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domingo, 31 de agosto de 2025

ENRIQUE SERNA: CAPERUCITA EN LA ZONA ROJA

 Es probable que el señor Enrique Serna se haya encumbrado no desde la nada, como le ocurre a más de uno, sino por haber sido (no queda claro si sigue siéndolo) un muy buen escritor. Es igualmente probable que sea por esta calidad que Serna llegó a llevarse uno que otro premio. Andando el tiempo, sin embargo, se convirtió en otra cosa. Aunque reconoce que el mundillo literario en México es sumamente falso -sin darse cuenta de que no es el único mundo, ni el único en ser falso-, ahora el señor está desencantado: considera que con el tiempo hay que colocarse  una mordaza o que, de estarse en “la neta corrosiva”, se corre el riesgo de terminar en el panteón, el ostracismo o el manicomio. El tercero es poco probable, porque el loco no sabe que está loco. Al panteón va todo el mundo, y al ostracismo bastantes que prefieren la vocación a la salvaguarda de una reputación que puede ser, por lo demás, algo efímero. Si el panteón o el manicomio son un punto final, el problema del temido ostracismo es que no lo es, y puede implicar sufrir el coloquialmente conocido en México como "ninguneo".

     Lo del manicure de Serna es lo típico de la interpretación ambigua de la frase de Goya: “el sueño de la razón produce monstruos”. ¿Es el hecho de andar soñando con la razón, por lo que mejor renunciar a ella? ¿O es el sueño como el de una razón dormida? Serna constata que hay un mundo en el que la franqueza parece majadería. Al fin y al cabo, decir la verdad sería cosa de juventud, aunque no es tan seguro. Equivaldría a ingenuidad. Simplemente, amordazándose, o creyendo hacerlo, Serna sigue la pendiente de lo que parece llegar a criticar: el escritor, al mismo tiempo que “le entra”, por lo mismo es capaz de adular, golpear (¿cuál mordaza?) y de servir de mercenario a cambio de un pequeño espacio de adorno de letras, con frecuencia para ignorar muchas de las nacionales y dárselas "de mundo". No es el único caso. Serna ha dejado el mérito de lado. Cree que “su” mundo es “el” mundo. Y como no le espera ningún manicomio, ni el panteón, que se sepa, hace lo necesario para librarse del ostracismo:: “no hay de otra”. La “filosofía “ del antiguo régimen, y la justificación de la cooptación. Un muy buen escritor, de los mejores del México reciente (si no el mejor, en términos de oficio), se explica a sí mismo -mostrándolo en strip tease- la manera en que, antes que el ostracismo, prefirió que le “lleguen al precio” y trocar su oficio por el de mercenario ocasional de la pluma. No le incumbe más que a él, porque “su” mundo no es “el” mundo, ni SU deshonestidad es la “del mexicano”, como no es de todos creer que “todo se arregla” poniéndose al cosmopolitismo y contra “este pobre Mexiquito". Por algo se es un “mundillo". Y México no es "el mundillo" de unos pocos, por más que traten de monopolizar. En su casa. 

No es el conejito Duracell. No es “el y sus circunstancias “. Está extraviado en la circunstancia y es, desde ahora, circunstancial, como mucho de los medios. Si pudo haber consistencia, se acabó. Pero es probable que no de ahora. ¿O en el pasado Serna retrató una época, la de una parte de las clases medias a medio camino entre pretensiones oligárquicas y atracción por el lumpen? ¿Se puede agarrar a golpes al que no comulga con este decadentismo que se cree "el" mundo?

     La “neta corrosiva” era la de Serna, y era fácilmente encontrable en sus textos. Hay poco que hacer en el panteón, y es asunto que ni se plantea, porque el Hombre sólo se plantea los problemas que puede resolver. Tampoco el manicomio: no pasaría de no saber que se está en la pura ficción, pero no es el caso de Serna, que se acerca de la justificación de algo muy real . La “confesión “ del “no hay de otra” acerca a Serna, con apariencia de franqueza, pero sin el menor entendimiento de la hombría, al paso de lo barroco a lo cínico, luego de lo cual arriesga lo grotesco. Porque la verdad de los más añejos textos de Serna tal vez no sea la verdad del propio Serna. Solo se puede decir lo que El Wason: el que estés roto no te da derecho a romper.   

     ¿Nostalgia de la verdad? No es seguro. Más bien parece sin mayor disimulo que le llegó al escritor lo que cree que es signo de madurez: tener “con toda sinceridad” su propia escuelita de corrupción. Porque no le pasará lo que a Osmaní García, por la solemnidad de “ser alguien”, suficiente para no decir abiertamente: “ya me agarró la putería”. Sería para malcriaos, y la capital es de cortesanos en sus mundillos, pero que además, se toman en serio su “personaje”, el que es creado por adulación, endiosamiento, juego de vanidades y tráfico de favores, influencias e indulgencias. No es tan complicado, pese a una supuesta “nostalgia de juventud” y una "verdad" que en realidad siempre se busca, y no "está": es Enrique Serna que ahora se cree Enrique Serna. Para manicomio, el que sin serlo se cree rey o, como alguna vez escribiera el mismo Serna, no el que nada más “soñaba que era rey”. Y para parecer cuerdo, sin estarlo del todo, el que, siendo el rey, se cree el rey. Lo que es no la madurez, sino la consagración: de repente aparecen las “maneras” de "consagrado". “Nostalgia de la verdad” es, vaya, una manera de decir. Para aparentar ser verdadero, siendo verosímil, típico del servicio que presta el libertario. La misma manera de decir de los supuestos desencantados de la izquierda. Lo que no termina de decir Serna es que "la hora de las complacencias" suele terminar en cosas más fuertes que "netas corrosivas", en lo que el consagrado empieza a resbalar o, de plano, a los deslices. (da click en el botón de reproducción).



ENRIQUE SERNA: CAPERUCITA EN LA ZONA ROJA

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