Como parte de una provocación, desde las potencias occidentales de la Tríada (Estados Unidos y la Unión Europea) y algunos de sus "expertos" mercenarios se ha tratado de insinuar que Rusia se ha lanzado a la defensa del "mundo ruso" (russkii mir). Hay una parte que no es falsa: el presidente ruso, Vladimir Putin, consideró la caída de la Unión Soviética la ""tragedia del siglo XX" por los rusos que quedaron viviendo como minorías en las repúblicas ex soviéticas. De igual modo, Putin quiso sacarse de la manga la ""Rus de Kíev" para mostrar un origen común entre rusos y ucranianos, hace muchos siglos. Sin embargo, Rusia no se ha entrometido demasiado donde hay minorías rusas: por ejemplo, en Estonia y Letonia, pese a que los rusófonos tienen derechos conculcados en esos países. Pese a problemas con parte de su equipo, como con el ex presidente Dmitri Medvedev, Putin no se apresuró a ocupar Odesa, ciudad ucraniana de raigambre rusa, ni otras similares como Járkov o Dniepropetrovsk (alguna vez Yekaterinoslav), rebautizada "Dnipró" por el gobierno ucraniano. Nadie está yendo hasta el Transdniéster ruso, en la frontera con Moldavia. Lo ocurrido con Crimea en 2014 fue, en parte, resultado "por rebote" del golpe de Estado neonazi ucraniano, que desató por lo demás la reacción del Este de Ucrania, hoy ruso, y mayoritariamente rusófono. Al cabo de casi una década de espera (apenas un poco menos) para que el Este SE QUEDARA en Ucrania, con autonomía, Putin terminó por intervenir ante el riesgo de una nueva ofensiva contra los habitantes del Donbás, masacrados por miles, en parte por grupos neonazis. No se trata de crear una "gran Rusia" con la idea "étnica" de que "donde hay un ruso, ahí está Rusia" (o donde hay un rusófono). Putin se ha manejado con mucha prudencia, y hasta ahora ni siquiera ha buscado anexarse por ejemplo Belarús, que tiene tan corta historia propiamente nacional como la ha tenido Ucrania. Si fueran ciertos los dichos de Putin y de Nikolai Pátrushev, ex de la KGB (Comité de Seguridad del Estado) cercano a Putin, en el sentido de que Ucrania es un invento bolchevique, Bielorrusia también lo es, en más de un aspecto. Pese a un culturalismo erróneo, Putin se ha decantado por la prudencia y la mayor responsabilidad posible: por lo mismo, no ha buscado "recuperar" la "Novorrosiya" de algunos siglos atrás, que incluía otras partes de Ucrania. Así, no hay "actuación imperial gran rusa", por si en algunos lugares de Occidente se quiere creer en el equivalente del invento de la "Gran Serbia", para seguir con el mismo guión.
Lo dicho no quita que alguna gente en Rusia esté en elucubraciones imperiales, asociadas al "conservadurismo" y "la tradición", aunque Putin no hace mucho caso. Uno de los "teóricos" de ese "imperio" es Alexandr Duguin, cuya hija fue asesinada por un atentado ucraniano. Antes, otro "teórico" fue en parte Alexandr Solzhenitsyn. Duguin está en un error completo: pese a que busca una "Cuarta Teoría Política", más allá del comunismo, el fascismo y el liberalismo, sus fuentes son nazi-fascistas con frecuencia, trátese de Julius Évola, Nietzsche o el nefasto Martin Heidegger, dos de ellos muy utilizados en Occidente (los dos segundos). Duguin se entrecruza con el "eurasianismo" (Rusia como "gran potencia euroasiática", del mundo de la estepa), que desde la época soviética, según lo expresó el mismo Duguin, interesó a la KGB, entre otras cosas por los trabajos de Lev Gumiliev. No parece que funcione tan bien: a duras penas se evitó un golpe en Kazajistán poco antes del conflicto ruso-ucraniano, los rusos tienden a irse del mismo Kazajistán e importa más la lucha por los recursos naturales que por el paisaje de la estepa. En el sentido descrito, no hay la "política imperial"" que quisiera alguien como Duguin, y contra lo que ha dicho la periodista Inna Afinogenova, por ejemplo, Rusia no está ni en la extrema derecha ni en el "fascismo". Putin no sigue a alguien como Duguin en todas sus ocurrencias. Tampoco es ningún "zar Vlady". Con reivindicaciones como la de Piotr Stolypin, Rusia busca más bien un capitalismo propio, con énfasis en la soberanía nacional y su garantía por el Estado. Lo dicho no implica que no estén entremezclados en Rusia valores capitalistas, feudales con apariencia "cultural" y soviéticos, para pensar en términos de sociedad y no de una "cultura" reducida a estereotipos.
Hay rechazo a ciegas a un "liberalismo" mal conocido, al igual que en Occidente. Los "valores tradicionales rusos" son espirituales (más allá del rechazo en público a la PROPAGANDA LGBTTTIQ+A) y entremezclan religión y valores que en algunos casos parecen sacados del Códex del Constructor del Comunismo, mientras el capitalismo los erosiona: incluyen el colectivismo (!), la compasión, el humanismo, la asistencia mutua, el patriotismo, la dignidad, los altos ideales morales, la justicia, e incorporan el trabajo creativo y los Derechos Humanos y las libertades, por si se quiere ver la Constitución rusa. El rasgo feudal se cuela a través de la familia "fuerte": es una necesidad demográfica, pero también el refugio de lo contrario a la igualdad, valor que ahora también está ausente en Occidente y ni se diga en Asia. Es la desigualdad la que, empezando por la familia, se encuentra "en libertad" con el capitalismo mal entendido (a la manera de los oligarcas), y que recicla el peor pasado, aunque tal vez algo despunte en parte de las nuevas generaciones. La "razón cultural" es un craso error. (da click en el botón de reproducción).