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jueves, 28 de agosto de 2025

POBRE LEÑA DE PIRUL

 Reconocida por los medios de comunicación masiva, muy a pesar suyo, ya que buscan el escándalo para "causar impresión" y "vender" por sensacionalismo, la Ciudad de México (CDMX) ha seguido en la ruta de la mejora en la seguridad. Lo que dice alguna gente del presidente estadounidense, Donald J. Trump, como Stephen Miller (jefe adjunto del gabinete de la Casa Blanca), sobre la capital mexicana "tomada por cárteles" apenas cabe en la cabeza, ciertamente grande, del golpeador Héctor de Mauleón. En 2024, la tasa de homicidios dolosos por habitante en la CDMX se ubicó en 10 por cada 100 mil habitantes. En Chicago es de  21.3, y en Baltimore, de 35.4. Los delitos de alto impacto en 2025 en la CDMX siguen a la baja. Hay reducciones muy importantes en robos a taxistas, en robos en el Metrobús y en general en lesiones por arma de fuego. Miller anda mal -preparando presión del ala dura Republicana- cuando compara a la CDMX con algo "más peligroso que Chicago, Baltimore, Bagdad o Etiopía". Los resultados en la CDMX en decomiso de drogas muestran que se actúa en este terreno. Además de las cámaras con el programa "Visión 360", la nueva jefatura de gobierno ha buscado implementar más mejoras en los salarios de la policía y en un hospital específico para la policía misma, todo para lo cual se han obtenido recursos. Salvo al final de la jefatura de Miguel Ángel Mancera, la tendencia a la mejora de la CDMX en varios aspectos es notoria: ya no es ciudad de inmigración, lo es cada vez menos de oriundos de otros lugares del país y cada vez más de "capitalinos netos" que pueden querer a su ciudad, la suya, y no andar con ademanes de nostalgia campirana. No todo es negativo en las nuevas generaciones ni en el hecho de crecer en ambientes marcadamente urbanos, ya que la contraparte, parcialmente capitalista, es en algunos aspectos positiva, aunque se crean "citadinos" los de clases medias movedizas y en "bajada", como las de la alcaldía Benito Juárez, víctimas de sus propios prejuicios: como decía el escritor Martín Luis Guzmán, se quejan de lo que contribuyen a crear. Para más señas, se ubican dos bolsones de inseguridad: nada nuevo, el "barrio bravo" de Tepito, y el lindero sur de la CDMX con Morelos (en particular en la alcaldía Tlalpan).

        Luego del terremoto de 1985 y de la contaminación de entonces, empezó entre más de un universitario algo que, a diferencia de ahora, no era plenamente citadino, más allá de quienes salieron corriendo a Guadalajara, como algunos lo hacen ahora a Mérida. En efecto, a más de un universitario le dió por compartir tiempo con el estado vecino de Morelos, sin tener información de que judiciales despedidos seguían la misma ruta, y al rato Cuernavaca se volvió difícil. Hace rato que la otra moda era Tepoztlán, y se fueron agregando algunos lugares más, de Temixco a Cocoyoc. Con tan buenos resultados que en una de esas, en la grave descomposición de Morelos, fue asesinado el hijo de Javier Sicilia. Otros universitarios más escogieron cambiar departamentos modestos por casonas en los cerros de la CDMX, desde los '80, cuando era todavía Distrito Federal, yéndose a las cercanías del Ajusco, San Pedro Mártir, Olivar de los Padres y otras "alturas" rodeadas de pobres. Eran vistos como parte de la "buena servidumbre" que no toca al patrón de la hacienda o a la coronela de turno. Estas generaciones, todavía muy clientelistas, con espíritu de "grupo" y no de individualidad, agarraron Morelos y los cerros poniente y poniente-sur del Distrito Federal (de Alvaro Obregón a Tlalpan), desertando de las ciertas dificultades capitalinas, para facilitarse la compra de indulgencias y contubernios con intercambios de invitaciones a un lugar semi-citadino, semi-campestre, como si la antigua hacienda y sus costumbres fueran a prolongarse toda una eternidad, y como si tuvieran que hacer el ademán de darse "baños de pueblo", mientras iba cayendo en desuso Coyoacán, pese al espectáculo "tú sé mi Frida, yo seré tu Diego" para estadounidenses. Había que salir de la inseguridad capitalina, pero dándoselas de oligarca y haciéndolo valer en las relaciones de la universidad pública, que se anudaban no en el trabajo, sino "en casa de", como en los '70 en "el asado de". Fue movilidad social ascendente para algunos: no vieron otras tendencias y siguieron jugándole, pese a ciertos desmanes libertarios coyoacanenses o en la Roma (queremos tanto a nuestra criada...) o la Condesa. En pleno lance neoporfirista, estos universitarios se las arreglaron para mandar, con pocas excepciones, a sus hijos al exterior, de ser posible para que se quedaran allá y no volvieran; es más, también como signo de estatus, pra irlos a visitar. Neoporfiristas, en parte, por sus hábitos oligárquicos y por su apariencia open minded. Seguramente estaban huyendo de "este pobre Mexiquito". No alcanzaron a ver nuevas tendencias capitalinas, más allá del ademán libertario y de los desmanes californianos-sinaloenses de una parte de las clases medias decadentes. Todos habrían de coincidir a la larga en despotricar contra una ciudad que desde 1997 viró a la izquierda.

       Desde luego, el capitalino o "chilango" promedio sigue siendo un aprovechado y el tipo de persona que puede aprovecharse de la necesidad de alguien para hacerlo pasar señorialmente por las horcas caudinas de la "real gana", "según sea mi voluntad", porque "a mi nadie me...". Al mismo tiempo, estos no son hábitos de ciudad, y la CDMX ha ido tomando ya no fisionomía de prolongación de rancho, sino de urbe propiamente dicha, pese a un abandono proverbial del civismo. No se trata de alardear de obligar a "Cindy la regia" a comportarse en realidad como sinaloense y decir con soltura la palabra "verga". Se trata de que muchas pequeñas cosas enseñan desde principios de los 2000 a vivir la ciudad de otro modo: por disminución paulatina del tamaño de las familias, el tipo de uso del transporte y del espacio público (salvo en los colonias invadidos de perros y animales humanos), el cese de tanto ritual (se va al centro comercial y no a misa), el uso de los servicios y el fin del mariachi y la ranchera, pero también las limitaciones de hecho de quienes no tuvieron tantos privilegios como los de algunas clases medias en decadencia, pero aún creyéndose de "casa poblada", o en ascenso, como más de un universitario que sin duda no ve con buenos ojos nada que sea "austeridad", ni "republicana", porque en lo segundo hay más igualdad. Lástima por trepadores y nostálgicos de la trepadera entre los '80 y los '90 o en la segunda posguerra: incluso pese a ciertas pretensiones arquitectónicas, la CDMX, a fuerza de fisionomía cada vez menos rural y cada vez más citadina, abre la posibilidad de otro tipo de relaciones: las propias, ni cosmopolitas, ni provincianas, salvo en la atroz combinación de ambas cosas en los medios de comunicación masiva que toman sus ficciones por realidades, aprovechando los restos mitómanos de lo que fué. Al ritmo en que va el neoporfirismo de oposición, el cosmopolita-provinciano y oligárquico-libertario, el "Turiluchas", creyendo que el problema es con la vecindad de Gerardo Fernández Noroña, podrá llevar al turista a ver las últimas patadas voladoras de "Alito" Moreno y un PRI (Partido Revolucionario Institucional) en "caída libre" -por lo que parece creer en "luchas". De pena ajena, pretendiendo que es del PT -Partido del Trabajo, por más que la casa de Tepoz de Fernández Noroña sea de pretensiones poco imaginativas (da click en el botón de reproducción). 


                                                                                                                                                     

POBRE LEÑA DE PIRUL

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