En Occidente y Japón se ha perdido en gran medida la capacidad de protesta, y muchas decisiones se toman sin que se consulte a nadie más que a grandes intereses económicos. Estos, en el capitalismo, no conocen el motivo de la "suficiencia", porque todo tiene que ser siempre "más". La gente suele callar por distintos motivos, pero uno suele ser la indiferencia "mientras no me toque a mí". Es algo que se conoce como actitud de "pasota". Así, resulta indiferente que se plantee liquidar a Rusia, por ejemplo, o se cree que Rusia es una "amenaza", lo que implica no saber siquiera ver un mapa geopolítico. Es la Federación Rusa la que está cercada, y no es el caso de Estados Unidos, la Unión Europea (UE) o Japón, para lo que también es suficiente ver un mapa. O hay ignorancia, o hay también un "no querer saber" porque es lo que aparece como lo más cómodo, y Estados Unidos tiende a transmitir esa impresión de invulnerabilidad u omnipotencia, como se quiera llamar. Estados Unidos no ha sufrido una guerra en su territorio desde mediados del siglo XIX y, más allá de una muy esporádica incursión de "Pancho" Villa en Columbus, ni siquiera es seguro que el atentado de las Torres Gemelas haya sido realmente una agresión externa y no una operación de falsa bandera. Es algo en lo que Estados Unidos ya tenía cierta experiencia.
Desde antes del desplome de la Unión Soviética, ya existían en algunos libros sobre "guerras futuras" mapas curiosos, que mostraban incluso a una Rusia muy disminuida. Ya ha habido ocasión de decir que el presidente estadounidense, William Clinton, decidió "reventar" a Rusia para lograr su implosión, como la de la Unión Soviética. No es algo que importe si se convierte en ganancia para las potencias de la Tríada, ya mencionadas, y lo siguiente es al margen de lo que se piense del régimen ruso: ¿Es algo normal albergar la idea de destruir a un país, cualquiera que sea? Sí, es algo que se ha banalizado, siempre y cuando el destruido no sea Estados Unidos o algún otro de la Tríada. Los planes son de los más variados para liquidar a Rusia, según "modelos" previamente ensayados, y que no son tratados como anticipos de lo que se espera en la Federación Rusa: un "cambio de régimen", en el mejor de los casos, o algún chantaje mayúsculo para ir desde la "decapitación nuclear" -alegando que el arma nuclear en Rusia es una "amenaza"- hasta la "intervención humanitaria", si las condiciones se dan, salvo que se crea que el continuo despliegue de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en las fronteras rusas en verdad es contra alguna "amenaza", al igual que el incremento de armas nucleares tácticas en Europa. Se crea la impresión de que, mientras la Tríada se sienta invulnerable, no da visos de detenerse, aunque mide las cosas cuando se ve obligada a hacerlo. Ya ha habido ocasión de decir que, ante la situación creada, la izquierda en general ha tenido un papel vergonzoso. No es estar "a favor de", sino preguntarse con qué derecho se abre la posibilidad de destruir un país, con lo que ello implica para quienes lo habitan.
No se trata de ninguna "conspiración". Así por ejemplo, en el año 2010 el periódico británico The Guardian reveló un telegrama en el cual la OTAN hablaba de un "ataque masivo contra Rusia", y los países que debían encabezarlo. Resulta por lo demás que quien estaba al tanto de esta "idea" era la secretaria del Departamento de Estado estadounidense, Hillary Clinton. Pidió a los representantes estadounidenses ante la OTAN que en lo posible "mantuvieran en secreto" el plan. El pretexto para el ataque era "defender a los países del Báltico". Nadie en Rusia, hasta hoy, apunta a esos países. El presidente estadounidense Barack Obama estaba al tanto del plan Como el asunto salió al público, Rusia protestó, sin ningún efecto. Lo que es posible de pensar, dada la actitud de la OTAN, en el sentido de seguir moviendo tropas y armas hacia las fronteras rusas, es que no ha habido renuncia al "plan".
En septiembre de 2014, a través de Radio Europa Libre/Radio Libertad, el periodista ucraniano Dmitro Sinchenko publicó un artículo que incluyó mapas de la "partición" de Rusia: sin Kaliningrado, con la segregación del noroeste a favor de Finlandia (a partir de Karelia), del centro de Rusia para Belarús, de una parte del sur para Ucrania, con la "federalización" del Cáucaso del norte (hoy ruso, de fe musulmana, y donde se encuentra Chechenia), Sajalín para Japón (que ha reclamado las islas Kuriles) y una parte del oriente ruso para China, multiplicando las "independencias" en Siberia. No se trata de una casualidad: de manera completamente abierta, como ya se ha dicho, en 1997 se publicó (con la versión española en una editorial archiconocida) El gran tablero mundial, del "halcón" Demócrata Zbigniew Brzezinski, quien propuso dividir a Rusia en tres y a lo mucho "federalizarla". Como ya se ha dicho antes, no se trata de planes en el aire o de puro delirio: cuando los bolcheviques tomaron el poder, en 1917, al poco tiempo, en medio de pugnas internas, 14 países extranjeros intervinieron en el antiguo imperio zarista.
El guión es siempre el mismo: sanciones (embargos, bloqueos, etcétera), demonización de una persona (el líder "villano"), fractura social, utilización a fondo de las diferencias nacionales y otras, como las religiosas (la Federación rusa es multinacional y multirreligiosa), y formación de una "gran coalición" internacional "humanitaria" a la espera de una ocasión para intervenir, en medio de una enorme campaña mediática y con más de uno dispuesto a la "expertís" sobre la "opresión rusa sobre las minorías". Ya se han hecho eventos sobre el tema, fractura social no falta en Rusia de manera latente, y no parece que, a diferencia de los '90, se exacerben las diferencias nacionales o religiosas, aunque algunos en Rusia en el habla se equivocan entre russkii (habitante de la Federación) y rossian (ruso de "nacionalidad"). El guión se ha utilizado en Irak, Afganistán, Somalia, Libia y Yugoslavia, y de manera indirecta en Siria. La OTAN de manera insidiosa y la UE quisieran utilizarlo en Ucrania.
A grandes trazos, es el "proyecto" globalista -con sedes nacionales en el Centro- para Rusia, y no se sabe muy bien qué creen los habitantes de la Tríada sobre lo que está en juego: con su silencio o su manera de recitar como actores de televisión con un "chícharo" en la oreja, muchos le dan la impresión a "sus" líderes que tienen de su lado a la "opinión pública", aunque hay otro factor en juego, que es una división de facto en varios países de la misma Tríada. No queda claro hasta dónde puede atreverse el globalismo, sobre todo si calcula -el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ya lo ha hecho explícito - que "Rusia no se atreverá". "Escenarios" no faltan, salvo que, hasta ahora, los de la Tríada no incluyen detenerse. O es que algunos no se saben otra que estar "porque sí" con quien parece el más fuerte. Lo que es propio de cobardes(da click en el botón de reproducción).