Durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador, éste acabó en más de una ocasión acusado de estar fuera de la realidad, al mismo tiempo que solía decir tener "otros datos", lo cual se volvió motivo de burla.
En algún momento, estuvo de moda hablar de fake news y de postverdad, en particular cuando estaba Donald J. Trump en la presidencia de Estados Unidos, pero luego fueron temas que se opacaron.
Los analistas convocados por los medios de comunicación masiva hace tiempo que hablan de "escenarios" y los "barajan", en vez de referirse a alternativas. Se habla así de "posibles escenarios" para el futuro. En principio, no es una palabra ajena al teatro o al cine, aunque ha pasado a designar, supuestamente, "circunstancias" o "lugares" en los cuales tiene lugar un suceso. Insistamos en que un suceso no es un "evento". Un evento puede ser social, artístico o deportivo. En el límite, un suceso es un acaecimiento (el "fallecimiento acaecido" no es un "evento").
El problema se complica cuando se vuelve usual hablar de "actores", muy en particular de "los actores sociales". El actor es, definitivamente, la persona que interpreta un papel en una obra teatral, cinematográfica, radiofónica o televisiva, lo cual remite a la ficción. Construyendo escenarios, se puede caer en la ficción, al igual que confundiendo un acaecimiento con un evento. La ficción es algo inventado, que igual puede ser literario o cinematográfico, pero no es la realidad, así establezca algún tipo de relación con ella. El problema está en describir la realidad -dejando de lado el teatro, el cine, la literatura, etcétera- recurriendo de manera insistente a un vocabulario que implica estar en la ficción. Es el desdibujamiento de una frontera. ¿Dónde empieza la realidad y dónde la ficción?
Como se le tiene pavor a la palabra ideología, ahora se estila mucho hablar de narrativa o de relato. Que a la izquierda, por ejemplo, le falta una "narrativa creíble", o que tal o cual no ofrece un "relato consistente". La narrativa remite directamente a un género literario, por ejemplo novela, novela corta, cuento...Y por cierto que no es lo mismo que una narración, que es la manera de contar una secuencia o una serie de acciones o hechos, sean reales o imaginarios. Es poco entendible la necesidad que sienten muchos de hablar de "narrativa". ¿La izquierda, por ejemplo, necesita un nuevo género literario, una nueva novela o un nuevo cuento? El relato es un poco más ambiguo: puede situarse entre narración y cuento, por ejemplo. Como "reconstrucción discursiva", suele suponer una interpretación.
Si alguien cree que lo que necesitan algunos actores sociales es vislumbrar nuevos escenarios y presentarse con una narrativa creíble, es libre de hacerlo, a reserva de estar consciente que está hablando un lenguaje propio de una sociedad del espectáculo y que hay un buen ingrediente de ficción. A nadie se le puede quitar el uso de la imaginación ni el deseo artístico. Lo que queda por esclarecer es el grado o tipo de relación con la realidad o lo que se entiende por ésta, al menos que no se trate más que de garantizarle a cada quien, y por qué no, el derecho a la subjetividad y la libertad de ejercerla.
En las circunstancias descritas, cabe preguntarse si hay gente que, al hablar, sigue un guión. Cabe igualmente preguntarse si tal o cual acción de X persona no es una puesta en escena. Y, yendo más lejos, no por nada existe el montaje y gente que se especializa en ser LordMontajes, como se conoce a un pseudoperiodista mexicano. Lo mejor es poder seguir un guión, hacer una puesta en escena o un montaje con verosimilitud, es decir, con parecido a la verdad, para buscar lo creíble. Puede servir la creación de "hiperrealidad".
Esta frecuencia de la ficción no implica un extravío, sino, muchas veces, una representación precisa del lenguaje y el discurso: están para "hacer efecto" de tal modo que se obtenga alguna ventaja o se consiga un beneficio, y es algo muy real. Esta realidad permite que aparezca "una" verdad, que puede ser compartida o no. Al mismo tiempo, no hay ningún vínculo asegurado con la objetividad ni con la imparcialidad, palabras que han caído más bien en desuso. Queda por saber qué juicio de realidad puede emitirse sin buscar un mínimo de objetividad y/o de imparcialidad. La interrogante ahí está. Con todo, existen motivos reales por los cuales algo inventado de cabo a rabo, o con mucho de inventado, es dado por cierto: creérselo puede asegurar ventajas o beneficios reales.
El desdibujamiento puede llegar a que se hable de un momento o una circunstancia como una "escena" (como por ejemplo la "escena primordial" en psicoanálisis), aunque "escena" es algo imposible de desligar del espectáculo. Al mismo tiempo, algunos confunden debate y lo que llaman "conversación pública". "Conversar" no es más que hablar en compañía de otros: no necesariamente implica debatir, y se puede parlotear o "cotorrear" sin otro fin que el de hacerlo, y de exhibirse en ello. A fin de cuentas, queda el riesgo -que está también en la exhibición- de tomar la imagen de algo o de alguien por la cosa misma o la persona misma.
Lo dicho puede dar en el cinismo total. En México, por ejemplo, el partido Acción Nacional (PAN), de derecha, juega en un anuncio con la expresión "nos va a cargar el payaso" (se entiende que si sigue el actual oficialismo), que quiere decir que las cosas van a salir mal. Al mismo tiempo, se nombra a un delincuente, el ex gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, lavador de dinero, defraudador del fisco y traficante de recursos ilícitos, coordinador del opositor Frente Amplio en materia de estrategias de seguridad. O bien se trata de cinismo, o bien más de uno no consigue distinguir entre la ficción construida por el ex gobernador sobre sí mismo y la realidad, al grado que ésta pasa desapercibida. García Cabeza de Vaca se posicionó como la persona que puede "restablecer el estado de derecho en México". El que resulte más torcido pensará que tiene las conexiones necesarias para hacerlo. Salvo excepciones, no se ha hecho notar que el tamaulipeco pareciera haber caído en contradicción, de la misma manera en que la oposición no se detuvo demasiado en el significado del caso del ex súperpolicía Genaro García Luna: la seguridad en México estuvo en manos de un delincuente. Nada de lo dicho impide que se fisuren la narrativa, el relato y los escenarios de la oposición que difícilmente ignora que cuenta con el favor mediático para todo el espectáculo que sea posible, y para hacer de la competencia política un asunto de "impresionar", que es con lo que trabaja la dramatización. Se puede estar en la ficción y los "escenarios posibles" entre "personajes" logrando que no importen García Cabeza de Vaca ni García Luna, y sembrando con Brozo el temor a que "nos cargue el payaso". Después de todo, en cuestiones artísticas es cuestión de cada uno, de gustos, del "estilo personal de gobernar" (parafraseando a Daniel Cosío Villegas) y de que, como casi dijo alguna vez Socorro Díaz, el presidente de los Estados Unidos de la Palabra haga uso de los mexicanos. Impresionar es un arte con ventaja y beneficio reales (da click por lo que pueda resultar).