La investigación seria ha establecido que el "autor intelectual" de la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, en la capital mexicana, fue el regente del entonces Distrito Federal, Alfonso Corona del Rosal, a través de los francotiradores, no pocos, del "Zorro plateado", Manuel Díaz Escobar Salir anualmente a gritar "fue Echeverría" es un ridículo que no le tiene miedo a lo grotesco. Converge con la mala voluntad que el empresariado le tuvo al presidente Luis Echeverría (1970-1976), para que, como se verá, no se diga que no existe un fenómeno conservador-libertario, como el que se lanza a decir que el mismo Echeverría "dejó hacer" en el asesinato del empresario Eugenio Garza Sada, resultado, más que de la valentía de "los chicos de la 23", de su inoperancia y de la del propio Garza Sada.
De Echeverría, sobre cuyas circunstancias de muerte se equivocó Ángeles Magdaleno (la investigadora más seria del 68), quedaría por delucidar el papel en la muerte del reformador Carlos Madrazo (que la familia Cárdenas atribuye a Luis Gutiérrez Oropeza, de pésimo papel el 2 de octubre del 68). Y lo segundo, lo ocurrido el 10 de junio de 1971, hasta donde el entonces regente capitalino, Alfonso "Alconso" Martínez Domínguez, venía de atrás con Corona del Rosal. Por aquí debe terminar el corrido de Luis Echeverría y el "señores, vengo a contarles". En tiempos del presidente Vicente Fox, la consigna de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado fue seguirle al "fue Echeverría". Pleito transexenal.
Parte de la gloria del 68 se debió a Elenita y La noche de Tlatelolco, más a las dificultades para reconstituir lo ocurrido "Aquella tarde", como la llamó el ex líder Luis González de Alba. Luego, algunas cosas se volvieron incómodas, tal vez porque, según Ángeles Magdaleno, hay documentos de archivo que muestran a través de qué y de quién había ciertos vínculos entre algunos líderes del 68 y Corona del Rosal. De entre esos líderes, están curiosamente el necio, el sobreviviente Félix Hernández Gamundi, y el extinto Raúl Álvarez Garín, autor del libro La estela de Tlatelolco, un fenomenal amasijo de mentiras, incluidas las dichas sobre el 2 de octubre. El parecer, ninguno de estos líderes quiso enterarse de la verdad ni de la pugna entre Corona del Rosal y Echeverría, que no era nada más de personas, sino de proyectos. Curiosamente, con sus cantinelas de "Verdad y Justicia" contra Echeverría y el silencio total sobre Corona del Rosal, los líderes mencionados, obtusos, fueron parte de algo que no era lo del movimiento estudiantil, que no se reduce al protagonismo de unas cuatro o cinco personas que, por lo demás, encontraron acomodos oficiales, en más de un caso, y para el seductor de la patria y su sucesor, que como Álvarez Garín quiso armarle pleito al ejército por el 2 de octubre. Álvarez Garín fue homenajeado de lo mejor por el obispo de Copilco y por el grupo de "la mitad de la partida secreta". Pues bien, Álvarez Garín se pasó el tiempo diciendo falsedades, cuando no inventando, y sin corregir nada pese a que las filmaciones y más de un testimonio del 2 de octubre desmienten su libro, incluyendo lo mostrado desde 2002 en "Las claves de la masacre" (Canal 6 de julio). Tampoco hubo nadie para pedirle a Álvarez Garín que le parara, como no la hay para "aterrizar" a Hernández Gamundi que, anualmente, se presta para alguna provocación callejera en un estilo que podría muy bien conocer.
Lo segundo fue lo mostrado en su momento por Eje Central. Corona del Rosal encontró el modo de traficar información con "héroes y mártires del 68" como Pablo Gómez, que no es ninguna luminaria. Corona del Rosal metió mano en expedientes del caso y entregó información "con una rasuradita" para hacerla de Poncio Piloto y lavarse las manos. En "Respuestas detrás del papel", Eje Central se preguntó quién dió acceso a Corona del Rosal a las indagatorias, y cómo Álvarez Garín accedió a miles de documentos de la Fiscalía citada que ningún líder del 68 consultó. La primera denuncia, entre otros de Álvarez Garín y Hernández Gamundi, data de 1998 ante el procurador de entonces. Y como quiso "dragonearlo", como se dice coloquialmente en México, también se supone que el presidente Ernesto Zedillo fue víctima del 68. Se trataba de seguir con la cantinela: le cayó a Miguel Nazar Haro, que ni al cuento el 2 de octubre, como tampoco el capitán Luis de la Barreda.
Muy libertariamente, más de un líder del 68 se prestó, empujando a su manera, para la visión maniquea de la "apertura política" contra el "oscuro pasado de los dinosaurios", así hubiera que pasar hasta sobre los propios dichos -Álvarez Garín escribió muy bien sobre en qué momento se creó por ejemplo la siniestra Brigada Blanca, de represión-. En el mejor de los casos, algunos del 68 ya ni parecieron acordarse de qué decían el año del movimiento sobre Corona del Rosal, y sirvieron a quienes, desde un poco antes, calculaban hacerse del poder (ah sí: "nos tardamos 20 años, pero lo logramos"), para conservarlo vía PRI (Partido Revolucionario Institucional) o vía Acción Nacional. Según Zedillo, "todo empezó en el 68 cuando surge el reclamo popular de un México más democrático". Fue el también transexenal Enrique Krauze que alabó a Zedillo, estudiante de Vocacional (no. 5) -"el verdadero hijo del 68", dijo Krauze-. ¿Qué le pasó a Zedillo? Pues más o menos que un granadero se le quedó mirando muy feo.
Ojalá que algo pudiera hacerse para dejar de "transitar" a lo que sea, porque "transitar" supone ir de un punto A para llegar a un punto B, no querer acaparar la "transición" para privilegios personales, protagónicos, adicción al poder de grupo endogámico y para designar cualquier otra cosa, por moderada que sea, como autocracia, populismo o fin de la democracia. Sin contar la fabricación de culpables al unísono con la "voz de ya" del seductor de la patria. Ya ni la burla perdonan. (da click en el botón de reproducción).