Desde hace mucho tiempo, en México se ha planteado el problema de la inexistencia de una burguesía -o empresariado, como se prefiera- fuerte, porque la clase dominante fue, ya en el periodo Independiente, la oligarquía terrateniente, aliada al capital extranjero, como ocurrió en el Porfiriato. Esta alianza se basó en el goce de mano de obra muy barata y en el saqueo de recursos naturales, lo que no impidió fases de modernización, pero sin cambiar el fondo del asunto, que es de origen colonial y violento. Lo dicho explica lo que no entiende Francisco Martín Moreno: la falta de interés por educar a la mano de obra, de diversas maneras, lo que se nota hasta la actualidad, pese al espíritu de servicio que suele existir en México: incluso contra la ley, es frecuente darse cuenta de que el empresariado no se toma siquiera la molestia de capacitar correctamente a la mano de obra, vista como algo "extranjero" dado el hábito colonial. De donde viene lo que desembocará en la sobreexplotación y el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Esto ocurre también por hábito colonial, ya que la productividad de la fuerza de trabajo mexicana es buena. Simplemente, como lo ha demostrado Viridiana Ríos, el empresariado mexicano es de los más abusivos del mundo, llevándose una parte de ganancia superior al promedio en el orbe.
Dada la debilidad original del empresariado, salvo en Monterrey, se concibió que fuera el Estado el que la supliera: el "Estado rector" o, como se dice también, la "rectoría del Estado". Sin embargo, se presentaron dos problemas: la herencia de corrupción, que data de la gigantesca que había en la Colonia o "en tiempos españoles", como prefiera hablar Juan Miguel Zunzunegui (y la corrupción no existía en el mundo indígena); y la "desvalorización social" de un Estado puesto en gran medida al servicio del empresariado, el primero en beneficiarse vía subsidios, mercado cautivo y consumo privado de la existencia de "papá gobierno". Por lo demás, no tiene sentido hablar de "economía cerrada" contra "economía abierta", porque la de la segunda posguerra en México no era "Corea del Norte", por lo que se fue abriendo a una inversión extranjera, sobre todo estadounidense, que ya era importante en los '60. No hubo "Estado gigante" y no lo ha habido nunca: es un cuento de un empresariado voraz interesado en empresas estatales y en que las prestaciones sociales no le den al trabajador capacidad de negociación, como lo demostrara en su tiempo Michal Kalecki, economista polaco más perspicaz que John Maynard Keynes. La "desvalorización social" está en la ineficiencia del Estado, que no incorporó criterios de ganancia y costo, y que debiera hacerlo. De todos modos, en México rara vez hubo aparición de empresariado desde abajo: no hay "historias de éxito" en este sentido, salvo excepciones, y hay más de empresarios crecidos a la sombra del Estado, o de personas del Estado -o más bien, de distintos gobiernos- que se volvieron hombres de negocios, lo que se instauró desde los años '20. Además de no ser eficiente, el Estado estaba para ser saqueado y, en vez de suplir realmente a un empresariado deficiente, para no operar racionalmente, pero en gran medida no por el "Estado en sí", sino por el atractivo de los negocios.
Los gruupos empresariales en México surgidos desde abajo son pocos, y, para ser precisos, varios de los grandes hoy existentes no surgieron de ninguna "revolución de la libertad", ni de alguna "libre competencia", sino "desde arriba" (para variar), con las privatizaciones "a modo" del innombrable. La falta de sentido republicano (de "cosa pública"), de ciudadanía con derechos, obligaciones y sobre todo igualdad ante la ley, e incluso de tradición democrática, se debe al inveterado hábito de imponer y arreglar desde arriba, abusando del de abajo como "extranjero en su propio país", además del antipatriotismo de una clase dominante que ha sido tal, pero no dirigente, por su alianza con el capital extranjero para "repartirse el pastel". Es por lo mismo que el empresariado sabe luego más de vacaciones en Vail o de fiesta en Las Vegas que de la realidad de Metlatónoc. Pasemos sobre mentiras de Ricardo Salinas Pliego del estilo "hasta el más pobre del mundo libre vive mejor que el de un país comunista". Es apenas de manera reciente que parte de la población mexicana se ve mejor: el periodo llamado "neoliberal" la dañó de un modo que no se ve en un país como Cuba, pese a sus retrocesos. En Metlatónoc el nivel de vida es como el de Malí (puesto 188 del mundo por IDH-Índice de Desarrollo Humano) o Benin (puesto 173). Cuba está en el lugar 97. En Metlatónoc se vive mucho peor que en Cuba y, además, con violencia. En Nicaragua se vive mejor que en El Salvador, pese a que aquí se ha estimado como positiva la labor del presidente salvadoreño Nayib Bukele.
Dados los hábitos adquiridos, en México no hay tradición de innovación en ciencia y tecnología y se "gasta" -en realidad es una inversión- poco en I&D (Investigación y Desarrollo), lo que no quiere decir que no haya talentos: habrá toda la libertad que se quiera, pero no igualdad de oportunidades ni tradición meritocrática, porque tampoco ha habido tradición empresarial con un pasado de verdadera aristocracia. En vez de aristocracia, lo que hay desde la Colonia es, como sugiere el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, el hábito de "malos instintos" basados en hacerse lo que en México se llama graciosamente "amantes de lo ajeno", despojando, por lo que más de un empresario actual surgió despojando al Estado, no gracias a ninguna "revolución de la libertad". Desde arriba, sin criterio de eficiencia y gracias a "papá gobierno" y justamente a lo que critica Salinas Pliego: las ambiciones o la codicia de "burócratas dorados" y otros tantos "Míster ten per cent". Por la falta de integración empresarial, México logró en algunos rubros tener producción nacional, de bienes de consumo final, que no forzosamente es mala; pero no es un secreto que fracasó en crear bienes de capital y en otras condiciones para ser potencia (incluida una reforma agraria realmente eficaz). El problema no está en ir a Elektra, sino en saber si habría modo de que México, más allá de decretos y ocurrencias, pueda desarrollarse "como todo el mundo", es decir, como los países que han alcanzado el desarrollo, y si hay sector empresarial capaz de hacerlo, en bienes de capital o en el equivalente para la época actual, que es lo que está en disputa entre China, que tuvo la habilidad de lograr transferencia de tecnología, y Estados Unidos (en chips, semiconductores, etcétera). Es de lo que se trata, no de ver "comunistas" hasta en la sopa y marear con Zunzunegui para dos cosas, las que decía Kalecki: que la gente no tenga capacidad de negociación frente al empresario y que el Estado no se ocupe demasiado de infraestructura pública que le interesa al sector privado.
No se suple con "poder" lo que corresponde a la economía. Es importante que el Estado no sea socialmente desvalorizado y que "se enseñe" a ser racional en términos de costo/beneficio. Lo segundo es saber si hay algún sector empresarial que cambie de apuesta para que ésta no siga siendo asociarse con capital extranjero. En su estado actual, el gran empresariado mexicano no da mucho, salvo excepciones. Al menos hay que hablar en términos concretos: lo de "la libertad" es lo que se conoce en México como "choro mareador" que se aprovecha por lo demás de la facilidad de palabra de Zunzunegui y su inteligencia, a riesgo de que sea la enésima mercenaria y desemboque en pura ideología, de un nivel tan deplorable como en el pasado el de la guatemalteca Gloria Álvarez, que terminó en lo que se conoce en México como "llamarada de petate". Con lo igualmente penoso que fue a hacer Reidezel Mendoza, de buenas investigaciones sobre Francisco Villa, para colocarse de mercenario. Zunzunegui, otra tradición no española, sino señorial (!en pleno siglo XXI!): la de ponerse a la sombra de un mecenas. ¿En nombre de la libertad y del individuo? Interesa más ver qué puede hacer Altagracia Gómez entre los empresarios y si queda alguna posibilidad no de modernización, sino de desarrollo, no desde "la política" y la obsesión por el poder, y sin necesidad de "economía cerrada", sino autocentrada, lo que es distinto (da click en el botón de reproducción).