Pedro Salmerón, un historiador mexicano acucioso, aunque no exento de falsedades cuando la "política" lo requiere, ha sugerido que el best seller Juan Miguel Zunzunegui plagia. Lo cierto es que bastantes de las ideas que el segundo presenta como propias se encuentran desde 2002 en el libro de Luis González de Alba, Las mentiras de mis maestros, aunque el mismo González de Alba tuvo dificultades para mantenerse en su independencia de criterio, pese a haber bien visto el infantilismo de Elena Poniatowska y la tendencia de Carlos Monsivaís a trepar seleccionando según el momento a quién "darle sus cebollazos" (lisonjear), como se decía coloquialmente en México,y a quien pisotear.
Cuando llegaron los conquistadores, no existían ni España (que empezó a aparecer como Estado nación a principios del siglo XIX), ni México (igual, por cierto), y ya debería pararse un poco de hablar nada más de los aztecas y, a lo sumo, de los mayas, cuando existían en el actual territorio de México muchos grupos originarios más, y que resistieron con frecuencia a la Conquista. Hernán Cortés jamás fue el único conquistador del actual México, ya que también hubo varios. El problema no es la caída de Tenochtitlan, sino el hábito capitalino centralista en la Ciudad de México, que es "político" -tendiente a cambiar- y no económico.
Sea González de Alba o Zunzunegui, lo cierto es que ningún mexicano fue conquistado. Por lo demás, no hubo colonia sino a medias: fueron reinos de "España" que tuvieron como súbditos a los habitantes de lo que se convirtió en virreinato. Así las cosas, México, como Estado nación, "nació" a principios del siglo XIX, más que independizarse. No hubo mexicano "colonizado", también porque el indígena no era mexicano, aunque sí hubo colonización, no siempre amable, de los pueblos originarios. Así que, efectivamente, no tiene caso detenerse a llorar por los pies quemados de Cuauhtémoc o por haber sido "saqueados" durante 300 años. Por lo mismo, antes de principios del siglo XIX no tiene sentido buscar padres o madres de la patria, y el día de la caída de Tenochtitlan no es feriado nacional, como tampoco el de la muerte de Cortés o el día de su mestizo encuentro con la Malinche. Sin ir más lejos (dadas las pruebas de Andrés Manuel López Obrador sobre la crueldad de Cortés, que se ufana de ella en sus Cartas de relación), no hay motivo para que Zunzunegui llame al conquistador "don" Hernán Cortés.
Desafortunadamente, hay un equívoco sobre el Grito de Dolores, ya que la idea de México fuera de España apareció después, entre José María Morelos y Agustín de Iturbide. El sentido, como sea, ha sido vanagloriar lo surgido "desde abajo" con levantamientos populares (y efectivamente se dieron con Miguel Hidalgo). Después, la historia "capitalista" de Zunzunegui, que hace de "don" Porfirio un gran modernizador -él también, como el innombrable- pasa por alto que Díaz no fue capaz de crear la menor burguesía o el menor empresariado, como se quiera, por lo que apeló al capital extranjero, y lo de la "hacienda productiva" está por verse: con frecuencia, capitalista no era, porque en el capitalismo se paga en salario, no en tiendas de raya, y la fuerza de trabajo puede moverse libremente, no al "estilo" de "prender yaquis" (por ejemplo) para tenerlos en trabajos forzados en haciendas henequeneras. o del México bárbaro descrito por John Kenneth Turner. Lo demás, buscar los detalles para desprestigiar "70 años de dictadura de partido" es simplismo y moda, aunque al parecer habría que hablar de "don" Carlos, el YSQ. Está bien dejar de lado el rencor social y los tipos de agresividad descritos por Erich Fromm, pero ya no se está en la época nacional-popular, derivada de la nacional-revolucionaria, y el gusto por el mundo indígena es propio de hippies que ya tienen rato de haber empezado (por lo menos desde María Sabina y sus hongos). No es "marxismo cultural", una invención nacional-socialista. No vaya a ser que Zunzunegui, él también, prefiere "la política" -además de los reflectores- a la verdad que según él no existe en historia.
Dilucidar por qué México no es Estados Unidos no es asunto de religión, ya que hay países no calvinistas que son potencias capitalistas, grandes e medianas, como Japón, Corea del Sur o Francia y en cierta medida Italia, para no hablar de China. "Don" Porfirio ya dió parte de la respuesta: "tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos". El ex presidente ecuatoriano Rafael Correa se ha preguntado por qué, teniendo América Latina un punto de partida superior en riqueza a Estados Unidos -cuyos indígenas estaban por lo demás algo atrasados-, los segundos se volvieron potencia y América Latina fue a dar en el "sub-d", como lo llamara el cantautor panameño Rubén Blades. Estados Unidos arrasó con los indígenas y acabó con la esclavitud antes que los países de América Latina con mayor tradición esclavista, de Cuba (1886) a Brasil 1888 (salvo Haití). Durante el siglo XIX, Estados Unidos hizo entonces avanzar con rapidez el capitalismo: Abraham Lincoln liquidó la esclavitud en 1863 y Toro Sentado se rindió en 1881. Nadie fue a molestar a Estados Unidos en el siglo XIX mientras, para que avanzara el capitalismo, se eliminaba todo resto de precapitalismo. México fue invadido por Estados Unidos y en una de esas por "don" Maximiliano (de Habsburgo), a quien si se le buscan, también se le pueden encontrar cosas buenas. Estados Unidos empezó por la tradición de pequeña propiedad en medio del siglo XIX. "Don" Porfirio acaparó el poder político para fomentar en la economía el capital extranjero y la gran propiedad de la tierra. Ningún capital extranjero fue a meterse a Estados Unidos, y con la esclavitud se fue la plantación, no quedando más que Clark Gable y Vivian Leigh para "Lo que el viento se llevó".
En síntesis, dos cosas: poca herencia precapitalista (los indígenas estaban más bien dispersos y la esclavitud comenzó después de que la introdujeran los españoles y portugueses en América Latina), y capitalismo "desde abajo" en los orígenes, y no una muy duradera herencia precapitalista y la paulatina y a medias introducción del capitalismo "desde arriba" y bajo presión extranjera, económica y política. Si lo que se asocia con "la revolución de la libertad" es el capitalismo, de acuerdo, por lo que parece tocarle al individuo: nada más que se empieza por la pequeña propiedad, el control del mercado interno y la ausencia de injerencia externa de cualquier tipo. O entonces es "por el mal lado": Bad Bunny. Lo que no se puede hacer es querer precapitalismo como "identidad" y capitalismo como anhelo, pero traído de afuera: ni con indígenas con nearshoring o con "don" Hernán Cortés y apertura indiscriminada al exterior. Si acaso, habría que reconocer que las contradicciones existen y que debieran resolverse vía síntesis, no instalándose en lo que quiere más de una señora: que le provean a la antigua y al mismo tiempo disponer de "su" independencia. ¿Y la nieve de limón, de qué la quieren? (da click en el botón de reproducción)