados Unidos;  4,5 en Alemania (en Japón y en China es más bajo). Después de subir hasta el año 2000, este gasto en México ha tendido a estancarse. No se puede "ser como Dinamarca" cuando no se invierte como los países escandinavos en educación. Compararse dentro de la OCDE es un truco contable; por más que esté por encima de muchos países africanos y asiáticos, México está al nivel de Malí o Etiopía, por debajo de prácticamente toda Europa, y de varios países latinoamericanos, Bolivia incluida (Brasil, Argentina, Costa Rica, Honduras...)

      Se quiere ser potencia sin proteccionismo, sin investigación & desarrollo, sin impuestos a los ricos, sin gasto público suficiente, sin educación disciplinaria, sin ayuda estadounidense, sin industria de bienes de capital, etcétera, lo que deja suponer que más de uno no piensa lo que dice, sino que se cree el primer briefing que le pasan no en función de México, sino de la Agenda 2030, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) o alguna "expertís" financiera, sin saber siquiera que la finanza especula sobre la tasa de beneficio, no sobre la calidad de vida de un país. Con nostalgia idealizada del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), de los sesenta -rock en tu idioma-y del 68, en México desde 1988-1994 se "gobierna" para lo que el escritor Carlos Fuentes llamó "la primera generación de chicanos nacidos de este lado": alrededor del 40 % de la población, entre ricos y clases medias, aunque fisuradas, para un estilo de vida estándar "global", identificando a la mayoría -al garete- como Emilio Azcárraga Milmo a los "jodidos que no van a salir de jodidos" o, en sectores de clases medias bajas, con un ademán folclórico que no exento de chovinismo. El libre comercio, el consumo en el centro comercial, la imitación de Joe Big Six (el gringo y sus cervezas) y la repetición de lo que lanzan los medios de comunicación globalistas es parte de sectores no desdeñables de este 40 % o menos -los ricos están en paraísos, como los fiscales- que da numéricamente una falsa impresión, de fachada, porque el país no sólo no se mueve, sino que está inerte y sin clara dirección nacional, pese a atisbos como los del Plan México, a espera de lo que suceda en 2026 con el TMEC y de los probables logros -ya hay algunos- de Omar García Harfuch en Seguridad (tratado México-Estados Unidos-Canadá). (da click en el botón de reproducción).



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 Estados Unidos se encuentra en una posición contradictoria. Sigue siendo el mayor comprador del mundo, o "comprador de última instanci...