Como a su manera Petróleos Mexicanos (Pemex), cuya importancia ya no es la de antes, la universidad pública es un organismo descentralizado del Estado, al que le debe rendir cuentas, y no "a la sociedad", el "país" o "la nación". Tal vez lo mejor que le pueda ocurrir a dicha universidad es que deje de ser lo que fué y lo que, además, en su gigantismo pretende ser, además de dar prestigio por antiguedad. En este sentido, todavía hay quienes creen que el solo nombre de la universidad pública es una garantía o, también, lo que se conoce como "patente de corso". El problema data cuando menos de mediados de los '60, con la caída del rector Ignacio Chávez (1966) -el rector Javier Barros Sierra sentó otras costumbres. Como universidad del Estado, parte del problema está en la antigua confusión del Estado con el partido oficial (Partido Revolucionario Institucional), cuando éste era gobierno y, por lo tanto, ser miembro del partido era tener acceso al aparato administrativo de Estado, como lo entendió el obispo de Copilco o a su modo el rector Juan Ramón de la Fuente, no exento por lo demás de amiguismos -como tampoco hoy en la cancillería.
El Estado es "instrumento de la clase dominante", pero no es lo único, sino que, contradictoriamente, también representa el interés general, dado por contrato social, al menos en la visión de Juan Jacobo Rousseau, precursor de una Revolución, la Francesa, que instituyó los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La universidad pública tiene autonomía básicamente para justamente lo que no se hace: preservar la academia en su función específica, que incluye investigación, docencia y difusión. Esa autonomía no es extraterritorialidad. Como lo indicara un jurista que debe saber del asunto, puesto que resolvió el asesinato del candidato priísta Luis Donaldo Colosio en unos cuantos minutos ("fue un asesino solitario"), la universidad NO es asunto de la sociedad POLÍTICA, por lo que no es un lugar para dirimir asuntos de PODER. Parte del problema es que, al ser del Estado, no se entiende la universidad pública por servicio al interés general, en una deformación que viene del PRI, sino mezclada con "el gobierno" y, por ende, como "campo de fuerzas" para luchas por poder, a un grado enfermizo.
Primer asunto, desde luego, que, ya algo cansado el PRI, le haya dejado la universidad a un grupúsculo cercano al antiguo poder, en particular del seductor de la patria, y por ende, no para que el interés general sea supremo, sino para colocarlo como "feudo" al servicio de un grupo. Nada cambia que el grupo y sus allegados se disfracen de "interés de la comunidad", ya que siempre cabe señalar que se trata con frecuencia de un grupo no exento de privilegios y no ajeno a la sociedad política, sin importar que algunos "aterricen" en la academia contraviniendo sus reglas, otra vieja práctica, del antiguo régimen. Lo dicho no quita que otros busquen colgarse del actual gobierno, a través de relaciones personales, a modo "político" como se suele entender: para grupos y personas por encima del interés general. Dicho sea de paso, que la sra Elvira Concheiro haga tal o cual cosa no es nuevo y no se puede probar que haya política "militante" -prohibida por la legislación universitaria- fuerte. No es la sra. Concheiro que organiza grupos de encapuchados, ni amenazas de bomba, menos en un lugar tan conservar como la universidad pública. Queda para la grosería maliciosa de algunos periodistas y su modo de querer "madrugar" a la "opinión pública", sirviéndose de la verdad para mentir. Pecado de omisión. Que la Sra. Concheiro haga o deshaga -ya ha ocurrido en el pasado- ni siquiera quiere decir que actúe "por cuenta de...", lo que es más probable entre "los de negro" y los de las amenazas de bombas. La grosería maliciosa tiene de malicia no hablar de qué grupo político está al frente de la universidad pública, haciendo "política" (de clientela), y buscar insinuar que es "el gobierno" el que está "politizando" los problemas universitarios. Vaya malicia: aburre.
Tampoco ayuda la imprudencia de un ex líder del CEU (Consejo Estudiantil Universitario), secundado por cierto por otro, considerando la antigua pertenencia de la presidentA mexicana, Claudia Sheinbaum, al mismo CEU, ya que es meterla en un problema. Es errado no quer normalizar las labores universitarias y, como ya se ha dicho, las razones de la autonomía son las mismas que impiden "democratizar" la universidad pública, porque la academia no es un asunto político ni de poder. El problema, más allá de la proliferación de instancias, no está en la estructura de gobierno, sino JUSTAMENTE en la obsesión de medio mundo por servirse de ellas con criterios de grupo y personales, y mala "política". Es lo que hace "cerrada" a dicha estructura, complicada por sus privilegios y su estilo neoporfirista (por si alguien creyera que es el PRI que inauguró esta "política"): es al grado de que, como ya se ha dicho, la academia es tabú y la politiquería tótem. Aparte está ciertamente el problema de la precarización de los profesores de asignatura. Pro es un problema localizado. Igual de grave es el otorgamiento de privilegios, más allá de la "burocracia dorada", adulterando con criterios de grupo y personales, y otra vez de "política", el sistema de recompensas que debiera hacer -como en una secretaría de Estado- que, dado que el ingreso depende del presupuesto federal y público, la renta devengada tenga un equivalente en trabajo. No sólo no es el caso, sino que se trata de recompensas frecuentemente adulteradas y que desvirtuaron su propósito original en los '80.
Los asuntos de género, en exceso, son un despilfarro -salvo que sirvan TAMBIÉN para ir de paro en paro-, y la desigualdad de género es inexacta; la violencia no es mayor que antes, ni la inseguridad, salvo en ocasionales errores como el de ponerle a un vástago "Lex Ashton" por nombre, predisponiéndolo a honrarlo llegando a la escuela a disparar a lo loco: cosas de la americanización, incluso en la manera de disfrazarse para ir a cometer un asesinato. La falta de higiene en algunos espacios tampoco es nueva. Así que una remozadita no está de más y hacer lo que haga falta para que no regrese el narcomenudeo limitado hace no mucho tiempo. Si acaso se tratara de transformación institucional, habría que sugerir no la participación de aquéllos que están para aprender, no para enseñar, sino la reducción de instancias creadas al estilo priísta para paralizar, pues bien decía don Fernando Gutiérrez Barrios, el antiguo "policía del sistema", que no hay mejor manera de no resolver nada que formar una comisión o ir a tomarse un café. Alguien tendría que decirles a los del grupúsculo que no es tampoco la universidad de la "sociedad civil", ni del "contrapeso al gobierno", por lo que cualquier cantidad de "demandas" y "agendas" no vienen al caso por mala comprensión del Estado, como suma de sociedad política y sociedad civil: la universidad NO ES un centro de promoción de la democracia, ni para chapulines del seductor de la patria ni para activistas. No es nada más que la academia no se vota y que los "400" no tienen por qué llamar a consulta de las mayorías, porque no es ni el INE (Instituto Nacional Electoral): no es un espacio para dirimir asuntos de poder, ni por lo tanto de gobierno (no es "una dependencia de gobierno"), sino -como la afiliación- "al servicio del Estado" (trabajadores al servicio del Estado).
El territorio, los habitantes (población), la nación, el idioma, y las leyes, por ejemplo, no se "democratizan" (por lo que tampoco cabe "democratizar" el aparato judicial, a riesgo de dar en pifias). Se vota el gobierno, pero no el territorio, la población, la nación, el idioma o la aplicación de la ley, entre los elementos de interés público. No se democratiza el ejército o la policía, pero tampoco la CIUDADANÍA ni el SERVICIO PÚBLICO. Malos antecedentes, recuperados por el PRI, pero de origen colonial y del Porfiriato, de falta de servicio público por interferencia sistemática de clientelas y personalismos hechos "política"; y de extrema izquierda libertaria que ve en cualquier organización y/o jerarquía "opresión" (más Pierre Bourdieu y Michel Foucault). Nótese que unos y otros hablan de "política" para la universidad pública: de academia se dejó de hablar en los '80. Entre otras cosas, gracias al CEU, aunque también a la "libertad" neoliberal -"cada quien" con el "derecho a lo suyo" y a que el Estado se lo pague, así no sea el equivalente ni en tiempo, ni en calidad, ni en servicio, de la parte de renta recibida. No es toda la universidad pública, y ya debiera cansar el uso político de grupos, entre otros de abajofirmantes diversos, en "política" de "recaditos", como más de un estudiante. En mala hora, además, se intenta utilizar de una u otra manera y sin respeto el origen de la presidentA, para "política", y con egoísmo, si, como es lo propio de los empresarios, ya no queda república por encima de ellos, sino competencia de intereses particulares haciéndose pasar por "comunes", a sabiendas de que "eso" común..es el supuesto derecho a brincárselo desde lo particular y para forcejear. (da click en el botón de reproducción).