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viernes, 19 de diciembre de 2025

GRANDOTE TU RANCHO

 Gran parte de la historia de México se ha ido desmitificando, y en este sentido es positivo que se lea Grandeza, un éxito de ventas del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque también puede ser positivo que se escuche lo que tiene que decir por ejemplo Juan Miguel Zunzunegui. Contra lo que pudiera creer López Obrador, un buen libro, más si es largo, no puede escribirse en un año, y se ve, se siente la influencia de alguien como Pedro Miguel, de uno que otro comportamiento extraño al momento del Sub y desde antes (Alfredo Jalife-Rahme le atribuye "cadáveres en el clóset"). López Obrador sostiene de entrada que lo que tiene de bueno México es gracias a lo heredado de los pueblos originarios, en términos de "principios éticos y bondad como pueblo y nación".

     En América Latina, sólo dos países tienen porcentajes significativos de población indígena, aunque no mayoritaria: Guatemala y Bolivia. América Latina, como México, es tierra mestiza, con todo lo problemático que resulte, y en México la población de pueblos originarios es muy minoritaria (alrededor del 10 %, muy concentrada por lo demás en el sur y sureste). La reivindicación del pasado indígena es útil, porque es componente del mestizaje, no para sacarse sutilmente de la manga "teorías" decoloniales ni, como lo hiciera Enrique Dussel, para hacer pasar la autodenominada "Cuarta Transformación" por un "mandar obedeciendo" que ojalá y no se practique en la "prosperidad compartida",. Los pueblos originarios no son más que una parte del "pueblo", siempre de contornos difusos. Parte de la reivindicación "José Alfredo" ("descendiente de Cuauhtémoc, mexicano por fortuna") del indígena víctima es algo del antiguo régimen populista, como el asunto de "nosotros los pobres". Es degeneración demagógica del antiguo populismo. Otra parte es resultado de trabajo académico. Y una parte más, de una no del todo desinteresada antropología estadounidense, incapaz de concebir el mestizaje -no es lo propio de Estados Unidos, pese a casos ocasionales de mezcla-, y dedicada a servirse de los indígenas para penetrar en América Latina y dividir, como lo hecho en el Ecuador con el Instituto Linguístico del Verano (ILV), en Guatemala con la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) o con sectas que deben ser conocidas en Chiapas, como el lamentable "etno-porno" chamula. La escritora Rosario Castellanos describió de qué son capaces los chamulas. La interrogante está también sobre qué hicieron los mayas para desaparecer antes de la llegada de los españoles. La polémica Stoll-Menchú demostró de qué fue capaz Rigoberta Menchú. Entre los mapuches del sur de Chile o los indígenas de la sierra ecuatoriana, lo que hay es con frecuencia división y un vaivén complejo de choques y alianzas con el exterior.

        España no existía al momento de la Conquista, lo que no exculpa de sus barbaridades a los conquistadores. Provocaron, junto a las epidemias que trajeron, una hecatombe demográfica. Al mismo tiempo, no se estila en historia el "que hubiera pasado si...". Ni son los indígenas americanos, muy diversos, los únicos han haber sido salvajemente invadidos. Hay de cierto en que los conquistadores estaban enfermos de codicia, y también de que algunas cosas no se estilaban entre indígenas, como el engaño, la mentira o el robo. Al mismo tiempo, los indígenas vivían con frecuencia guerreando e imponiendo tributos a los vencidos, y no era la Arcadia paradisíaca. Aunque aislados y contra lo que trata de afirmar López Obrador, sí existían el canibalismo y los sacrificios humanos, lo que no excusa a la Inquisición de quemar viva a gente para espectáculo de damas madrileñas. Existía además el "pecado nefando", la idolatría y había creencias supersticiosas y mágicas. La palabra "cacique" no es del español. Y no faltaron los caciques que se aliaron con conquistadores, porque los grupos indígenas tenían jerarquías rígidas. No vaya a ser que se confunda la obediencia con la sumisión. Los españoles agregaron la mitomanía, aunque no es seguro que una parte de "lo bueno" en el "pueblo" no se deba a la religión cristiana, pese a la frecuente distancia en México frente a la jerarquía católica. La inversión del "buen salvaje" contra el "mal intruso" es Rousseau o "Danza con lobos". Entre indígenas y españoles se consolidaron procesos que dieron lugar a la plaga del clientelismo, con base primaria en las redes de parentesco, y que hasta hoy es visto como rasgo de "humanidad" frente al "frío individualismo".

       Una parte del libro de López Obrador lo vuelve a retratar como quien se traga lo que algún intelectual afín le convida.  Un poco más y López Obrador aterriza contra el "eurocentrismo", a favor de China, el Sur global y en lo decolonial. El problema de fondo es otro: los pueblos originarios y conquistadores y colonizadores eran precapitalistas, salvo que unos fueron vencidos -o se sometieron por alianza, sin que la sumisión fuera algo ajeno a los indígenas- y otros, vencedores. A "sus" vencidos, los grupos indígenas no les daban un trato muy amable que se diga, llegándose, más allá de comunidades primitivas y regímenes despótico-tributarios, a la esclavitud. Lo que resultó del pasado "originario" y de la Colonia es una rémora precapitalista desde la cual no se entiende un capitalismo que se anhela, del modo más contradictorio, habida cuenta del criollismo. La apariencia de abundancia sin soltar el poder político para que éste se lleve su parte, así sea ahora de modo subordinado.

               Y aquí viene lo que con razón lanzó hace poco el periodista Carlos Ramírez en El Independiente: desde hace ya casi dos siglos, si se recuerda lo ocurrido en 1847, el problema de México no es con España, sino con Estados Unidos, con quien el presidente Vicente Fox quería la "enchilada completa" y con quien Marcelo Ebrard, hoy secretario de Economía, ha soñado con una "integración hemisférica" como la de !la UE (Unión Europea)!. No hubo la fuerza de desarrollar un capitalismo endógeno liberal, pese a la tremenda fuerza del liberalismo en México en el siglo XIX, con grandes ejemplos. No la hubo no sólo por la intromisión externa, que ya desembocó desde los '90 en una cuasi-anexión económica, sino porque el tipo de poder político siguió con una rémora que se ha visto hasta hace poco como de lo más natural y "humano". Alguien calculó -y lo dió a conocer en su momento con "pelos y señales" Porfirio Muñoz Ledo- que a finales del siglo XX, se saqueó en México más que durante la Colonia. En vez de considerarse la cuasi anexión económica -preparada en la segunda posguerra, con la consecuente succión del excedente-, se pide más, y se hace poco por las necesidades de fondo del grueso de la población mexicana, incluidas las culturales, que no son Mariah Carey, Elton John o Luismi cantando a Frank Sinatra. Ir a hacer acción afirmativa con los pueblos originarios es secundario. O ya no se ve nada porque de lo propio no queda más que justamente el mito de la "grandeza", o porque no incomodan ni el viejo "cornucopio de la abundancia orientado hacia Estados Unidos", ni lo que en otros tiempos se llamaba "malos mexicanos".

        La grandeza de México estuvo en parte, mientras a partir de la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), y después con mayor fuerza se ponía en juego otra cosa, en la proyección cultural del legado de la misma posguerra, y hasta un poco después, hacia gran parte de América Latina, donde los colombianos se baleaban con "Charro Negro" y "General Mariachi", donde antes del señor Paz se llegó al universal (y admirado por Charles Chaplin) "cantinflear", donde se adoptó la ranchera en El Salvador hasta las norteñas en Colombia, donde cualquiera se sabe Roberto Gómez Bolaños, con "El Chavo" y "El chapulín", por simplones que sean, y Juan Gabriel o Marco Antonio Solís (hasta por ir a cantar en Viña del Mar), cualquiera sea la opinión sobre Televisa, sin llegar a otras popularidades menos loables desde los años 2000, al grado que el narco colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha era conocido como "El mexicano", para no hablar del ecuatoriano Fito Macías. Lo anterior, junto a la bien vista tradición diplomática mexicana, que hizo no poco por América Latina, no sólo por Cuba. Es referencia a un México independiente y de cultura propia y diversa, pero además que hizo valer la autodeterminación. Ni Brasil, ni Argentina alcanzaron la proyección mexicana en América Latina (Centroamérica, parte del Caribe y el Pacífico sudamericano). 

     Que no sea la glorificación del mundo indígena -pese a las siempre certeras intuiciones, algo fugaces, de López Obrador- la otra cara del gusto mitómano del imperio donde nunca se ponía el sol, del que la Nueva España era la "Joya de la Corona" y que se arruinó por megalomanía. Los más recientes "originarios" -Evo Morales y, en lo que le toca de error sobre los indígenas, Álvaro García Linera, en Bolivia- no sobrevivieron a sus mitos sobre el pasado. Parte de los mitos sobre un mundo originario son intelectuales, algo de moda y rechazado por más de un indígena que no se considera ni pieza de museo (por magnífico que sea) ni listo para ser colocado en una reserva. Por otra parte, es también mitomanía que incluye la de exilios intelectuales que dan para la renta en la universidad pública y la endogamia latinoamericanista, por una que otra generación intermedia dedicada a "sobar egos" a la espera de los suyos con cinismo a costa del erario, y sin obra propia.

        Más allá del "irredentismo", se apuesta -como lo hizo el presidente ruso Vladimir Putin con la UE- a ser aceptado por quien no quiere a México, mientras se piden bochornosas cuentas sobre el refugio dado a Morales, a algunos ecuatorianos o a la familia del ex presidente peruano Pedro Castillo, como si hubieran llegado a sumarse al saqueo del erario que practicaron por décadas quienes hicieron peor que los colonizadores españoles, y que encima hicieron creer que "México será una potencia". No lo es ni "subimperialista" en Centroamérica, pese al antiguo Plan Puebla-Panamá (2001) o la Iniciativa Mérida (2007). Lo peor es querer liquidar el país o ponerlo en oferta creyendo que sólo por éso habrá comprador: ni poniendo música de Calle 13, Bad Bunny o Grupo Frontera. De consolación capitalina, ser beaner de Molotov -ah sí, Trump es puñetero- creyendo que Brenda Lee es hermana, prima o tía en la familia. Así la grandeza. (da click en el botón de reproducción).



GRANDOTE TU RANCHO

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