Mi lista de blogs

jueves, 7 de agosto de 2025

LOS QUE SE QUEDARON

 Los niños están con frecuencia lejos de ser "la inocencia". Se les suele enseñar, desde "peques", lo que no es de su interés, sino de su familia, que en más de un país no entiende para qué sirve la escuela: más que aprender, los infantes ya están en "lecciones de vida" en las que se les muestra "cómo relacionarse", antes que cómo desarrollar su personalidad. Ir a la escuela es, muy temprano, ir a "hacer relaciones" que tal vez un día, si perduran, puedan ser también "conexiones" o "contactos".

         Pese a la escuela, el niño es orientado sobre con quién sí y con quién no relacionarse. Hasta los años '70, por ejemplo, y pese al inicio de la fiesta libertaria, no era raro que a un infante se le enseñara que debía evitar a otro cuyos padres se hubieran divorciado, porque era un "estigma" y el signo de alguna "desgracia". Según las situaciones, los niños ya podían ser hábiles para excluir a alguien, en colectivo, con la llamada "ley del hielo": no le hables a sutano o mengano, no te juntes con perengano. Podía ser, también, por motivos "políticos": oye, eres medio rojillo. Los niños pueden aprender no de su personalidad o de civismo, pero sí de poder, en el sentido de su uso colectivo contra el "uno". Lo extraño es que, después, los adultos reproduzcan este comportamiento escolar, aunque sea con sobrentendidos. Es, en parte, el principio del perverso o del psicópata narcisista: con un dejo libertario, aparecer como espontáneo, todo sonrisas y hasta seductor, por encanto, y al mismo tiempo con valores conservadores, del tipo de los mostrados por Carlos Fuentes en Las buenas conciencias, y que consisten en "ocultar mostrando", como han dicho algunos del barroco: "tapar". El niño malcriado ha aprendido no de la escuela, pero sí para hacer lo que le dicte la gana, y al mismo tiempo, por el "tapar", a ocultar los problemas en vez de hacer con ellos, para lo cual, aparentando un supuesto "individualismo" (que no es más que egoísmo), al mismo tiempo encuentra en la familia complicidades o cuando menos tolerancia. Si sobre una base común, de invitaciones (te invito a mi fiesta...), tiene poder y "relaciones", a las que llama "de amistad", sin saber lo que es, ya está: el infante tiene la creencia de que lo puede todo sin la menor sanción, ni se diga social. No es el "individuo hecho a sí mismo", sino el omnipotente con respaldo familiar y de "relaciones", que así entrará a la vida adulta.

         Como era por lo demás con hábitos de hacienda o de "casa poblada" y de familia extendida, era el mundo intelectual de los '70, a la vez open minded e intolerantemente conservador en algunas cosas, como la familia no sólo para recargarse, sino para torear la individuación que supone hacer con la soledad, al menos en cierto grado. Ese era el poder, por ejemplo del exilio latinoamericano en México: te invito a mi fiesta, no te juntes con tal o cual, etcétera, y relaciones en grande en asados y vinitos. Amantes, pero con el derecho conservador de vuelta a casa con tal o cual "señora". Era l base de lo que se proyectaba hacia afuera como relación de clientela, y se prolongó hasta los '80. Se le dejaba de hablar al que "caía en desgracia" si dejaba de ser la prolongación de tal o cual (ex de, esposa de, viuda de, hijo de, hija de, etcétera...), y era como sobreentendido la "ley del hielo", salvo que uno que otro de apariencia humana se apareciera a "pobretear" al "desgraciado", con lo que Hannah Arendt llamara "la caridad que humilla". El "desgraciado" o el independiente era un "don nadie" a lo sumo para "pobretear": ser "alguien" era tener "relaciones", no sólo para sí, sino para lo que fue apareciendo en los '80: para ofrecer dichas "relaciones" y saber "cotizarse", lo que se tradujo en ponerle precio a cada quien en las "relaciones", según el acceso que dieran al poder y la posibilidad de rehuir encontrarse consigo mismo. Ser persona de "contactos", "recomendaciones", etcétera: influencias. Es lo que se confundió con el mérito: no el trabajo ni la personalidad propia, más bien atrofiada, sino la apariencia de "libertad" -hasta tomarse licencias de grosería- y el "mérito" de tener y poder ofrecer y ostentar "relaciones", para lo cual algunos más tarde se siguieron en redes. "Yo soy yo y mis relaciones": cualquier problema debe ser "tapado" para "no dañar la imagen", porque las apariencias, a la hora de "hacer relaciones" y mantenerlas, suponen no "caer en desgracia". Se sumará el vedettismo en los medios. 

        Refugio en la familia, aún con sus verdaderas disfuncionalidades, entre lo que se llama coloquialmente en México "muéganos", y en las "relaciones", de la familia extensa a las logradas en el paso por el sistema educativo u algún otro lugar, hasta donde pudiera permitirlo el de trabajo, aunque más hostil: y el sempiterno cálculo de desprecio por el independiente, creyéndolo temeroso, para por aislamiento -la "ley del hielo"- hacerlo pasar por las "horcas caudinas". Para este mundo de "enchufes", el que desarrolla su personalidad no es perceptible, cuando no es un testigo incómodo de la vida que se dejó en el camino desde la infancia y sin verdaderos afectos; "todos tienen su precio", es la culminación de esta trayectoria de un "niño grandote" que ya no alcanzó a ver, salvo para cierto machacar en la destrucción, que no es así y que ningún centro comercial vende verdadera confianza, lealtad o, para ir más lejos, verdaderos afectos. Y todo por creer que, antes que crecer, lo importante es tener muchos amiguitos para jugar. Feliz coro de pajaritos. Vaya. (da click en el botón de reproducción).



LLAMANDO A TORRE DE CONTROL

 En 2021, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, pidió a España que, a su vez, pida perdón por la Conquista. La solicitud, que...