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martes, 3 de diciembre de 2024

HOMBRES NECIOS QUE...

 El supuesto del cerco contra Rusia es que no trae consecuencias para Occidente, como, después de todo, el conflicto en Ucrania, que no explica la inflación en distintos países del mundo. Esta creencia en la falta de consecuencias proviene del famoso "Estado de Bienestar", del que se cree que está para asumir y socializar las pérdidas, y para operar como en 2008. Así, se puede ir en busca de ganancias sin preocuparse mucho por las pérdidas ni por la consecuencia de los actos, si hay cómo ""recargarse". Si asoma algún costo, las cosas cambian. Es por ello que, simplemente, sin que sea siempre entendido, Rusia ha venido diciendo que lo que hace Occidente -a la par con Japón- sí tiene un costo.

      Desde 1989-1991, la izquierda no dijo nada sobre cómo se fue montando el cerco contra Rusia y cómo tuvieron lugar, como parte de lo mismo, distintas guerras. La de Irak fue naturalizada y la atención se centró en "Sadam", el villano favorito de turno, mientras se le destruía el país con sanciones que, como hiciera notar en su momento el periodista mexicano Jorge Armendáriz, fueron peores que las impuestas a Alemania en 1919; no hubo nadie para defender a Huseín, pero sí para contribuir, desde la izquierda, a ir resquebrajando Irak a través de los kurdos. visitados por Danielle Mitterrand, la misma que se apersonó con el EZLN mexicano. El guión fue sanciones y fuerza multinacional para terminar de destruir Irak en 2003. Algo parecido se montó en Yugoslavia: destrucción económica paulatina y fuerza multinacional en Bosnia-Herzegovina y luego en Kosovo, con Slobodan Milosevic como villano favorito, el "carnicero de los Balcanes"", y una campaña contra Serbia, presentando al agredido como agresor, puesto que, lejos de la supuesta "Gran Serbia", la población serbia fue objeto de "limpieza étnica" en Croacia (Krajina) y luego en Kosovo. Nada de la izquierda: ausente, como lo señalara el italiano Domenico Losurdo, y como si el problema de la guerra y la paz no fuera de incumbencia de la izquierda. Era posible saber que la destrucción de Yugoslavia buscaba, entre otras cosas, resquebrajar al ejército yugoslavo, el más fuerte de los Balcanes. De paso, Serbia, un aliado de Rusia, terminó de quedarse sin salida al mar con la separación de Montenegro. Las autoridades yugoslavas sabían que el asunto no era nada más Yugoslavia, sino el cerco contra Rusia. Tampoco fue del todo inocente el envío de otra fuerza multinacional a Afganistán, a partir de un 11/S no aclarado, y con la fabricación del espantajo de Osama Bin Laden, para tener una plataforma de entrada al Asia Central ex soviética, o incluso hasta Kazajistán, como ocurrió muy poco antes del comienzo del conflicto en Ucrania. En medio de lo anterior, era necesario hacerse del Mediterráneo: nadie para defender a Libia -mismo guión- y Siria, con villanos favoritos desde El Gadafi hasta "el régimen de Bashar", y encima como si nada tuviera que ver con nada. No debe faltar quien crea que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)) fue a plantarse hasta la frontera con Rusia porque el presidente Vladimir Putin es el villano favorito, y además, con un botón nuclear. Era igual de extravagante que preguntar por qué el cerco de la OTAN si ya no hay "amenaza roja", como si la hubiera antes. El presidente estadounidense William Clinton decidió desde los '90 que la Federación Rusa debía "implosionar" como la Unión Soviética. Y para que no se crea que es asunto de "conspiración revelada", simple y sencillamente Zbigniew Brzezinski, viejo asesor de seguridad de los Demócratas, escribió en El gran tablero mundial, en 1997, un libro de amplia divulgación, y traducido al español, que Rusia debía ser dividida en tres. Para lo mismo sirvieron algunas "revoluciones de color" en la periferia ex soviética, y agresiones graves como la de Chechenia, al interior mismo de la Federación Rusa. Siempre se pensó que todo sucedía y sucedería -"que pague el ruso"- sin consecuencias, a tal punto que se cree que Putin blofea y que "amenaza" cuando se defiende. De paso, nada dijo la izquierda de los escudos antimisiles en Polonia y Rumanía, que preparaban una agresión contra Rusia y mentían diciendo incluso cosas ilógicas sobre Irán o Corea del Norte. Nadie pidió tampoco que se rindiera cuentas de lo que estuvo haciendo la OTAN.

       Como es el mismo guión una y otra vez, es posible pensar que Occidente y Japón calcularon, como lo querían Clinton o Brzezinski, una implosión de la Federación Rusa que no tuvo lugar. A partir de lo que se conoce como "a confesión de parte, relevo de pruebas", dado lo escrito y divulgado por Brzezinski, es perfectamente posible completar el cuadro: un villano favorito, Putin, sanciones, una eventual "implosión"" ¿y? La experiencia muestra el paso siguiente, considerando la ingente cantidad de tropas de distintos países de la OTAN en la frontera con Rusia. Alguna vez, el imperio zarista en descomposición, en medio de una guerra civil, antes del nacimiento de la Unión Soviética, vivió la intervención de 14 potencias extranjeras a la vez. El paso contemplado por los "socios y aliados" no es muy difícil de imaginar, seguramente por motivos humanitarios y para salvar al mundo del villano con el botón nuclear. Algo completamente falso: que dicho botón estuviera en los '90 en manos de un borrachín, el presidente ruso Boris Yeltsin, tuvo sin cuidado a Occidente y Japón.

       Para más señas, y puesto que no se trata de ninguna "conspiración", Brzezinski, el mismo que asesoró en 1979 al presidente estadounidense James Carter para "entrampar"" a los soviéticos en Afganistán y que propuso dividir en tres a Rusia, escribió en el texto ya mencionado que la UE y Estados Unidos debían llevar la "seguridad europea" hasta Ucrania: ya está hecho, puesto que sólo una pequeña parte de Ucrania pasó a manos rusas. Lo que resta es saber si se sigue apostando a la "implosión" de Rusia. Para el caso, hay un "adelanto", a reserva de saber a qué punto llegue: la idea de la UE de enviar tropas a Ucrania o la duda sobre una eventual línea de demarcación entre Ucrania y Rusia. Sería un paso en el mismo sentido de la expansión de la OTAN, aunque ésta no sea la que lo dé directamente. Importa un rábano, un pepino o un cacahuate, según se prefiera, en Occidente, mientras se siga con que "el ruso paga". Desde la idea del escudo antimisiles, se trata de "decapitar" la fuerza nuclear de Rusia, y, si es posible, entrar a un mercado inmensamente rico en recursos naturales, el más vasto de la Tierra, para la búsqueda de salida a la crisis capitalista: entrar en mercados exteriores para compensar la tendencia -de ya larga data- a la caída de la tasa de ganancia. La otra opción sería un cambio de régimen en Rusia que asegure lo mismo. No es ningún asunto de Putin o no Putin o de la Rusia milenaria o cosas por el estilo. Es asegurarse mercados y expandirse porque está en la naturaleza capitalista. A estas alturas, el capitalismo ruso estorba: quiere para sí lo que otros también quieren para sí mismos, en particular los ""globalistas". Sucede empero que el capitalismo ruso no quiere desligarse de un Estado con el que está bastante entrelazado y de un gran espacio nacional.

       Occidente y Japón han ganado muchísimo. No es un problema "occidental"" o "japonés", sino de necesidad del gran capital transnacional, aunque la idea "globalista" o "globalizadora" ya se ha topado con dos escollos: fracasó en el escudo antimisiles, y ha fracasado militarmente en el Este ucraniano. No hay criterio de "suficiencia", aunque sí de no arriesgarse si los costos superan a los beneficios, es decir, si Rusia, para decirlo en los términos estadounidenses, está dispuesta a hacer pagar "un precio" o a "elevar el costo" del cerco y lo que busca. Nadie invierte donde hay poca ganancia y riesgos de fuertes pérdidas, aunque al mismo tiempo las expectativas de "reventar" a Rusia sean tentadoras. Lo que algunos en Occidente y Japón no parecen tener claro, como tampoco el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, es que la situación militar actual hace de Rusia una gran potencia capaz de asestar golpes de tal modo que, en vez de "que pague el ruso", puede que pague quien la está haciendo, en circunstancias delicadas. No parece que una parte de Occidente y Japón tenga una idea clara de que la creencia en la omnipotencia, pese a la impresión de impunidad, suele terminar no con la victoria del enemigo, sino con las tendencias de la realidad. Una de ellas apunta, ahora, a una muy neta superioridad rusa, capaz de frustrar planes que la izquierda no ha querido tomar en cuenta, pese a los riesgos que entrañan para la paz. No son cosas de "la vida", ni de algún "fin de la Historia", ni de "teleología", sino de tendencias hoy encontradas entre el "globalismo" y lo que éste cree obsoleto, el Estado-nación, una conquista en buena medida capitalista, desde los Tratados de Westfalia en el siglo XVII (1648), que en el mismo Occidente no se entiende y tiende a ser remplazada por el puro y simple negocio (la nación se diluye en el cosmopolitismo y el Estado en la mercantilización).

       El nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, pareciera haber leído muy bien a Brzezinski, quien definió hace rato cómo mantener a Europa y a Asia divididas. Rutte consideró que el presidente electo estadounidense, Donald J. Trump, no debe "mandar un mensaje" que fortalezca una supuesta alianza entre Rusia, China, Irán y Corea del Norte. En la visión que diera a conocer Brzezinski, se trata de que Eurasia permanezca cuando menos dividida, para lo que el "corazón euroasiático" es Rusia, no China. En este marco se inscribe la tensión en la península coreana y el plan del "gran Medio Oriente" a través de la acción israelí. Como se trata de dividir para reinar, Occidente y Japón no van a abrir dos frentes a la vez. No hay por lo demás ninguna "amenaza" porque los países mencionados no forman ningún bloque, e Irán y Corea del Norte no cuentan más que a nivel regional. Nadie ha apostado a golpear al Estado chino mientras sea tan abierto como siempre a los grandes negocios con las empresas transnacionales, lo que continúa, ampliándose ahora a los servicios, finanzas incluidas, además de que el partido comunista chino es garantía de estabilidad en un frente. Irán no se ha metido mayormente con Israel. En el Pacífico asiático, si acaso se trata de una que otra disuasión no contra China, sin para que China se mantenga como hasta ahora, que no representa por lo demás ningún problema militar. A lo que está invitada China es a mantenerse dependiente y a no ir muy lejos en la competencia económica internacional, en la que el capitalismo chino tiende a meterse, aún sin ser propiamente imperial. Hace rato que con Rusia los planes han ido más allá de la disuasión. Si Occidente se detiene en Ucrania, mientras persista el "globalismo" es poco probable que haya renuncia a destruir a la misma Federación Rusa, a riesgo de un error de cálculo. No está de más hacer notar que se está en una forma de tosudez  propia de una patología y que en ningún momento se muestra con China "comunista" (!) o su líder "marxista" (!), Xi Jinping (da click en el botón de reproducción).




       

     

     

YO NO ME LLAMO JAVIER

 No es muy fácil saber qué es el "pueblo", aunque en él resida la soberanía, al decir de diversas Cons tituciones, la estadounide...