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jueves, 10 de agosto de 2023

CADA QUIEN SU GURÚ

 A veces, las derechas son un poco menos "cavernarias" de lo que parecen, y las izquierdas un poco más. A juicio de alguien como Jair Bolsonaro, quien gobernara Brasil hasta hace algún tiempo, el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva representa algo así como el "marxismo cultural", aunque a Lula le falta por completo formación marxista y ha demostrado por lo demás ser anticomunista, por ejemplo en el Foro de Sao Paulo. Izquierda igual a comunismo es algo falso, como izquierda igual a marxismo, de tal modo que ni siquiera los últimos líderes soviéticos, como Mijaíl Gorbachov, tenían la menor noción de marxismo (Gorbachov acabó declarándose abiertamente socialdemócrata, para más señas). De la misma manera, no toda derecha es automáticamente "fascista", incluso cuando, como Bolsonaro, reivindica la dictadura militar, como lo hace José Antonio Kast en Chile. Los casos de neonazismo son contados, como el de Ucrania. 

       En la segunda posguerra, a partir del llamado "deshielo" (1956) y con la bonanza capitalista, se dejó de creer en la clase obrera como vanguardia al socialismo, y a la larga también en el campesinado, luego de que el maoísmo en China encontrara sus límites. La mayor parte de la izquierda se quedó sin "sujeto". Andando el tiempo, se pasó a poner mayor atención a otros temas que al de las clases, y a partir de la llamada "teoría crítica" de la Escuela de Frankfurt, con Theodor Adorno y Max Horkheimer (que no tuvieron mucho problema en colaborar con la Central de Inteligencia Americana -CIA), del interés por el teórico italiano Antonio Gramsci, de "marxistas" libertarios como Herbert Marcuse y más adelante de teorías como las de Ernesto Laclau, la izquierda se puso a recoger de todo, en busca de "nuevos sujetos", mezclándose así con la llamada "ideología de género" (causas feministas, pero también otras, LGBTTTIQ+), los "pueblos originarios" y los "afrodescendientes", los "jóvenes" y lo que cayera, nótese que prescindiendo de los trabajadores (a lo sumo una "minoría" más), de la idea de explotación y otras propias del marxismo y de los comunistas. En este sentido, los nuevos libros de texto mexicanos responden a un manoseo político de la "nueva izquierda", salvo que, en una falsedad, hay quien cree que se trata de "comunismo". La idea gramsciana es la de dar la "batalla cultural" agarrando cualquier sujeto, y la derecha también entra a su modo en la "guerra cultural", con valores como la familia, el orden, el antiabortismo o el rechazo al matrimonio igualitario. Se toma por "comunismo" o por lo que se llama "marxismo cultural" esta ensalada libertaria de "nuevos sujetos", mientras que para la izquierda es "fascismo" rechazarlos, en un asunto de valores que debiera ser más discutido, y sobre todo más allá de falsas equivalencias. La Nueva Escuela Mexicana y sus libros podrían ser suscritos por universidades estadounidenses y los Demócratas. El debate está muy americanizado. No cambia gran cosa que uno que otro ex comunista se adhiera a las creencias de la "nueva izquierda" y se ponga a recitar sobre ecología y contra el patriarcado, como lo hace por ejemplo el "sobreviviente del 2 de octubre" (¿es un oficio?), Luciano Concheiro, en la Secretaría de Educación Pública (SEP).

     En México hay dos muy pequeñitos partidos comunistas y uno de ellos, el PCM (Partido Comunista Mexicano) se opone a la "Cuarta Transformación". Hay ex comunistas en el gobierno, que fueran miembros del PCM que se disolvió para entrar en el PSUM (Partido Socialista Unificado de México), que a su vez se derritió en el PRD (Partido de la Revolución Democrática). Los ex comunistas de la 4T son contados, bastante ineficaces y adeptos al maniqueísmo estadounidense, en uno que otro caso. Uno de los responsables de los libros de texto, Marx Arriaga, no tiene nada de comunista ni de marxista, pero sí parece habérselas ingeniado para estar en las modas de la izquierda, confundiendo además "pueblo" e izquierda. El origen de la confusión está en los cambios al artículo Tercero Constitucional introducidos por el Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa). Si acaso, lo que hace Arriaga (pasemos sobre los hermanos Concheiro, Pablo Gómez y Alejandro Encinas) es ultraizquierdismo, lo que los comunistas conocían como "enfermedad infantil", mezclado con la Agenda 2030 de Naciones Unidas y modas universitarias ya aludidas. El alumno modelo tal vez deba ser un afrodescendiente de Pinotepa que "transite" a ser mujer, aprovechando para declararse además lesbiana, comer vegano, militar contra el maltrato a los animales y en pro de una célula onegeísta de Black Lives Matter en Oaxaca: si tiene cultura digital, será la persona libre por excelencia y, para recitar a la Nueva Escuela, alguien resiliente "en comunidad", siguiendo a Enrique Dussel, una de las lecturas de Arriaga.

     Es entendible que haya un problema de valores -que la izquierda con frecuencia no entra a debatir, porque se pronuncia poco sobre la familia o el orden, por ejemplo- y un choque en el que la derecha (no la "demócrata liberal", más al centro) cree estar viendo "comunismo" y "marxismo cultural", habida cuenta de los orígenes de más de uno en la izquierda. A su vez (y en algo que al centro también comulga con los "demócratas liberales"), la izquierda ve "fascismo" en los presidentes estadounidenses George W. Bush o Donald J. Trump, cuando no en el mandatario ruso Vladimir Putin. Más parece cosa de etiquetas para vender (vender la creencia y hacerse de adeptos) que atisbo de análisis o de un mínimo de seriedad. Marx Arriaga no es más que un "Tacubo" (hijo de un Prepa Popular Tacuba), "grillo" para más señas, y sus contrincantes, unos cínicos que dicen estar "contra la ideología" para no creer más que en una, la empresarial con su "emprendedurismo". Como sea, hay más falsas relaciones: izquierda no es equivalente a comunismo y derecha no lo es a fascismo. Estas equivalencias se establecen para hacer negocio o extraer una renta: el negocio del sensacionalismo contra el comunismo y la renta de "luchador" contra el "fascismo".

     En rigor, no hay en los libros de texto nada que no esté en el nuevo artículo Tercero de la Constitución mexicana, y si se menciona el "mejoramiento del pueblo", es de esperarse que a más de uno se le ocurra ponerse a "grillar", como se dice en el argot mexicano: la "ideología de género", los pueblos originarios, el ecologismo y otras cosas están en el mandato constitucional, así sea contradictorio, en el ánimo de MoReNa de quedar bien a la vez con "el pueblo" y con organismos internacionales. Los alegatos en contra son extravagantes, como los del "periodista" golpeador Carlos Marín, de Milenio, que conecta cualquier cosa con cualquier cosa, preocupado más por el efecto que por el sentido. Para Marín, en plena grosería maliciosa, la concepción de los libros de texto es  "marxoide-chavista" (claro, ¿con el tufo de Así habló Zaratustra, que tanto le gustaba a Hugo Chávez?), inspirada de un "romanticismo revolucionario" de los primeros dos tercios del siglo XIX (¿se refiere al socialismo utópico del que se deslindó Marx?) y hasta en una de esas de "los guardias rojos" que ocuparon el Palacio de Invierno en San Petersburgo en 1917. Es totalmente provinciano, ignorante y con pretensiones: como Chávez, por ejemplo. Después de todo, el procedimiento es el mismo, sea en Arriaga o en Marín: aprovecharse, sacar ventaja, desde una posición considerada ante todo de poder y no de servicio. (da click en el botón de reproducción).



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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