El más reciente libro del ex presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, Grandeza, es muy español, dada la afición de conquistadores y colonizadores de América a cubrirse de gloria, nada más que en este caso es la gloria -esplendor de quién sabe cuántos siglos- del mundo indígena. Primero, el simplismo empujado desde Estados Unidos puso simplemente entre paréntesis (salvo para embarrar) "70 años" de antiguo régimen. Ahora, se trata de poner entre paréntesis tres larguísimos siglos de Colonia para reducirla, como la Conquista, a puro desastre que interrumpió algo así como el "estado de bienestar" de los pueblos originarios. Pasemos sobre la tesis de que no existían ni la antropofagia ni los sacrificios humanos, algo muy discutido. En parte de Grandeza se nota la influencia de Pedro Miguel, que ya le obsequió al mundo el baile con chicas tojolabales del Sub, junto con Epigmenio Ibarra, y de Betty Muller.
No es novedad que el mundo previo a la Conquista tenía grandes adelantos, desde distintos puntos de vista, y ha sido dicho hasta la saciedad, para lo que hay por lo demás un magnífico Museo de Antropología e Historia que no le pide nada a muchos del mundo. Es igualmente cierto que en el mundo indígena no se estilaba robar, mentir u holgazanear, y que había importantes formas de ayuda mutua, además de que no había propiedad privada: era comunal o estatal. Ya en el Perú, el "Amauta" José Carlos Mariátegui había explorado el interés de esas formas comunitarias para el presente, o incluso un futuro socialista. Como ya no hay más que capitalismo, salvo excepciones, se trata de reformarlo para ver quién jala más la cobija de su lado -es que no alcanza para todos-, en algo que puede ser interminable, o de fantasear sobre "lo ancestral", lo que no es del todo ajeno a Estados Unidos. Se agrega una pizca de interés que data del antiguo régimen y su indigenismo, y la búsqueda libertaria del "verdadero y auténtico" México.
López Obrador alaba un talante de libertad -no de jerarquía y de sumisión- en el mundo indígena que, dice, no conocía la esclavitud. ¿Qué condición les esperaba a muchos vencidos, además de pagar tributo? Más de un prisionero acababa como esclavo, así que se podía "hacer el súper" en un mercado de Tlatelolco comprando algo de cacao y un tlaxcalteca.
Lo segundo es la familia y lo amables que eran las mujeres indígenas. Con frecuencia, había poligamia, al menos entre nobles, y los matrimonios eran arreglados, a veces para alianzas. Todo en familia, porque cada grupo era "elegido de los dioses" y no se mezclaba con otros, con los que no era tan infrecuente guerrear. La endogamia era para beneficio del señor de la casa, que tenía una principal y varias "chicas". Al mismo tiempo, las mujeres tenían un importante rol doméstico, en la crianza de los hijos y en actividades comerciales, o de "edecanes" o "vaqueritas de Dallas" para entretener a los guerreros. Algunos grupos indígenas admitían la sodomía y otros no. Tlazolteótl era la diosa del deschongue. Tiene razón López Obrador en señalar las exageraciones e incluso mentiras de más de un español, pero lo cierto es que ni la poligamia, ni la mezcla de sumisión y "mando" de la mujer en el ámbito doméstico y en parte del comercio son un invento.
La manera de recibir al intruso muestra que algunos eran ingenuos y hospitalarios, otros, belicosos y algunos más andaban algo perdidos, como al confundir una invasión con el retorno de los Dioses, como con el alza de los precios del petróleo o el TMEC (Tratado México Estados Unidos Canadá), lo que llevó a dudar entre pensar de los indígenas si eran infantiles o francamente se ponían "muy intensos" (en Centla, por ejemplo), como se diría hoy.
Los indígenas sí eran idólatras, pre-lógicos -alegóricos y fantásticos, dice Grandeza- en más de un aspecto, creyentes en magia -como la que se le atribuía al cacao- y superstición y en asuntos sobrenaturales, lo que reivindica López Obrador a partir de trabajos de Guillermo Bonfil, y que puede dar en el gusto New Age y en la ecología, cerca de la tierra como ser vivo y "espiritual", todo ya en plan "profundo".
Resistieron los grupos que no eran despótico-tributarios, y algunos se aliaron con los españoles, como los tlaxcaltecas, los huejotzingas, los totonacas y los texcocanos, cansados de tributar. Caído el imperio azteca, más de un mexica se alió a los españoles para adentrarse contra otros grupos indígenas, como los purépechas, por ejemplo, frente al bestial Nuño de Guzmán. ¿Vocación libertaria? Tampoco todos demostraron ingenio o gran resistencia. Mäs de un cacique -además de los nobles aliados con españoles y que ofrecían en grande a mujeres del grupo- se alió con españoles para oprimir a su propia gente y al macehual que se dejara. Se necesitan dos para la corrupción: no la había, pero sí la capacidad de someter. Así fuera hermética y ceremoniosamente.
Cierto, los indígenas podían parecer, como para un hippie, alejados del bullicio y de la falsa sociedad, en estilo ecológico, todo natural, autosuficiente, respetuoso de las plantitas, con varias mujeres llegado el caso, de un hermetismo parecido a la dignidad, sin ánimo de molestar al turista, con algo de mezcalito ceremonial, hospitalario, sin ganas de obtener propina (hoy es cierto: son honestos cuando mendigan, buscando vender algo) y en plan "lo mío es tuyo" (!y no al revés!), y de curarte la gripa con una mezcla de hierbas. ¿Qué era esa Grandeza? Pareciera que amor y paz.
¿Algo nuevo? Tal vez recordar que el mundo indígena era ajeno al robo, la mentira y la holgazanería, por lo que está bien dejar el abuso y el despojo y hay, además, qué aprender de un mundo lleno de riquezas. Pero no cayó nada más por "superioridad tecnológica" del intruso, sino por su propia diversidad -unos dominaban y otros eran dominados, al menos en los grandes imperios-: estaban, salvo las jefaturas comunitarias más pequeñas, minados por dentro, sin flexibilidad por endogámicos, divididos como hasta hoy por naciones (no los unió ni el Sub ni Marichuy), sin la menor democracia (éso ya es un disparate de López Obrador), dadas las estructuras de jerarquía y sumisión sin igualdad, y con creencias atrasadas, por condiciones de aislamiento continental. Hicieron desastre y medio agregando sus jerarquías señoriales y costumbres de dependientes, pero en algo no les falló el olfato a los intrusos, para dividir, dispersar y servirse de las estructuras no igualitarias de jerarquía y sumisión. Lo demás es buena intuición -origen honesto del indígena "original"- y, además de lo muy consabido, plan medio hippie, mezcalito riding his white horse, como la manera de hacer abortar la Cartilla Moral y la Guía Ética para la Transformación. (da click en el botón de reproducción).