México es hoy un país con libertad, entre otras de expresión, en un grado que por momentos raya el lo absurdo, ya que cualquiera puede decir cualquier cosa impunemente. Hace poco, en una de esas marchas de oposición disfrazada, alguien le sacó a la presidentA mexicana, Claudia Sheinbaum, que "es judía", lo que es un tanto inexacto, ya que no es practicante. Sheinbaum no es de origen español ni "originaria", sino una muestra de la muy peculiar receptividad de México: es de ascendencia lituana y búlgara.
En tiempos del antiguo régimen, México también mostró esa receptividad, aunque la libertad de expresión era más difícil. Este blog ha continuado, prácticamente sin cortapisas, una labor iniciada alrededor de 1989 en el periódico Uno más Uno, cuya versión positiva se terminó alrededor de 1997, y que era despreciada por la izquierda. Pese a su ambivalencia, Ernestina Hernández Solano rescató la colección completa de dicho periódico, donada a la UAEH (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo) y recogida igualmente en un libro de testimonios. A veces se entraba al periódico a través del suplemento Página Uno, donde empezaba Jorge Fernández Menéndez, argentino exiliado hoy encumbrado, y que sí, censuraba como anticomunista y antisoviético que era, dejando de publicar. Un buen día, un artículo entregado ya no salía, sin que mediara explicación, pero no era difícil entender qué sucedía. En cambio, tenía la reputación de defender lo que consideraba buen trabajo Huberto Batis, ya fallecido, y quien hacía el suplemento Sábado. Solo una vez, tocó que un artículo no se publicara, y lo cierto es que había que tener cuidado con lo que se escribía, lo que por lo demás no siempre es una desventaja. Dos exiliados guatemaltecos jugaban cierto papel: José Manuel Fortuny (del Informe Fortuny que sirvió de base para expropiar en Guatemala tierras improductivas de la United Fruit), quien entrevistado por Hernández Solano mostró no entender mucho de Checoslovaquia, y Oscar Edmundo Palma, una persona inteligente, pero señorial y desleal al momento de la sucesión del seductor de la patria, lo que le valió un despido sin mayor liquidación y acusar al periódico de "narco" (habría de serlo ya después, sin tener nada que ver con el original). Se olvida con frecuencia el exilio guatemalteco temprano, luego de la caída de Jacobo Arbenz en 1954, y que dió por ejemplo la estancia en México de un Luis Cardoza y Aragón. La atmósfera en Uno más Uno se enrareció con la llegada de Ernesto Zedillo a la presidencia mexicana, pero al mismo tiempo, existió la época de Gregorio Ortega Molina al frente de Página Uno: no es una persona sencilla, pero es del mayor interés leer varios de sus libros, como Crimen de Estado y La rebelión del obispo, y tenía buenos colaboradores.
Otro periódico generoso fue El Día, bajo la conducción de Socorro Díaz (quien tenía la carrera de periodismo, Escuela de Periodismo Carlos Septién García): es posible hacer constar que daba orientaciones generales, pero no "tiraba línea", y hubo ayuda en El Día Latinoamericano también de mexicanos, como Jorge Armendáriz. El Día vió pasar dos excelentes periodistas de investigación: Gregorio Selser, alguien congruente y sensato, y antes, Luis Suárez, uno argentino y otro de origen español, con gran labor de investigación, aunque, más tarde, El Día Latinoamericano no estaba exento de latinoamericanos vividores, y entre ellos alguien, Carlos Fazio (uruguayo), que curiosamente ordenaba el contenido de los artículos, lo que llevó a renunciar, porque era más grave que alguna censura. Eran los tiempos en que la "gente de mundo" leía en asuntos internacionales al petulante Juan María Alponte, con su erudición ornamental. Una excepción parcial a la actitud señorial de más de un exiliado latinoamericano era la de los salvadoreños, como Mario Salazar Valiente y, en parte, Mercedes Durand, dos personas generosas, como en su tiempo el grupo de teatro Sol del Río 32. Los salvadoreños no gozaron de los privilegios de dos exilios "dorados": el español y el sudamericano en los '70, sobre todo con la corrupción del presidente mexicano José López Portillo (1976-1982).
Luego de las dificultades en El Día Latinoamericano, que funcionaba sin la menor censura, el tropel de exiliados se fue a la revista Siempre!, cuya libertad se fue extinguiendo también en tiempos ya de Zedillo, pese a la buena voluntad de alguien como Estela Bocardo. Beatriz Pagés Rebollar fue siempre una persona muy difícil, pero, además, "apretó tuercas". Como sea, no todo era censura en el pasado, ni autoritarismo, en particular con Socorro Díaz o, de otro modo, con Huberto Batis. Al lado de periodistas como Selser, cuyas hijas no honraron, entre los exiliados latinoamericanos había gente señorial y aprovechada, como la hubo en parte en el exilio español, a la larga. Es curioso que gente que censuraba o iba más allá, incluso, como Fernández Menéndez o Fazio, sea la que haya sobrevivido o incluso hecho su agosto.
Las cosas fueron agriándose en buena medida con Zedillo, cuando se volvió más difícil hablar, pese a que, previamente, con el seductor de la patria Uno más Uno se enfrascara contra un solo partido, el PRD (Partido de la Revolución Democrática), lo que fue señalado a Hernández Solano, así se cometieran también errores propios y personales, que se pueden lamentar. México ha sido como quiera, pese a todas sus dificultades, un país de acogida y de oportunidades, aunque desiguales y, en algunos casos, corruptoras, como mucho de lo que toca la Ciudad de México. De una u otra forma, siempre hubo quien "tendiera la mano al pasar", y hubo también algunos exiliados aprovechados y que hicieron de su condición una renta. Resultado de una antigua generosidad es la actual presidentA de México, como por lo demás el historiador Enrique Semo. Ya ha habido ocasión de decirlo: no son muchos, sino muy pocos, los agradecidos con México, y es igualmente cierto que la capital mexicana tiende a corromper, aunque ha estado cambiando y es, paradójicamente, fuerte bastión de un centro-izquierda recientemente honesto, como con las jefaturas de la misma Sheinbaum -ni un escándalo de corrupción- y Clara Brugada -excelente rendición de cuentas. Lo que conviene es no tirar todo el pasado del antiguo régimen por la borda, porque era contradictorio y había de todo, y no se reduce a la "tenebra", pese incluso a la vigilancia a exiliados, que tampoco se apegaban siempre a la ley y que llegaron en una que otra ocasión a delinquir, no sólo en el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, por parte de un ex guerrillero chileno: ¿difícilmente se recuerda que Roberto Guevara de la Serna secuestraba en México? Era hermano del "Che". Había en alguna época utilización descarada de "pantallas" por parte de grupos guerrilleros, como sucedió personalmente con el guatemalteco EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres), cuya gente "de arriba" supo después colocarse. En México se han hecho de los mejores trabajos sobre la "lógica" interna de esas guerrillas, por parte por ejemplo de Pilar Calveiro (Política y/o violencia).
En algún momento, siendo rector Alejandro Gertz Manero, la UDLA (Universidad de las Américas, sede México) dió acogida a bastantes latinoamericanos, ya en los '90, que tendieron la mano (como los hermanos Castro Herrera, de Panamá), pero que se perdieron en el "sálvese quien pueda" del llamado "neoliberalismo", y que en más de una ocasión se equivocaron sobre México, no integrándose y a veces queriendo abusar de la condición del exilio y del PRI para trepar y lograr "bienestar para su familia". Ya no eran como sea los '70s, y Gertz no tuvo la habilidad para hacer de la UDLA otra cosa que una escuela de negocios. Todavía eran los tiempos en que subsistía cierta izquierda del oficialismo, aunque, a diferencia de los 70s, bajo fuerte presión estadounidense, manifestada desde los '80 en el conflicto centroamericano. Había cada vez menos "aire", y la UDLA era, además de un espacio educativo de baja calidad (ya con Gertz), aunque menos "neoporfirista" que la universidad pública, un nido de pésimos policías, entre otros del CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), y "tiras" socialmente resentidos que encontraban en la actividad de informantes cómo canalizar su clasismo al revés.
Lo que ocurrió en parte desde finales del sexenio del seductor de la patria y notoriamente con Zedillo es que la prensa mexicana -lo que no incluye los periódicos mencionados, aunque sí a la señora Pagés Rebollar- empezó no sólo a perder interés en América Latina, sino a interesarse nada más "en espejo" sobre el entorno internacional, para ver qué era "aprovechable", con cierto ombliguismo de estilo estadounidense (what´s in it for me?). Es lo que queda de deplorable cuando la derecha se pregunta en cuánto le va a salir al contribuyente Evo Morales, o la amistad con Cuba. La derecha "prianista" (Acción Nacional-Partido Revolucionario Institucional) es como decía Martin Luis Guzmán de la "clase media" mexicana: entre mitomanía y provincianismo, no se da cuenta de hasta qué punto es causante de los problemas de los que se queja. Y no: no todo estaba mal en el antiguo régimen, ni todo estaba bien entre quienes eran acogidos por él. Son los medios los que gustan de las caricaturas, y algunas son francamente pésimas. Desde ahora, el reto: encuéntrenle corrupción al gobierno de Sheinbaum, por más que la autodenominada Cuarta Transformación diste de la perfección, o encuéntrenla en la anterior jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Es para una tarea (da click en el botón de reproducción).