Estados Unidos no tiene mayor tradición humanista, ni de "intelectuales" que se metan en la arena pública, salvo raras ocasiones, como ocurrió con algunos cuando George W. Bush formuló su Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC, por sus siglas de inglés), o por Steve Bannon (apenas) cerca del presidente estadounidense Donald J. Trump en el pasado. Los estadounidenses son fuertes en algunas áreas académicas y, desde aquí, pueden formular ideas recogidas en la política, como sucede con los Think tanks, pero suele tratarse de ideas con un fuerte sentido "práctico" para calcular la acción. Lo que quieren los estadounidenses es "acción" y "experiencia", y lo demás les puede parecer pérdida de tiempo, salvo para uno que otro emprendimiento fanático "a lo Salem", para cacerías de brujas.
"Intelectual", aunque se defina como algo relativo al entendimiento, es algo que se volvió importante en partes de Europa, como Francia, a raíz del caso Dreyfus, a finales del siglo XIX. A más de un intelectual francés le da por alguna "causa", antes incluso que por la academia: Jean-Paul Sartre para algunos, Simone de Beauvoir para otros u otras. Hay también un poco de ésto en Alemania y España, con matices, y en Rusia, como ocasional "consejero del gobierno", aún a cierta distancia. De alguna manera, a diferencia del mundo anglosajón, ocurre que el intelectual se vea a sí mismo en la arena pública como "conciencia de la nación" o de algún tipo de compromiso social. En Francia se debe a una fuerte tradición de debate público, y a más de una vanidad, entre los hombres, particularmente. En Rusia es más en la sombra, pero ya ha pasado la época "a lo Rasputin", ya que hay varios foros regulares de debate, algo nuevo, organizados en "clubes" (Valdái, Izborsk). En Alemania suele ser abstruso, salvo en presencias como la que fuera del escritor Gunter Grass. En el polo opuesto de los anglosajones, los alemanes pueden llegar a la "teoría pura y dura" que raya en lo ininteligible, o, como ocurriera con Martin Heidegger, en hacer pasar con apariencia teórica cosas de lo peorcito, como el nazismo. A algunos les agrada este estilo "no le entiendo nada, por lo que es muy interesante". Heidegger ha calado mucho más de lo que se cree con su nazismo. Por otra parte, y no sin influencia mediática, Francia y el Reino Unido son campeones del anticomunismo "elaborado", mientras que el de Estados Unidos o el de Alemania son más simplones.
Existe, así, en algunos países, cierta tradición de "intelectual" como supuesta "conciencia de la nación", o, en el caso de España, de la "esencia" nacional, hasta que dos españoles paren de necear con enjundia. Lo de América Latina y México es otra cosa, algo así como "megaintelectuales" de los que no se puede discrepar -por lo que no se trata de debate-, como Octavio Paz o Mario Vargas Llosa, cuando en su momento fue también Gabriel García Márquez, a cual más presuntuoso. Incursionaron en asuntos públicos como Pedro por su casa: García Márquez se fue a pegar de Fidel Castro, y Vargas Llosa intentó inclusive ser presidente. Imposible tocarlos: se les conoce así como "vacas sagradas". Paz logró hacerse de una clientela de súbditos que evitan la menor fisura o grieta del mito. Vargas Llosa logró ahorrarse críticas sobre una persona aprovechada como la suya, aunque con grandes aires. García Márquez, el de menor sentido de élite "culta", desvarió al final, aunque tiene estudiosos que han matizado la figura. Paz y Vargas Llosa sí se tomaron por "gran conciencia", mientras que García Márquez actuó más en la sombra.
Para algunos, "intelectual" es un tipo perdido entre libros y del que se dice: "los intelectuales no saben vivir", estereotipo común. Otros, intelectuales mismos, consideran que debe haber pose, cuando no amaneramiento, como si fuera "finura". Ahora bien, se cree a veces que, además de ser "conciencia", se debe ser "conciencia crítica", como más de un periodista se autodefine como "crítico del poder". Es un poco infantil, con la idea de que "el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente", como si el poder no fuera algo colectivo, y como si con estar en un gobierno bastara para estar errado y para ser objeto de oposición. Más de un "intelectual" que se dice "crítico del poder" está bien afianzado en el suyo y en "su" grupo de súbditos e incondicionales, por lo que dentro de la clientela no se tiene derecho a la independencia de criterio, como no la hay en ninguno de los dos grandes grupos intelectuales de México, de los que habría que saber por lo demás a qué poder se refieren: ¿al propio de la clientela? Es endogámico. Tal vez "se sabe vivir" con una Silvia Lemus o una Marijo.
Costumbres de origen aristocrático las hay casi por doquier, aunque no tanto en Estados Unidos. Los "intelectuales" en América Latina, México incluido, heredaron de la costumbre colonial de la gloria y la sacralización. Hoy importa menos, y algunos sobreviven sumándole el protagonismo de los medios de comunicación masiva que maneja nombres como "marcas". Pero ya no tienen la importancia de antaño, ni el mismo poder -dado por el grupo de amiguis- de creerse inmortales y que han "trascendido" en vida. Ni siquiera de modo vergonzante, como con el anarquismo de Francisco Ignacio Taibo Mahojo (pese a que, curiosamente, tampoco ha hecho puras tonterías en el Fondo). En cuanto a los hábitos cortesanos, subsisten en la universidad pública, como es habitual, con aristocracias tanto más pretenciosas cuanto que son ilegítimas, como más de un "gran maestro" reconocido no por su saber, sino por los favores hechos. Tal vez crean haber ganado el alma junto con el mundo; un mundo, de privilegios, sí. Lo demás, "lo más seguro es que quién sabe": tal vez ni su "espíritu" vagando nostálgico por ahí, como Fuentes, Paz y Vargas Llosa, tan lejos de Dios y tan cerca de lo mundano. No sólo no son conciencia de nada, sino que no han perdurado. Por lo que toca a los académicos, están si acaso en alguna que otra "expertís": pero el poder sacro y la gloria no son de estos tiempos: son creencias de un antiguo tiempo histórico, y no es para siempre. Para lo demás, a la gente, por los motivos que sean, no debe interesarle mucho, aunque sea por antiintelectualismo y estilo estadounidense, lo que salga de algunos de los dos grandes grupos intelectuales de México, reducidos a "yo o el diluvio". Tomarse en serio a cierta gente, como lo hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador..."no lo tiene ni Obama", como tampoco hacerse eco de disquisiciones de pura fantasía sobre "nosotros o la autocracia y el populismo". Creyéndose dioses, habrán sido, como ideólogos, sobre todo de peculiar sacerdocio (da click en el botón de reproducción).