En la última celebración de la Gran Guerra Patria, el actual mandatario ruso, Vladimir Putin, dijo que el acontecimiento marcó el inicio de la "Rusia moderna".
En noviembre pasado, en la ciudad rusa de Ekaterimburgo, en los Urales, fue inaugurado el Centro Yeltsin, en honor a Boris Yeltsin, primer presidente de Rusia (de manera completamente ilegal, por cierto) luego de la caída de la Unión Soviética (1991). El Centro es financiado en parte por el Estado y en parte por donadores privados, y fue construido entre otras cosas gracias a Ralph Appelbaum, diseñador del museo/biblioteca Clinton de Arkansas (en Estados Unidos), el centro Holocausto de Washington y el Museo de la Tolerancia (Museo Judío o Museo del Holocausto) en Moscú. El Centro Presidencial Boris Yeltsin cuenta con museo, sala de exposiciones, archivo, librería, mediateca, centro educativo y centro infantil. Inexplicablemente, no tiene cantina/bar (un mexicano ya habría resuelto cómo hacerle el mejor homenaje a Yeltsin y volver al Centro "autofinanciable"). Dmitri Medvedev, actual primer ministro ruso, quien asistió a la inauguración del Centro (al igual que Putin) y a la de un monumento al mismo Yeltsin, destacó de éste "la firmeza y la voluntad", y el hecho de "no desviarse en el camino hacia los cambios en el periodo más difícil". Vaya manera de decirlo: debe agradecérsele a Yeltsin no haberse apartado de la destrucción de la Unión Soviética y del socialismo. La "firmeza y voluntad" de Yeltsin eran de conocimiento público, sobre todo cuando el señor estaba bebido (lo que no era tan raro) y/o humillaba a sus subordinados en el peor estilo soviético de posguerra, "aplastando al insecto". El asesinado opositor (a Putin), Boris Nemtsov, comparó alguna vez a Yeltsin con el zar Alejandro II, quien emancipó a los siervos, estimuló la libertad de expresión y la iniciativa privada a mediados del siglo XIX. Así las cosas, en la cabeza de Nemtsov seguramente la Unión Soviética era un país de siervos. Nemtsov (quien apodó a Yeltsin "el zar Boris") fue asesinado en febrero de 2015 cuando se paseaba por el centro de Moscú con la modelo ucraniana Anna Durystka, cuyas fotografías en las redes sociales eran tan edificantes como las borracheras de Yeltsin. Ucrania le otorgó la "Orden de la Libertad" post mortem a Nemtsov, elevado así casi a la categoría de "asesor de Alejandro II" o tal vez a la de "mejor amigo de las modelos locales"
En los '90, durante la presidencia de Yeltsin, los "niños de pantalones rosa" (Yegor Gaidar, Anatoli Chubais) destruyeron y entregaron a precio de remate al mejor postor toda la industria creada por la Unión Soviética a partir de 1929-30 y 1931, cuando Moscú decidió que la mejor manera de responder al asedio y probable ataque occidental -que podía desembocar en la destrucción de la Unión Soviética-.era hacerse de una industria fuertísima en 10 años, lo que efectivamente sucedió. En su completo extravío ideológico, Putin ni se dió por enterado de este periodo de la historia soviética. Medvedev, por su parte, debe haber andado festejando la primera vez que el ejército (no las fuerzas de seguridad) fue usado en Rusia contra su propio pueblo, en 1993 (primera vez desde la época del zar), cuando el vicepresidente ruso Alexander Rutskoi tildó las reformas económicas de "genocidio" (la hiperinflación acabó con los ahorros personales de millones de rusos que fueron a dar en la pobreza mientras un puñado de oligarcas amparados por Chubais se robó cuanto pudo). y la entrada en una guerra totalmente ineficaz contra Chechenia en 1994, por asuntos mafiosos. Con tal de "desideologizar" las cosas, con Yeltsin más de un ruso volvió al complejo zarista-imperial (Yeltsin celebró a los Romanov y se hizo enterrar por la Iglesia) y acabó, ideológicamente hablando, con una "ensalada rusa" en la cabeza, antes de llegar a la "sopa de betabel con cremia agria" (rojo y blanco) de Putin..
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