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jueves, 24 de agosto de 2023

CHINA TOWN

 En los años '90 le tocó al Japón, y años más tarde a parte de Europa: una crisis deflacionaria, que es de lo que más temen los capitalistas: tener que bajar precios de venta más allá de una "desinflación" al grado de sufrir recortes en las ganancias y arriesgarse a una espiral hacia abajo. En efecto, si menos ganancias ponen en peligro a la empresa, ésta puede verse tentada de recortar personal y, de haber más desempleo, cae el poder de compra y nuevamente se plantea tener que bajar precios. Ahora es China que se enfrenta al peligro de deflación. Le pasa a muchos, salvo a Estados Unidos, que tiene el modo de pasarle la cuenta al exterior.

     China tiene una grave crisis inmobiliaria y un aumento del desempleo, en particular juvenil, al grado de dejar de publicar estadísticas sobre el fenómeno. Además, como antes en Japón y como en Europa, ha llegado a China el envejecimiento demográfico, por la caída en la natalidad. Más allá del "milagro", de logros indudables y de la "expertís" de tantos en la coyuntura, algunos estudios advirtieron hace ya rato que China se comportaba como economía capitalista, y que podía llegar a la sobreacumulación, cuando hay renuencia a invertir por caída de la tasa de ganancia. Lo esperable era que China dejara su orientación exportadora y se concentrara más bien en el mercado interno, pero buscó resolver sus problemas con mayor expansión foránea con las "Nuevas Rutas de la Seda" (el proyecto de "la Franja y la Ruta", OBOR por sus siglas en inglés). Al interior, después de haber creído en el crédito fácil, la gente ahora prefiere ahorrar. Es de recalcar que los empresarios se comportan como en muchos otros lugares: así no sea directamente, desde "los mercados" se dedican simple y llanamente a chantajear para que la intervención estatal sea de tal modo que garantice la recuperación de la tasa de ganancia. Así que no es mucho lo que distingue a China de un país capitalista. Lo que se desconoce por ahora es el alcance de la crisis, que de ser pronunciada tendría un fuerte impacto internacional.

      Estados Unidos tal vez se esté frotando las manos, pero como sea, de confirmarse la crisis, cabría repensar en qué se está creyendo cuando se habla de China. El capital privado representa las tres quintas partes de la producción y las cuatro quintas partes del empleo urbano, además de la mitad de los ingresos fiscales ¿Entonces? Al volcarse hacia el exterior (lo que ahora se está frenando en el terreno de las exportaciones), China acabó por convertirse en el tercer inversor extranjero más grande del mundo, en inversión extranjera directa. No está de más señalar que las condiciones de trabajo en China y con chinos son duras, y China es uno de los países más desiguales del mundo, lo que no tiene mucho que ver con un socialismo que las autoridades chinas no pregonan, como tampoco el poder de los trabajadores. En más de una ocasión, y pese a las ventajas que presentan frente al neocolonialismo o a las presiones políticas y militares estadounidenses, las empresas chinas en el exterior no son muy "amigables" con sus trabajadores.

     Hacia el interior, la pertenencia al partido comunista es del siete por ciento de la población, y hay en dicho partido fuerte influencia de millonarios y de estratos medios altos. Buena parte de la población es como en otros lugares del mundo: se desentiende de los asuntos públicos y opta por mantenerse "alejada de política y problemas", incluso cuando el presidente Xi Jinping lanza campañas contra la corrupción. No hay mayor ejemplo de China para el resto del mundo: lo que ha interesado por bastante tiempo es la posibilidad de hacer negocios con una mano de obra que está dejando de ser barata.

    Si las dificultades chinas se prolongan, no será tan extraño: el país asiático ha sido un punto de convergencia entre centro-izquierdistas y Demócratas estadounidenses interesados en beneficios, así por momentos digan alarmarse por la situación política china o por "la competencia". Ser el segundo país del mundo en tamaño económico no es garantía de nivel de vida bien repartido y de calidad: el ingreso por habitante es la tercera parte de Alemania y el nivel de vida inferior al de Corea del Sur o Japón. Es mejor guardar un margen de incógnita: ni caer en la creencia de alguna "amenaza", ni creer a ciegas en un membrete vago del tipo "socialismo con características chinas", si éstas consisten en no tener especial consideración por los trabajadores. La dirección china ni siquiera es monolítica, pese a las apariencias. Esperar y ver: es posible que sea preferible a creer que, por ser supuestamente el "nuevo poder", es al que hay que ponerse a la sombra, sin que medie reflexión. Ocurrió en los '90 con la Unión Europea y antes, en los '80, con Japón. En términos capitalistas, no hay remplazo de Estados Unidos, y términos no capitalistas no son los predominantes en China. (da click en el botón de reproducción).


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